jueves, 31 de enero de 2008

La T.V: Imperio de la vulgaridad y la ramplonería

Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”

A Diana, “La cazadora”…

Si lo pensamos bien, en la práctica, la televisión actúa como el verdadero Ministerio de Educación en nuestro país. Si creemos que la educación es algo más que la acumulación de conocimientos y habilidades, lo expresado es totalmente cierto. La televisión, incluso más que la familia, es hoy el principal promotor de actitudes, valores y antivalores en la sociedad moderna.

Basta dar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que cada día es evidente el incremento de la vulgaridad, la codicia y la inmoralidad…Y no solamente en la clase política. Las programadoras utilizan estos criterios, como carta de presentación y argumento básico para capturar público, y por ende, captar anunciantes.

No hay discusión: La telenovela es el éxito comercial más importante de la TV en las últimas décadas en América Latina. Para colmo, está inspirada en la cultura cristiana, donde, como todos saben, para ser felices es necesario cruzar un valle de lágrimas… ¿Cierto Tatiana?...

Hay para todos los gustos: novelas para niños, jóvenes y ancianos. Novelas históricas; para fetichistas y discretas prostitutas; para voyeristas, metrosexuales y homosexuales… en fin, para todos. Admitamos que en países como Brasil, Colombia, Venezuela, Chile, Perú, Ecuador, Argentina y México, además de fuente de entretenimiento, en los últimos años, la telenovela también ha modificado numerosos referentes sociales. De allí que muchas, en su momento, se sintieron Betty “La fea”, o “Gaviota”, o “Mi gorda bella”… por supuesto, estaban en su derecho…. Problema de ellas…

Lo cuestionable de las telenovelas no sólo radica en los estereotipos comerciales; en la apología a la belleza o a la fealdad; en la seudo moralidad y el ridículo sentimentalismo que prevalece en tan reiteradas historias, sino también en las ‘realidades ficticias’ que construyen referentes efectivos para seducir al espectador mediante contenidos triviales.

En la actualidad, se transmite por la televisión colombiana un gran número de ‘culebrones’, que refleja la poca exigencia del púbico y un claro atraso de creatividad, en una industria que en las tres últimas décadas ha ocupado parte de la vida de los espectadores con narraciones sentimentales, desbordadas de cursilerías.

Como resultado de tan discutible éxito, han aparecido programas parasitarios, que viven de lo que ocurre dentro y fuera de las telenovelas. Su principal ingrediente es el chisme desmedido, convirtiendo la pantalla en un péndulo entre el hedonismo y el sadomasoquismo. “La oreja”, “Ventaneando”, “El gordo y la flaca”, son algunos de los programas dedicados a tan repulsiva actividad en la televisión latina, así como “Sweett” y “El Lavadero” en la televisión nacional.
“Sweett” es dirigido y presentado por un descarado marica llamado Carlos Giraldo, con el apoyo de otros maricas dedicados a la reportería de farándula. En cuanto a “El lavadero”, tiene la presentación de una cachaca vieja y resentida, apodada “La negra candela”, que acaba de perder una demanda interpuesta por la actriz Lully Bossa, hoy dedicada el cristianismo. En el juicio, la actriz fue representada por Jaime Lombana, por cierto, abogado particular del presidente Uribe. La tal “Negra candela”, había tenido la osadía de presentar en su programa, una cinta que mostraba las peripecias sexuales domésticas de Lully. Por cinco mil pesos, todavía lo pueden adquirir en San Andresito. (Publicidad gratuita)

En fin…Volvamos al tema central. Es lamentable que estas historias desarrollen reiterativamente, estructuras de transgresión de valores como la lealtad, la fidelidad y el respeto a la armonía familiar. Por estos días, ya son muchos los osos que hacen algunas programadoras, en esta borrachera de peligrosas novelitas, a la que asistimos casi que involuntariamente. ¿Para qué sirve la tal Comisión Nacional de Televisión? No es más que una cofradía de ‘viejos verdes’

En síntesis, cualquier cosa puede pasar en la televisión nacional. Como van las cosas, tengo el oscuro presentimiento de que Jorge Barón, pronto aparecerá protagonizando su primera novela. Si eso es así… ¡yo si le zampo una patadita en los…!

miércoles, 30 de enero de 2008

Zancadillas al idioma durante las transmisiones del fútbol

Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”

El español, gracias a los descuidos y excesos del periodismo deportivo, enfrenta hoy un considerable peligro. En contra de su unidad y esencia, le están haciendo un gol de tiro libre. Quienes ofician como narradores, comentaristas y cronistas de tan popular actividad, parecen olvidar la importancia que reviste el buen uso de la palabra, escrita o hablada.

¿Alguien ha tomado nota de cuántas zancadillas recibe el idioma durante las kilométricas transmisiones de fútbol, por radio o televisión? Estimo que las suficientes para enviar al español directo a un centro hospitalario. Analicemos algunas frecuentes equivocaciones, especialmente en los llamados 'cubrimientos radiales', - no importa que el Unión sucumba y agonice en la B- claro está, con la mejor intención, sin nombrar transmisiones o periodistas locales, porque entre otras cosas, todos son mis amigos. Si acaso no lo fuere alguno, debe ser por su pequeñez o por su abrumadora insignificancia.

Antes del partido

Sin que el árbitro haya decretado el inicio del partido, narradores, comentaristas y auxiliares de todas las layas, comienzan una inclemente andanada contra la lengua de Cervantes. Los encargados de “cubrir camerinos” hablan de entreno para referirse al entrenamiento y dicen que el juego ha causado gran expectación, término que si bien no es incorrecto, es preferible reemplazarlo por expectativa, buscando sonoridad y elegancia.

De igual forma, sus enredados comentarios están plagados de anglicismos inútiles, pues ya tienen sus equivalencias en español. Enumerarlos, resultaría interminable.

¡Suena el pito!

Por fin arranca el partido. Arrecian las faltas sobre los jugadores de mayor técnica, y arrecian también contra nuestro vapuleado idioma. Pronto cae un defensa, como resultado de un claro golpe propinado por un delantero. El comentarista dice: “Esperemos que el golpe no sea nada serio”. ¿Serio? Por supuesto, el comentarista ignora que tal término es un calco del inglés. La palabra correcta para el caso, es grave.

El balón sale del terreno de juego. El lateral derecho es el encargado de realizar el saque de banda. El comentarista estrella se apodera de la palabra: “Fulanito puede en un momento dado sorprender con la potencia de sus manos… meter desde allí un centro. Es un hombre que le pega duro con la mano derecha”. ¡Bárbaro!...Ni que fuera un partido de voleibol.

Más adelante, para referirse a las virtudes de uno de los equipos en contienda, uno de los mentados especialistas, expresa: “Éste es el equipo que ha recibido menos anotaciones durante el torneo. Eso nos dice una cosa: es el equipo de mejor defensa”. Perogrullo debe ser el apellido de esta lamentable clase de analistas del fútbol, convencidos de que la audiencia está integrada por imbéciles y retardados.

Y luego manifiesta: “Tal como está el partido, es posible que el técnico haga uso del nóvel jugador fulanito de tal”. La palabra correcta es novel, pronunciación aguda, sin tilde, por terminar en consonante.

Admito que reflexiones como la siguiente, causan preocupación: “Se tiene que trabajar más, porque esos balones parados nos hacen mucho daño”. ¿Balones parados? ¿Y cómo pueden hacer daño? ¿Acaso el fútbol no se juega con balón en movimiento?... Eso nos recuerda al inefable Maturana: “Sin balón, Aristizábal es el mejor jugador de América”. Y continúa el rosario de perlas: “El arquero aguantó el remate con base a una gran experiencia, con base a aguantar”… Debe ser de todos conocido, que la expresión correcta es con base en. Sin embargo, siguen cayendo en tan fastidioso error.

Escuchamos también galimatías como el siguiente: “Es un equipo con elementos importantes, pero a nivel equipo, se han quedado cortos”. ¿Qué habrá querido decir el comentarista autor de esta genialidad? Esta es otra: “El equipo local ha adolecido de pólvora”. La intención del cronista es clara: hacer hincapié en la ausencia de fuerza goleadora. Sin embargo, adolecer es tener alguna pasión o vicio, tener algún defecto. De ningún modo carecer, como supone el ‘brillante’ analista.
Para colmo de males, el denominado 'pitazo final', origina un lamentable caos idiomático, con la impajaritable participación de futbolistas y seudo comentaristas, que desde la gramilla y los camerinos, protagonizan escenas vergonzosas para el periodismo deportivo. Sin duda, una pintoresca parafernalia, que es mejor olvidar.

¡Ojo periodistas y estudiantes de Comunicación! Jugadores y técnicos argentinos, más comentaristas de verborrea cantinflesca como Carlos Antonio Vélez, le hacen al idioma un daño inmenso, irreparable y humillante. El impotable manizalita, debería explicar, por ejemplo, qué es una ‘desinteligencia defensiva’… ¿Tú qué opinas, Lucho Fernández?... ¿Qué será esa vaina?...

miércoles, 16 de enero de 2008

Temeraria aproximación a la idiosincrasia del ‘hombre Caribe’ colombiano

Con frecuencia, por calles y callejuelas, de ‘pretil a pretil’, o mediante correo electrónico, anónimos y conocidos, me sugieren detectar, establecer y difundir diferencias entre costeños y ‘cachacos’, en mi opinión, una búsqueda trivial y baladí. Hay tantos cachacos buenos y malos, como costeños nobles y malparidos…

Pleno de la convicción de no contar con las herramientas científicas adecuadas, buscaré complacerlos, ante la reiterada y halagüeña petición, pero más que señalar diferencias, intentaré un perfil básico del hombre Caribe, en virtud de mi propia condición cultural. Los cachacos que hablen de los cachacos… Y como diría “El Cacique de la Junta,”… ‘ahí le va, compadre, ahí le va…’

Bien sabemos que Colombia es un país de países, por la diversidad en su relieve, flora, fauna, clima, y en especial, por su gente. Los aspectos señalados influyen en la determinación del color de piel, el acento marcado de las palabras, pero sobre todo, en los rasgos atinentes a la personalidad.

Si tuviere que recoger, en una sola palabra, el carácter del hombre de la Costa Norte Colombiana, me inclinaría por EXTROVERSIÓN, concepto no necesariamente referido a la parranda y a la bulla, sino enmarcado en una connotación más amplia. Esta manera de ser, la entiendo como la búsqueda permanente de diálogo, de ventilación, de necesidad y alegría de compartir con los demás nuestros propios entusiasmos, experiencias, sueños y preocupaciones

Por eso el hombre Caribe es comunicativo, deliberante y conversador; cuentero nato. Creo que la comunicación, sincera y espontánea, constituye para nosotros una necesidad esencial. En medio de este ‘bololó’ de lamentos y de tristezas en el que vivimos, la dialogicidad nos mantiene vivos. Si abandonáramos la palabra, sería como lanzarnos a los espinosos brazos del olvido.

La hospitalidad y la generosidad son también rasgos que nos distinguen del resto de núcleos poblacionales. Podría enumerar muchos otros, pero algunos muy puntuales seducen mi atención: La facilidad para crear nuevas palabras; el frecuente empleo de hipocorísticos, el uso recurrente de expresiones hiperbólicas; el relato de chistes y el rebautizo de amigos y desconocidos con oportunos apodos, características que conforman el amplio bagaje ‘mamagallístico’ del hombre costeño, animado sólo por la intención de extraer sonrisas.

Sin duda, esta flexibilidad o colorido en el habla costeña, convierte nuestras pláticas habituales en una actividad lúdica, como resultado de los mecanismos conversacionales que empleamos de manera rutinaria.

Como ya expresé, no soy partidario de localizar diferencias entre cachacos y costeños, pero no me resisto a entregar, la que en mi sentir constituye la gran diferencia entre unos y otros: Mientras los cachacos con sus adoradas mujeres ‘hacen el amor’, nosotros las levantamos a pura…

martes, 15 de enero de 2008

A propósito del femenino de profesiones, oficios, jerarquías y dignidades

Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”

El acceso de la mujer a profesiones y actividades históricamente desempeñadas por hombres, ha planteado en el ámbito hispánico, en la práctica, tres posibilidades para su denominación:

1.- Feminización del término masculino. Ej: La tenienta
2.-Comunización del término masculino. Ej: La teniente
3.-Androginización del término masculino. Ej: El teniente

Una voz de enorme prestigio gramatical, la de Manuel Seco, afirmaba rotundamente en 1972: “El femenino es presidenta, no presidente, como tenienta y no teniente”.

Ya es general el tratamiento la doctora, pero aún persiste el hábito de emplear la médico en lugar de la médica. En tal sentido, es lamentable que sean las mismas profesionales, las que promulguen la designación equivocada de sus dignas actividades, masculinizando sus títulos: neurólogo, abogado, ingeniero…

De tal circunstancia, podríamos decir que es un vestigio de la fase fálica, por lo que deberían ser, precisamente las periodistas, las más interesadas en usar, sin temores de ninguna índole, los femeninos correspondientes autorizados por la Real Academia. Verbigracia: catedrática, mandataria, jueza, edila, concejala, tenienta, torera, fontanera…

Lamento que los temores y la timidez para usar los femeninos correctos, persistan y atrasen el desarrollo de nuestra lengua. Hace tiempo que los diccionarios recogen en entradas únicas, arquitecto (ta) e ingeniero (ra), y con definiciones encabezadas por la fórmula ‘persona que’. No obstante, insisten en llamar arquitecto a la arquitecta, e ingeniero a la ingeniera.

Son muchas las personas que todavía hoy, se desconciertan y sorprenden ante el hecho de que las mujeres ocupen cargos o desempeñen funciones; o se dediquen actividades tradicionalmente reservadas a los hombres… y no saben cómo llamarlas. El Diccionario de la Real Academia, hasta 1992, establecía escandalosas desigualdades entre el masculino y el femenino de algunas palabras. Por fortuna, el último DRAE corrige sustancialmente la situación planteada. Es absolutamente recomendable acogernos a tales disposiciones.

Así las cosas, y retomando el ejemplo inicial, de las tres alternativas expuestas, provenientes de la praxis, la opción correcta es la primera… ¡Firme… tenienta!...

lunes, 14 de enero de 2008

Una carta sincera para un hermano incomparable

Querido Edgardo:

Por estos días, siento que la malparida enfermedad que me aqueja me acerca a la muerte con calculada frialdad y evidente morbo, como si con ello cumpliese un siniestro encargo, para verme sufrir arrodillado, para hacerme gritar suplicando perdón… para arrastrarme… pero no sabe que aprendí de mamá la terquedad y la porfía… Por cierto, Edgar… mi vida es una ‘muñequera’ diaria con la silla de ruedas y con las limitaciones derivadas de su indeseado uso. Es una tragedia impensable, que sinceramente, yo no merezco… Pero ya no importa. Soy un hombre sin dioses ni vasallos, sin Biblia y sin crucifijo…

Reviso con frecuencia el curso de mi vida, y siempre concluyo que estuve ceñido a las normas de oro de la humanidad, pregonadas por las diversas religiones, llámense como se llamen, todas interesadas en la resignación y la ceguera de sus adeptos, para seguir esquilmándolos en descarada actitud delincuencial.

Estoy listo para partir con dignidad y orgullo, con la convicción absoluta de la sencillez y la bondad de la muerte. Lamento que curas y pastores, monaguillos y predicadores, beatas y laicos promiscuos, hayan convertido a un acto liberador y sublime como la muerte, en una ridícula parafernalia, en la ocasión propicia para que algunas solteronas y casquivanas de todas las layas, exhiban sus mejores gafas, made in Maicao, en los refulgentes salones de empresas fúnebres, por cierto, modelos excelentes de organización comercial en la sociedad consumista de hoy. Y en el colmo de la hipocresía, de vez en cuando, las emperifolladas damitas lanzan un doloroso snif, snif, mientras reacomodan los delicados espejuelos sobre sus pulquérrimas narices, repletas de cirugías, en el repetido intento de lucirlos… a toda costa.

Creo haber sido un hombre sensato y alejado de pretensiones inalcanzables. De hecho, si hoy llegare la fatídica parca, sólo me llevaría, compadre, la frustración de no haberle llevado serenata con Poncho, en uno de sus cumpleaños. Admito que una segunda frustración sería no haber amanecido con Neneco donde las coyas históricas y gloriosas de San Juan del Cesar, bandidas incomparables y sublimes, inspiradoras de versos y de cantos inmortales, a las que siempre recordaré, porque una plomiza madrugada de abril, de angustias y sinsabores, me brindaron sus falsos amores y su más amplio catálogo de fingidas pasiones.

