Basta una ligera reflexión para concluir que en gran medida, la causa de casi todos nuestros problemas sociales, económicos, laborales, administrativos o personales, estriba en el llamado ‘meimportaculismo’, una cómoda actitud ante los problemas y dificultades que debemos enfrentar en el diario discurrir de la vida.
Haga la prueba. Si a usted llega la información veraz y contundente de que a su compadre del alma le están pegando cacho, por obvias razones de compadrazgo y lealtad, y luego de una seria reflexión, comuníqueselo. ¿Sabe que le responderá su compadre?... ‘Me importa un culo… Esa malparida es coya’. Y claro, usted queda como ‘chancleta vieja’, como una ‘hueva inflamada’…
Si usted, un honesto empleado, de cristalina conducta, se entera de la comisión de delitos en su empresa, con la mejor intención acude al superior jerárquico para enterarlo de los torcidos hechos, ¿sabe qué le dirá el perfumado ejecutivo?: ‘Me importa un culo… cógela suave… ¿Sabes qué loco?…Yo no voy a meterme en problemas’…
Dejar pasar… dejar pasar… que los problemas se arreglen solos… esa parece ser la consigna. Si por ejemplo, usted denuncia la existencia de un pequeño pero incómodo y dañino hueco en las calles de su barrio, a los funcionarios a quienes corresponde su arreglo, ‘les importa un culo’. Ni se mosquean los malparidos, hasta cuando el huequito adquiere características de cráter, originando lamentables accidentes con víctimas fatales incluidas. Y todo por el ‘meimportaculismo’, la más fresca, cínica, nociva y perniciosa actitud de burócratas y ganasueldos.
Si de buena fe, usted le advierte a un amigo que ha notado sospechosos comportamientos femeninos en su hijo varón, es probable que le responda con detestable indolencia: ‘Me importa un culo… Si la mujer mía tiene un hermano marica… ese hijueputa no lo recoge del suelo’…
¿Qué hacemos? El ‘meimportaculismo’ está de moda, y cada vez adquiere más fuerza en todos los niveles, sectores y espacios de nuestra sociedad. Su mayor arraigo y predominio se encuentra en las Honorable Corporaciones Públicas, cuyos miembros parecen elegidos por su notable incapacidad, más que por su vocación de servicio y aptitudes para el trabajo político y social. Y todo porque a los electores ‘les importa un culo’ quienes sean sus voceros y representantes.
Al samario todo ‘le importa un culo’. Es una posición histórica y humillante. Por eso, a Santa Marta se le mira con una óptica lastimera en el concierto político nacional. Nos ‘pordebajean’ de manera inclemente y descarada. Los altos funcionarios cachacos que por aquí llegan, con los cachetes colorados y ridículamente embutidos en guayaberas de San Andresito, saben que nos contentamos con poco… y siempre nos ofrecen migajas que acogémos con alborozo, como si se tratase de auténtica ambrosía… ¡Coño! ¡Qué vergüenza!… A los samarios todo les importa un culo.
Haga la prueba. Si a usted llega la información veraz y contundente de que a su compadre del alma le están pegando cacho, por obvias razones de compadrazgo y lealtad, y luego de una seria reflexión, comuníqueselo. ¿Sabe que le responderá su compadre?... ‘Me importa un culo… Esa malparida es coya’. Y claro, usted queda como ‘chancleta vieja’, como una ‘hueva inflamada’…
Si usted, un honesto empleado, de cristalina conducta, se entera de la comisión de delitos en su empresa, con la mejor intención acude al superior jerárquico para enterarlo de los torcidos hechos, ¿sabe qué le dirá el perfumado ejecutivo?: ‘Me importa un culo… cógela suave… ¿Sabes qué loco?…Yo no voy a meterme en problemas’…
Dejar pasar… dejar pasar… que los problemas se arreglen solos… esa parece ser la consigna. Si por ejemplo, usted denuncia la existencia de un pequeño pero incómodo y dañino hueco en las calles de su barrio, a los funcionarios a quienes corresponde su arreglo, ‘les importa un culo’. Ni se mosquean los malparidos, hasta cuando el huequito adquiere características de cráter, originando lamentables accidentes con víctimas fatales incluidas. Y todo por el ‘meimportaculismo’, la más fresca, cínica, nociva y perniciosa actitud de burócratas y ganasueldos.
Si de buena fe, usted le advierte a un amigo que ha notado sospechosos comportamientos femeninos en su hijo varón, es probable que le responda con detestable indolencia: ‘Me importa un culo… Si la mujer mía tiene un hermano marica… ese hijueputa no lo recoge del suelo’…
¿Qué hacemos? El ‘meimportaculismo’ está de moda, y cada vez adquiere más fuerza en todos los niveles, sectores y espacios de nuestra sociedad. Su mayor arraigo y predominio se encuentra en las Honorable Corporaciones Públicas, cuyos miembros parecen elegidos por su notable incapacidad, más que por su vocación de servicio y aptitudes para el trabajo político y social. Y todo porque a los electores ‘les importa un culo’ quienes sean sus voceros y representantes.
Al samario todo ‘le importa un culo’. Es una posición histórica y humillante. Por eso, a Santa Marta se le mira con una óptica lastimera en el concierto político nacional. Nos ‘pordebajean’ de manera inclemente y descarada. Los altos funcionarios cachacos que por aquí llegan, con los cachetes colorados y ridículamente embutidos en guayaberas de San Andresito, saben que nos contentamos con poco… y siempre nos ofrecen migajas que acogémos con alborozo, como si se tratase de auténtica ambrosía… ¡Coño! ¡Qué vergüenza!… A los samarios todo les importa un culo.
Nos haríamos interminables señalando casos de evidente ‘meimportaculismo’. Lo cierto es que la cómoda actitud, es absolutamente contagiosa. De allí que por estos días, una ráfaga descomunal y vertiginosa de ‘meimportaculismo’ se pasea victoriosa por todos los recovecos de esta hermosa ciudad, por tradición, sin dolientes ni plañideras.
Y después de todo… ¿Para qué pierdo el tiempo escribiendo sobre esta vaina si a nadie ‘le importa un culo’?...
Y después de todo… ¿Para qué pierdo el tiempo escribiendo sobre esta vaina si a nadie ‘le importa un culo’?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario