sábado, 29 de marzo de 2008

No importa el talento… lo que importa es la pinta


“Lo que si te pido hijita, es que te consigas un hombre bien parecido… que sea buen mozo… dame ese gusto hija mía… tú sabes cómo son mis comadres”. Pedidos de tal naturaleza se escuchan de labios de madres colombianas, cada día, por todos los rincones del país… No puedo asegurar si por otras latitudes ocurra lo mismo, aunque la cultura latina me hace presumirlo.

En una sociedad como la nuestra, injusta y desarticulada, se tiene la estúpida tendencia a minimizar las conductas erróneas de quienes son bien parecidos. Se cree que por su condición, la buena estrella debe acompañarles. Tal vez: Generalmente la policía no sospecha de los bien parecidos. En Colombia, a las personas les buscamos perecidos con los oficios o con las profesiones. Es común escuchar: ‘José Gregorio tiene cara de cabrón’… ‘Eduardo tiene pinta de estafador’. ‘Ese ‘man’ es marica, donde quiera que vaya’…y así…

La hija que no complace a su madre, llevándole un novio bien parecido, condena a su pobre vieja a escuchar de ahí en adelante, una frase mortificante y perniciosa: ‘Tranquila comadre… el muchacho es malucongo, pero quien quita que salga buena gente’, y por culpa del yerno feo, la vida se le convierte en un cipote martirio.

Quienes representan el Anti-Arquetipo, para lograr triunfar, tienen que ser seres excepcionales, con talento desbordante. Todavía hay quienes no entienden cómo es posible que Gabriel García Márquez escriba con la magia que le caracteriza, si ni siquiera es un hombre bien parecido.

El Anti-Arquetipo más famoso en la historia de América es Simón Bolívar. Los esfuerzos que todos los gobiernos han hecho para mejorar su aspecto físico, son evidentes en las estatuas encargadas en Francia, hechas a partir de modelos franceses, o en los retratos idealizados de la ‘Escuela Quiteña’.

El atractivo físico es un producto de la internacionalización de pautas culturales de belleza, que pueden variar según la cultura. Sin embargo, siempre han existido unas características generales que relacionan los atributos físicos con la capacidad reproductiva del sexo opuesto, por citar un ejemplo.

Así las mujeres son consideradas más atractivas cuando tienen atributos relacionados con la fertilidad y la juventud, y los hombre, características de dominancia, fuerza, y alto status social.

De igual forma, las personas atractivas son consideradas más persuasivas, con más factibilidad de ser elegidas como parejas, con más habilidades sociales, más exitosas, son percibidas como competentes, producen mejores impresiones y se les cree menos propensas a desarrollar enfermedades. Y entonces, ¿que pasa con nosotros los malucos?… ¿Tendremos alguna oportunidad?… ¿Qué dirá mi compadre ‘Cara’echoque’…?

viernes, 28 de marzo de 2008

El estúpido propósito de las madres alcahuetas


Es lamentable, por decir lo menos, que gran parte de nuestra sociedad se empeñe en consumir modelos y productos provenientes de otros lares sin ninguna clase de reflexión o cuestionamiento, quizá porque imitar el comportamiento de la mayoría, es más fácil que adoptar conductas propias.

Basta con mirar en nuestro derredor, especialmente en los niveles de clase media y media-alta, para que surjan preguntas como las siguientes: ¿Para qué estamos educando a nuestras niñas? ¿Las educamos para que mañana sean princesas del jet-set? ¿Las educamos para futuras ‘prepagos’? ¿O las educamos para que sean enanas mentales y superfluas amantes de obesos ejecutivos?

Así parece… Por lo menos en buena parte de los sectores sociales mencionados, dada la insólita y aberrante insistencia con que se estimula la vanidad y la coquetería de nuestras niñas, escamoteándoles de paso, su participación en la realidad.

A la dulce nena se le permite que sea una maniática consumidora de basura impresa y de todo lo que, madre e hija, crean que representa la moda. La chiquilla se mira al espejo con la frecuencia y el histerismo de la madrastra de ‘Blanca Nieves’, y se vuelve una experta en cosmetología y publicidad.

Le insuflan manías e intereses de adultos. La matriculan en la trivialidad. Por eso es experta en la maledicencia y el chisme en todos sus niveles. Para colmo de males, nunca falta una tía que ponga en sus manos un ejemplar de “Cómo ser bella y coqueta”… ¡Qué lástima! A la mayoría de niñas de hoy, se le educa para el ocio, la servidumbre y la trivialidad.

La permeable chiquilla termina la primaria entre espejitos, telenovelas y chismografía. Mientras modelan a la pequeña odalisca remilgada, el tiempo pasa, termina la pubertad y llega la adolescencia, con muestras indiscutibles de sus intensos y desaforados instintos sexuales, al tiempo que los informes académicos retratan su pobre capacidad intelectual.

Entonces, la culpa de la evidente torpeza de la niña, la tiene la televisión. “Es que la nena ve mucha televisión”. ¡A buena hora!. Durante años, los ‘papis’, por comodidad, convirtieron a la televisión en institutriz de la pequeña, soñando con verla desfilar en las más famosas pasarelas del mundo, o como exitosa presentadora. Pero ya es tarde. Olvidan que la mediocridad dominante en el medio, origina la fabricación en serie de jovencitas desorientadas e insoportables… fatuas y ociosas… (¡Qué rico verte!… Te llamo luego, ¿bueno?...)

Desde los primeros años, a la niña no le conceden más opciones. Es inducida a la frivolidad y la dependencia, impidiéndole otra conducta y negándole la posibilidad de alimentar distintos intereses.

Es imperativa una infortunada conclusión: Los padres, -especialmente las madres alcahuetas- no permiten que sus hijas formen libre y adecuadamente su personalidad. Las instigan a practicar un desenfrenado culto a la apariencia, a la belleza física, desdeñando sus naturales y diversas facultades. Duele, pero hay que decirlo con sinceridad: Las están educando para inmorales cortesanas de un mundo en liquidación. Y eso al final de cuentas, es corrupción de menores.

miércoles, 26 de marzo de 2008

No crea lo contrario: Los políticos necesitan de los periodistas…

Semillero de periodistas ‘Álvaro Cepeda Samudio’
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Al examinar las relaciones entre políticos y periodistas, se distinguen dos factores relacionados con el aspecto comunicacional, comunes a unos y a otros. Por un lado, el periodismo es una actividad mediadora indispensable para el político, sin la que no podría realizar eficazmente sus cometidos. Y por otra parte, el lenguaje periodístico actúa como metalenguaje con relación al lenguaje político.

En una parroquia como Santa Marta, es frecuente que el político mire al periodista ‘por encima del hombro’. Y en más de una ocasión, adoptando una pose de salvavidas, le suelta al paciente profesional de los medios, la más mortificante e indigna de las expresiones: ‘Vamos a darte una cuñita por un mes… para ayudarte’… ¡Qué irrespeto!... Veamos quien ayuda a quien.

La mediación periodística

En el desempeño de su actividad, la mayoría de las veces el político no se dirige directamente a los ciudadanos, sino a través de la mediación periodística. Es una evidente secuela de la arrolladora penetración del medio televisivo.

En efecto, la televisión ha contribuido a modificar las estrategias electorales. Las campañas ya no se efectúan ‘cara a cara’, en las plazas públicas, y las actividades políticas se organizan teniendo en cuenta los horarios de televisión, a fin de facilitar el cubrimiento y la difusión adecuada del acontecimiento, al punto de que si no tienen televisión en vivo y en directo, prefieren aplazar debates o cualquier otra actividad.

Es claro: Los políticos de todas las layas, han encontrado en la televisión, el medio más eficaz para asegurar que sus programas y consignas lleguen al mayor número de ciudadanos con un mínimo costo, esfuerzo y máxima celeridad.

Lo anterior ha contribuido a que la función social del periodista se haya revalorizado en las sociedades democráticas, comenzando a formar una nueva clase, un sólido gremio, al que debe reconocerse como configurador de la conciencia colectiva. Los periodistas son creadores de ideas, normas y valores socales, desplazando de esta función a grupos institucionales que la habían ejercido tradicionalmente, como la Iglesia, la Universidad, los científicos y la clase intelectual.