No abrigo temores. La posible cercanía de la muerte no me hace temblar. Por el contrario, me envalentona y rebeldiza; me da fuerzas para no someterme de inmediato a sus designios. Es obvio que si no creo en Dios tampoco creo en el diablo, y por tanto, no espero premios ni sanciones. Sé que he cumplido. Usted, mejor que nadie, sabe que he vivido lejos de las ambiciones y las vanidades. Me ha bastado con el orgullo indescriptible que me produce la honestidad y rectitud de mi familia, y la lucha permanente por la educación de mis hijos… ¡Hé ahí mi única e invaluable fortuna, que por supuesto, también es suya… también es de todos!

Si como parece, llego a partir antes que usted, le pido no niegue a mi familia su orientación ecuánime y su ayuda oportuna y leal, como corresponde a la hermandad apacible y alegre que hemos llevado desde nuestra más remota infancia, de la que recuerdo en especial, su tendencia temeraria en utilizar caballitos de palo para la destrucción de peligrosos y encumbrados ‘paracos’, de donde escapaban enjambres inmensurables de fieras avispas, que curiosamente a usted no lo perseguían, -como si con ellas tuviese un pacto-, mientras desataban una incansable persecución en mi contra. Es un misterio, que a pesar de los años transcurridos, usted no ha querido aclararme.

Algunas veces, todos, sin aparente razón, hacemos un rápido balance de nuestras vidas y de las ejecutorias cumplidas en su curso. Para ello, es recomendable establecer referentes específicos, que nos permitan sacar conclusiones objetivas, en lo posible. En su caso, es incuestionable que su ejercicio comparativo sería altamente positivo. ¿Acaso el cariño de comadre Margarita y la ternura penetrante de las tres Marías, más la placidez de su cálido hogar, no son indicativos de halagüeña cercanía a un concepto real y pragmático de felicidad?... Creo que sí, compadre…

En mi caso, a pesar de la dramática situación que vivo, a pesar de mis tortuosas cadenas, también debo concluir que mi paso por la vida no ha sido intrascendente, no ha sido vacío. En su discurrir, he tenido la oportunidad de compartir con Muñe, -camino que cruza mis montañas- y de procrear hijos, que seguramente serán útiles para la familia y la sociedad.

Maldigo con rabia y con la mayor vehemencia que mi corazón sea capaz de albergar, la nigérrima mañana en que dejé de caminar, terminando con ello mi condición de hombre libertario y bohemio, dueño arbitrario de noches azules y amaneceres dorados, y dueño además, de una heterodoxa catajarria de amigos y amores, que me hicieron creer alguna vez, que la vida me sonreía… ¿A quien puedo reclamar por mi hiperbólica desgracia?...

Por ahora, compadre, 'se la dejo ahí'… Cordial abrazo…

Los cuatro porqués

Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”

Con inusitada frecuencia, periodistas, estudiantes de comunicación, ejecutivos, miembros de altas corporaciones públicas, secretarias de diversa índole y toda clase de mortales, incurren en escandalosas faltas cada vez que deben emplear uno o varios de los cuatro porqués. Intentaremos dilucidar el tema de la manera más sencilla posible.

Primer caso: Se escribe como una sola palabra

PORQUE. Implica causa o fin. Esta forma es una conjunción causal:
---Ej: No fui a la fiesta porque no tenía ganas
O bien una conjunción final:
---Ej: Recemos porque no llueva

Segundo caso: Se escribe también como una sola palabra, pero con tilde en su última vocal.

PORQUÉ. Es un nombre de género masculino que significa causa, motivo:
---Ej: Explícanos el porqué de tu disgusto. (Singular)
---Ej: Desconozco tus porqués (Plural)

Tercer caso: Se escribe separado y sin tilde en su vocal final

Se presentan dos circunstancias:
UNO:
Por que: Pareja de Palabras formada por la preposición Por y el pronombre relativo QUE
---Ej: Este es el motivo por que te llamé

DOS:
Se trata de la preposición POR seguida de la conjunción subordinada QUE.
--- Me preocupo por que no te pase algo malo

Cuarto caso: Es la secuencia formada por la preposición POR y el pronombre interrogativo QUÉ. Aparece en oraciones interrogativas directas. (La pregunta lleva el signo de interrogación)
---Ej: ¿Por qué te pones así?