La actual fragilidad de los sectores mencionados, sumada al vertiginoso desarrollo tecnológico de los medios de comunicación social, ha dejado el camino expedito a la comprobación de esa pragmática realidad, que muestra la influencia de la información en el debate social, en general, y en el político, en particular.

Es evidente el tránsito de una democracia de persuasión directa, en que el político movilizaba a sus electores mediante actos públicos, a la democracia de comunicación indirecta. Así, el dirigente político necesita a los medios, se sirve de ellos para comunicase con sus potenciales electores y persuadirles de las ventajas y la conveniencia de su programa ideológico.

Resumiendo: El político requiere del periodista para llegar más eficazmente a su público elector, y como consecuencia de ese condicionamiento, el periodista es cada día más importante para el político, hasta el punto de que determinada adhesión, puede llegar a convertirse en un objetivo político prioritario.

Por estas y por muchas más razones que no exponemos para no cansar a nuestros lectores, es inexplicable que algunos periodistas, escasos de dignidad, se conviertan en simples ‘correveidiles’ de vergonzosos politiqueros.

domingo, 23 de marzo de 2008

El encanto insospechado de las reglas ortográficas

Semillero de periodistas ‘Álvaro Cepeda Samudio’


Después de las mujeres, la ortografía es lo más fascinante y misterioso que conozco. Escribir de manera correcta es desafiar a un complicado sistema de reglas e intrincados parámetros; a todo un conjunto engorroso de normas y disposiciones, que a muchos ha hecho desistir de la frenética intención de transitar por los senderos de la literatura y el periodismo.

Lo cierto es que no ceñirnos a la complicada normatividad ortográfica puede ocasionarnos muchos sinsabores, incluso convertirnos en presa fácil del sarcasmo y el escarnio público. Primero, los maestros y profesores; luego, nuestros sabihondos condiscípulos. Después, los padres y los hermanos. Finalmente, compañeros de oficina… y quienes decidieron ser periodistas, tendrán que aceptar la ‘murga’ de los jefes de redacción: ‘Oye… no es bida… es vida’

Es más: Hoy constituyen motivo de investigación las horrendas secuelas y los efectos discriminatorios y sicológicos derivados del desconocimiento de la Ortografía, o de su mal uso… que es la misma vaina.

Si pudiésemos escribir como nos diere la gana, las aberraciones ortográficas conformarían sobre el papel una especie de liberación, una manera efectiva de reencontrarnos con el pasado, donde la escritura era un signo sobre la piedra; donde las palabras eran sólo pictogramas. Es decir, la palabra no era más que un relato gráfico de la vida cotidiana, de los mitos y de las creencias espirituales.

Trazar signos abstractos bajo el dictado de los sentidos, del cuerpo y la pasión, sin la presión de leyes gramaticales, permite a quien escribe con errores, escapar de la neurosis obsesiva en la que se convierten las faltas ortográficas.

Llenar solicitudes de empleos, escribir informes, redactar una carta, hacer una petición o escribir un correo electrónico, es para muchos una enorme mortificación. Los invaden las dudas y las preocupaciones por la posible incorrección de los textos.

Escribir según las reglas ortográficas posee un insospechado encanto. Si queremos hacerlo con alto grado de eficiencia, debemos recurrir a la lectura y desarrollar el ingenio para no cometer faltas protuberantes. Las palabras tienen su magia particular. Sus significados y su académica ortografía, deben ser nuestra permanente preocupación.

La envidia: ‘Mejor despertarla que sentirla’



Se ha dicho que la envidia es tan antigua como el hombre y uno de los más protuberantes defectos de la humanidad, sobre todo al tornarse destructiva. Para algunos, la envidia forma parte de los instintos naturales, como el amor, los celos o la agresividad.



Para otros la envidia es un fenómeno adquirido en el contexto social. Viene a ser la cara oculta de la competitividad y constituye una de los móviles que desde las hordas primitivas, indujo a los hombres a disputarse el prestigio y el poder, motivados por la idea de triunfar a ‘cualquier precio’, en el seno de la colectividad donde nadie está conforme con ser menos que otro.

Tal vez por eso, en la historia de la humanidad, la enemistad entre hermanos sea tan frecuente. En la Biblia por ejemplo, la envidia está representada en la disputa entre Caín y Abel, un hecho que desde entonces ha servido para designar las intenciones de personas envidiosas o crueles.

Otro caso es el encontrado en el mito de la fundación de Roma, en el que Rómulo, impulsado por la ciega ambición y la envidia, mata a Remo, su hermano mellizo. En la América precolombina, en el Imperio Inca, se recuerda la muerte de Huáscar, a manos de su hermano Atahuallpa, con absoluta crueldad, para acceder al trono.



La envidia, como el amor y los celos, es también tema central en la literatura clásica, en las fábulas de Esopo, Samaniego y La Fontaine, cuyas moralejas permiten comprender mejor las causas de este mal y sus funestas consecuencias.

Así mismo, en los cuentos de hadas, que tienen su origen en la tradición oral y la memoria colectiva, encontramos personajes revestidos con el manto de la envidia, unas veces como simples alegorías y otras como lecciones ejemplarizantes.



El famoso reportaje del padre del nadaísmo Gonzalo Arango, a Martín ‘Cochise’ Rodríguez, contiene una frase inmortal del ciclista paisa: “En Colombia muere más gente de envidia que de cáncer”.

Los envidiosos, para procurar la caída de su rival, difaman, insultan, calumnian, acusan, y lo que es peor, al quedar sin argumentos, convierten la mentira en verdad y la verdad en basura. Los envidiosos viven “a Dios rogando y con el mazo dando.” Tienen un denominador común: Suelen ejercitar la maledicencia y el gusto por encontrar defectos en quienes les han superado. En todos los gremios hay envidiosos. No en balde reza el dicho: ¿Quién es tu enemigo? El de tu mismo arte…



La envidia es un arma miserable que puede ocasionar infinito daño. Esto refiere la fábula “El sapo y la luciérnaga”: “Cierta noche, una luciérnaga revoloteaba en un huerto, donde un envidioso sapo le lanzó un escupitajo venenoso. La luciérnaga cayó, pero antes de morir le preguntó: Por qué lo hiciste. Porque brillas”, contestó el malparido sapo.

martes, 18 de marzo de 2008

El uso de las abreviaturas dobles


Semillero de periodistas ‘Álvaro Cepeda Samudio’

En el caso de la escritura de las llamadas ‘abreviaturas dobles’, no existe una doctrina clara, ni siquiera de parte de la Real Academia de la Lengua. Es frecuente que los medios de comunicación abrevien nombres propios de entidades como Fuerzas Armadas, Estados Unidos, Juegos Olímpicos, Relaciones Públicas…

Por lo antes reseñado, cada publicación lo hace como a bien lo tenga. Sin embargo, los expertos han trazado algunas reglas, cuya aplicación resulta conveniente cada vez que se usen estas abreviaturas convencionales, de nombres propios compuestos de dos palabras:

a) Se emplea sólo la inicial de cada una de las palabras (Fuerzas Armadas),
b) Se duplica para indicar el plural correspondiente,
c) Se debe utilizar el punto indicativo de abreviatura después de la duplicación.
d) Es necesario dejar un espacio en blanco después de cada uno de los componentes, como habría que dejarlo si cada palabra se hubiere escrito completa.
Así: FF. AA.

No obstante la aceptación más o menos generalizada de los principios expuestos, algunos medios y periodistas, suelen eliminar el espacio intermedio: FF.AA. Otros escriben, sistemáticamente, FF AA. Y unos terceros, utilizan con frecuencia, FFAA. Como puede verse, el factor común es la duplicación de la inicial como indicativo de plural.

Resulta un tanto inexplicable que los periódicos hayan complicado el tema, proponiendo y usando diversas alternativas para la expresión de la abreviatura señalada, porque con ello fragmentan la deseable unidad gráfica de la lengua. Como es obvio, tal disparidad de criterios ocasiona desconcierto en el usuario.