En oraciones interrogativas indirectas (Sin signo de interrogación)
---Ej: No comprendo, Rosario, por qué te pones así

En oraciones exclamativas directas e indirectas
---Ej: ¡Por qué te pones así!

domingo, 13 de enero de 2008

La noticia: Definición y estructura

Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”

Estas líneas no tienen pretensiones académicas. Sólo el humilde propósito de contribuir a la formación de estudiantes de Comunicación Social, y en especial, de quienes se ejercitan día a día, de manera pragmática, en tan apasionante actividad. Y claro, también son el producto de las reflexiones y de la práctica periodística del autor durante varios lustros. Es además, una forma de contrarrestar, a través de un trabajo sistemático y perseverante de comunicación, las influencias alienantes y los clichés empleados con descuido, por quienes han decidido abrazar esta disciplina.

Si revisan el archivo del blog, encontrarán que con frecuencia, y bajo el rótulo Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”, hemos publicado anotaciones referidas al Periodismo y a la Comunicación Social. Prometemos no desfallecer en el intento de suministrar a estudiantes y practicantes, elementos sencillos y prácticos, que podrían ser herramientas útiles en el desempeño de la actividad profesional.

La Noticia
En el mundo del periodismo y en la vida corriente, una de las palabras más empleadas, es noticia… Pero… ¿sabemos qué es noticia? En ocasiones nos cuesta definirla con precisión.

Lo que está claro es que todos necesitamos recibir y comunicar novedades, que de alguna manera afectan a quienes nos rodean. Incluso, sentimos cierta satisfacción al enterarnos de algo nuevo y tratamos de trasmitirlo a otras personas lo más rápidamente posible. Admitamos que en el fondo, todos somos un poco periodistas.

El hombre necesita, al menos, conocer los hechos que se producen en su entorno. Ello le permite comprender mejor el mundo externo. Los medios de comunicación tratan de satisfacer esa necesidad humana mediante la divulgación de noticias. De modo que todas las noticias recogen algún acontecimiento, pero no todos los acontecimientos son noticias. Separar tales circunstancias, adecuadamente, es el primer cometido de un periodista. La noticia debe reunir cinco características básicas:

1.- Actualidad. Debe informar sobre sucesos acabados de producir, anunciar o descubrir. No es noticia lo que no es actual. El descubrimiento de América fue noticia en 1492, pero hoy no podríamos presentar el hecho con tal intención.

2.- Novedad. Si no es nuevo, no es noticia. Por tanto, si el hecho no es nuevo, el periodista deberá buscar algún aspecto que resulte novedoso para el público.

3.- Veracidad. Los hechos relatados deben ser verídicos, fieles a la realidad. Las noticias con ‘trampas’, son productos de la falta de ética de algunos seudo periodistas.

4.- Periodicidad. Generalmente, son presentadas con un intervalo fijo de tiempo, de acuerdo con el medio de comunicación en que se divulgue..

5.- Interés Público. Sólo es noticia aquello que pueda originar interés en la gente. Así, lo que en un lugar es noticia, puede no serlo en otro por razones culturales, sociales, políticas…

En la suma de los anteriores elementos, encontramos la definición de noticia. Los que la constituyen básicamente, son conocidos con el apelativo de “5W” (What, Who, When, Where, Why) es decir: Qué, Quien, Cuando, Donde, Por qué… interrogantes que en lo posible, serán respondidos en la elaboración del lead o párrafo inicial.

Respuesta para mi hija: Mis palabras preferidas

Apenas descubrí su grácil silueta traspasando el umbral de la pesada puerta de madera, supe que se avecinaban problemas ¡Nadie la conoce como yo! Al fin y al cabo, ha llorado más en mis brazos que en el regazo de su madre. Presentí la tormenta. Se dispararon mis alarmas… ¡Coño!... ¿Y ahora qué hice?... Tantas vainas como inventa la gente…

La sentí más lejana y lacónica que de costumbre, y sus ojitos, dulcemente tristes por naturaleza, titilaban iracundos y ansiosos… ¡Buenas!... ¡Buenas!... contesté. Guiomar Cecilia, mi hija consentida, es circunspecta y taxativa como su madre, pero en versión mejorada…. (Es decir… ¡peor!)

¡Qué vaina!... como en el cuento de García Márquez, algo iba a suceder. Resultaba inminente. Quise escabullirme. Sus cortantes palabras me detuvieron: “Papi… si va a salir, permítame hablar antes con usted”… ¡Nojoda!... se los advertí… Bien: Lo que fuere sonará…

“Mire papá… usted sabe que mi mamá y yo jamás leemos sus escritos, para no coger rabia… ¡Pero la gente me tiene hasta la coronilla!... En todas partes es lo mismo… ¿Tú eres hija de Óscar? Pregúntale por qué es tan grosero… por qué cita malas palabras… ¿Es que no tiene diccionario? Si es así, estamos dispuestos a regalarle uno… ¿Comprende papá? ¡Ya no soporto más!