Sin embargo vale reconocer, que en general, nuestros periódicos se preocupan por el buen uso del lenguaje y el empleo adecuado de la ortografía. Consultan con filólogos, contratan asesores lingüísticos y correctores, elaboran libros normativos de estilo para sus redactores y colaboradores, y admiten y publican las quejas que sus lectores les hacen llegar, en tal materia.

Más allá de la falta de una norma clara y contundente al respecto, en casos como el tratado, intentemos seleccionar la mejor opción.

domingo, 16 de marzo de 2008

¿Escritor periodista o periodista escritor?

Semillero de periodistas ‘Álvaro Cepeda Samudio’

El tema planteado en el título siempre ha generado controversia. En mi sentir, ¿qué importa la nomenclatura y el orden?... Hagamos algunas reflexiones desde el irresistible encanto de la subjetividad.

Todo el que escribe es, potencialmente, un escritor. Por tanto, lo que escribe, es potencialmente, un texto literario. Pero los escenarios y los formatos varían: el periódico, la revista, la novela… Todos los hechos, de la vida y de la muerte, pueden ser materia de periodismo narrativo. La diferencia estriba en que el periodismo opera con verdades generales, y la literatura, en cambio, trabaja con la propia y personal verdad del escritor.

De acuerdo con el reconocido escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez, “el periodismo narrativo busca producir un proceso de identificación entre el lector y la noticia que se está contando”.

En efecto, mis queridos amigos y lectores, compañeros del Semillero, no es lo mismo escribir de manera simple y lacónica “Ayer murieron cien personas en maremoto en Taganga…”, y seguir con un relato indolente de los sucesos, que escribir, verbigracia: “Mientras José Alejandro Barros, de cinco años, jugaba con una pelota en la playa de Taganga, una ola gigante se le vino encima, matándolo junto a otras cien personas, que se divertían en las blancas arenas del paradisíaco lugar”… Entonces… ¿Literatura o periodismo?...

Siempre que se hable de este tema, es imprescindible referirnos a Truman Capote, inexplicablemente desconocido por las nuevas generaciones de periodistas, ignorando su aporte monumental en la creación del Nuevo Periodismo. “A sangre fría”, una de sus obras más conocidas, llevada al cine, es realmente un excelente reportaje sobre trágico sucesos ocurridos en Holcomb, un pueblo perdido en la extensa geografía estadounidense, al oeste de Kansas. Incluso, su primera publicación fue por capítulos, aparecidos en el diario para el que laboraba el célebre homosexual.

La doble militancia en periodismo y literatura, ha sido una práctica frecuente. Citemos, desordenadamente, a Jorge Luís Borges, José Donoso, Truman Capote, Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Ernest Hemingway, Fernando Vallejo, entre otros.

El punto de encuentro más claro y atractivo entre periodismo y literatura, es la Crónica. Sin embargo, en el periodismo local es un género poco usado, no obstante que en el plano nacional se nota un resurgimiento de tan importante alternativa. La Crónica le permite al periodista servirse de la literatura para describir los hechos de la vida real. En tales casos, ¿literatura o periodismo?

Digamos, en gracia de discusión, que el periodismo es ‘la gran fiesta’ y el periodismo es ‘el polo a tierra’. De manera inconcebible, el gran maestro español Miguel de Unamuno se atrevió a sentenciar que ‘el periodismo mata la literatura’. Por supuesto, al conocer tal opinión, le retiré mis afectos. Me limito a decir que cualquier oficio puede morir si uno lo deja morir.

Al final se me ocurre que los periodistas deberían imitar, en cierta forma, la vanidosa actitud de los escritores, pero de forma digna y ejemplar, para que nuestra ligereza no provoque más la malsana ironía de humoristas como George de la Fourchadiére, que lustros atrás, se atrevió a escribir: “En el mundo hay dos actividades que no requieren preparación alguna: la actividad de los banqueros, que juegan con el dinero de los demás, y la actividad de los periodistas, que juegan con la honra de sus conciudadanos”… ¿Qué tal esa, viejo Hugo?

domingo, 9 de marzo de 2008

“Bueno el cilantro… pero no tanto”…

Semillero de periodistas "Álvaro Cepeda Samudio"
Con el argumento de que “la lengua es del pueblo y es callejera", el director de la Real Academia Española, Víctor García De la Concha, ha justificado que tan respetable entidad, comience a estudiar la elaboración de una tabla de abreviaturas para los mensajes de texto enviados por celular. El popular sistema es conocido como SMS (iniciales en inglés de ‘Servicios de Mensajes Cortos’).

El nombrado director de la Real Academia Española (RAE) explicó que se trata de dar respuesta a todas las personas que escriben en Internet o que utilizan los mensajes de los teléfonos móviles.

En mi particular sentir, si algo me molesta del ‘chat’ y de los mensajes de texto, es precisamente el insólito vocabulario creado por una catajarria de hiperbólicos perezosos, que cada día utilizan un léxico más abreviado e impensable. Pero vale reconocer que los tales mensajes de texto constituyen uno de los servicios más exitosos de la telefonía móvil. .. a pesar de todo.

El éxito es tal, que ya existen sitios web especializados en recopilar las impotables abreviaturas, a fin de introducir la mayor cantidad de información en los 160 caracteres que, usualmente, permite el celular. Transcribo algunos ejemplos del novedoso lenguaje, suministrados por mi amiga Diana Marcela Solera, orgullosa representante de una nueva y prometedora generación de periodistas en esta ciudad, y por supuesto, especialista en el tema:

k: que b: beso
ggg: risas h: hola
a+ : además a2: adiós
b7s: besitos salu2: saludos
m…: interesante t8d-: te echo de menos
TQPSA: te quiero pero se acabó
TQITPP: te quiero y te pido perdón
QT1BD: que tengas un buen día

jueves, 6 de marzo de 2008

¿Qué tan honorables son los ‘honorables’ concejales?

El más remoto origen de los actuales concejos municipales lo encontramos en el Imperio Romano, donde existía una entidad que tenía por objeto el cuidado y embellecimiento de las calles y monumentos públicos. Sus integrantes, llamados ediles, ejercían ad honorem. Era, por tanto, una institución de carácter cívico.

En el caso nuestro, los Concejos Municipales instituidos en el ordenamiento colombiano con rango constitucional, tienen su origen en los Ayuntamientos Españoles que fueron trasplantados a las numerosas colonias hispanoamericanas de la época.Luego de varios intentos por establecer y aclarar las reales funciones de los Concejos, sólo hasta 1886 se determinó que en cada Distrito habría una corporación popular llamada Concejo Municipal y fueron señaladas sus atribuciones.

La reforma de 1968 definió a los concejos como “Corporaciones administrativas de elección popular” y limitó el número de sus integrantes a un mínimo de 6 y un máximo de 20. Nuestra actual ‘Carta Magna’, de 1991, amplió el número de sus integrantes.

El Concejo es el ente coadministrador de la ciudad, por lo que participa en casi todas las grandes decisiones políticas y administrativas. Verbigracia, aprueba el plan de inversiones, presupuestos de rentas y gastos y los distintos proyectos que el ejecutivo municipal tenga a bien presentar, además de las iniciativas propias de los mismos concejales.

Tiene también otras importantes facultades: Es el encargado de autorizar al alcalde para la celebración de contratos y determinar la estructura de la administración, necesaria para el control, preservación y defensa del patrimonio económico y cultural del Distrito. Así mismo, elegir Personero y Contralor distritales.

Es claro entonces, que todas las decisiones tomadas en la ciudad son debatidas, modificadas, reguladas y votadas en el Concejo Municipal. No es descabellado plantear, que el Concejo es el ‘Congreso de la ciudad’. Por todo ello, los concejales son, - en teoría- los primeros y más autorizados representantes de la comunidad. Es una verdadera lástima, que a la hora de elegirlos, no se tengan en cuenta factores como trayectoria, gestión comunitaria, conductas pública y personal, y menos el importante tema de la honestidad comprobada y evidente.

Existe un concepto unánime en torno al hecho de que hace mucho tiempo Santa Marta no tiene un buen Concejo. Habrá tenido, esporádicamente, miembros excepcionales, pero se trata de tener un ente con objetivos comunes. Al fin y al cabo, “una golondrina no hace verano”.

Los concejales han creído, históricamente, que su papel consiste en actuar como intermediarios de favores, en la búsqueda permanente de prerrogativas para favorecer intereses particulares, y por supuesto, los propios. Todo el mundo lo sabe. Y ellos más que nadie. Tanto, que alguna vez, en algún lugar de Colombia, en un acto sublime de sinceridad, un ilustre concejal expresó con vehemencia: “Nos eligen… pero no nos quieren…”

Pero hay algo realmente mortificante. ¿Dónde, cuándo y por qué nació el trato formal de ‘honorables’ para quienes muchas veces no son más que saqueadores de los dineros públicos y cínicos estafadores de la confianza ciudadana?... No podría decir ahora que todos son malos, pero tampoco puedo decir cuáles son los buenos…

Viéndoles reunidos, tratándose de ‘honorables’ entre ellos, en un ridículo y frecuente espectáculo de elogios mutuos, es imperativo recordar una función circense, con la fervorosa complacencia de las amañadas barras y hasta de un silente y cómplice periodismo, -con valerosas excepciones- que nunca o casi nunca, se atreve a cuestionar a la vergonzosa yunta formada por administraciones y concejos distritales.

Desconozco el procedimiento, pero… ¿Habrá un concejal honesto, sensato y realista, que mediante proyecto intente terminar con el desesperante e hiperbólico tratamiento de ‘honorables’ para los miembros de la más importante corporación pública dentro de un régimen democrático?... ¿Podrán los distinguidos periodistas encargados del cubrimiento de la actividad administrativa local, suspender dicho formalismo, por inmerecido y exagerado? Dejar de llamarles ‘honorables’, es un real acto de honorabilidad, señores comunicadores…

Entre otras cosas, como en Colombia hay un día para todos los gremios y actividades… ¿cuál es el día del concejal?... Si todavía no se ha establecido, escuchemos esta propuesta de un satírico poeta español:

Hay quien lo pide, aunque siembre
sin pretensión de cosecha
proponiendo como fecha
el 28 de diciembre.
Fecha notoria, ideal
que define al concejal
Fecha que hallo consecuente
porque no hay ni un concejal
que no se diga inocente
cuando el concejo va mal…

Y por si acaso, como dicen en mi pueblo, “tapón de hierro cola’o”

martes, 4 de marzo de 2008

El vacío ético de nuestra sociedad

Uno de los caminos para abordar el conocimiento de una sociedad en conflicto como la nuestra, es ocuparse de algunas relaciones inherentes al niño y su violencia circundante, no sólo pensando en las secuelas que puede dejar en ellos, sin también porque lo ocurrido con los niños en una sociedad, es un buen indicador de lo que pasa en la sociedad misma.

Acercarse al problema implica varios aspectos: Se presenta como un asunto que conmueve, que supone una postura en dirección del bienestar del niño, y por ende, del bienestar del hombre. Otra consideración es que los hechos traumáticos, -por llamarlos de alguna manera- suceden con mucha rapidez. La ‘sin razón’ siempre camina con mayor prisa que la razón.

La falta de análisis del problema de la niñez que deambula por las calles, -por diversas razones- conduce a los lugares comunes, a las explicaciones facilistas, y en consecuencia, aparecen estereotipadas alternativas de solución, alejadas de la realidad, que pretenden controlar o apenas transformar lo establecido.

Hay un hecho indiscutible y desafortunado: En todas las épocas y en diferentes sociedades, ha existido un trato injusto para los niños. Así lo demuestra el fenómeno de los niños deportados durante la Segunda Guerra Mundial, y la masacre de niños ordenada por el emperador Bocassa, para sólo citar dos ejemplos.

En el particular caso colombiano, valdría la pena revisar qué modelos estamos proponiendo al niño. Lo cierto es que la expresión más contundente del vacío ético de nuestra nación, radica en que la sociedad está generando un ambiente de destrucción intencional de las personas, impidiendo que germinen, crezcan y se expandan principios éticos, valores morales y condiciones materiales, a fin de que la vida con dignidad sea posible para todos.