Ante semejante tunda, sólo atine a preguntar: ¿Y tú que dices? Respondió: Hagan lo mismo que yo: no lo lean… nunca lo lean. Sin duda, una sabia y práctica respuesta. Sin embargo, como ella es la razón central de mi vida, pretendí explicarle mi teoría sobre la importancia del empleo de algunas malas palabras en los procesos comunicativos.

Me escuchó con relativa indiferencia. Comprendí que había perdido el tiempo, cuando me espetó: "Usted podrá embolatar a otro…. Pero a mí, nó… Esas son vulgaridades, papá, póngale el nombre que le ponga”… Y al mejor estilo de Muñe, sacudió su pelo con innecesaria altanería, dio media vuelta, y adiós luz , que te guarde el cielo…

¡Cómo pasa el tiempo! Mi muchachita de ayer, caprichosa y llorona; consentida y temeraria, hoy me agarra, me zampa un regaño… y se larga furibunda. ¿Pero sabes qué, monita altanera y displicente? Si no me escuchaste en privado, te responderé en público, aún en el riesgo de que tu vergüenza sea mayor.

No tienes porqué apenarte de lo que escribo, menos cuando confiesas que no acostumbras a leerme para no incomodarte, tesis y pensamiento calcados de tu madre. Olvidas que soy un hombre de provincia, acostumbrado a llamar las cosas por sus nombres, sin el empleo de ridículos eufemismos ni rebuscados subterfugios. .

Diles a tus emperifollados amigos y relacionados, que sí tengo diccionario, pero que a la hora de escribir, prefiero consultar a mi corazón, experto en la manifestación plena de sentimientos. Te explicaré porqué: Los diccionarios son libros tristes, repletos de palabras carentes de emoción, de vitalidad, de anhelos y de instinto genial. Díselo a esos mariquitas perfumados, que te acorralan con preguntas necias y huevonas.

Quizá por ello, el admirado maestro mejicano José Vasconcelos, se lamentó de la escasez de vocablos sublimes en nuestro idioma. En efecto, Guiomar Cecilia, tan inmensos compendios de palabras inoficiosas, más que ayudar, en ocasiones obstruyen la labor de quienes escriben. Son palabras sin tiempo y sin espacio. Estoy convencido de que quienes las crearon, eran piratas del amor y del dolor.

¡Qué paradoja! Los eruditos han creado la ignorancia. Los diccionaristas han diseñado el lenguaje antipoético. Yo encuentro mis razones en las más elementales circunstancias… Porque eso es vida… No podríamos explicarnos una lágrima, si antes no pensáramos que se perece a un río… si las palmeras no cayeran y murieran sobre la arena, resultaría imposible imaginar el dolor… No conoceríamos la tristeza, si la trinitaria no la padeciera con frecuencia.

Por eso, amor mío, prefiero las palabras vitales, esas que a todo impregnan un carácter humano. ¿Y sabes qué Guiomar Cecilia? Voy a nombrar para tí mis palabras predilectas, sinceras y encantadoras: tristeza, amor, camino, semilla y lejanía.

La primera es inmensa. Abraza al mundo, como a quien la carga. La segunda es tan profunda como aquella, pero recibe con frecuencia nuestra ingratitud. La tercera, solitaria y estática, se parece a nosotros cuando nos arrepentimos. (“Los caminos siempre están pensando en detenerse”). La cuarta tiene el secreto de la felicidad y de la lluvia. Y la quinta, mi niña consentida, - la que más me gusta, pero de la que debes apartarte- nos asedia y nos invita. Pensando en ella, unos escriben cartas… algunos inician un largo silencio… y otros comienzan un infinito suplicio de impensables ordalías.

¡Ah! Diles a los malparidos puristas, y presumiblemente maricas, que se meten contigo por mi culpa, -diles de mi parte- ¡que se vayan todos a la mierda!... ¡Coño!... ¡Cómo jode la gente!...

A Rodrigo le gustó abril para morirse

In memorian Rodrigo Olivella Correa
No recuerdo porqué, aquella tarde caliginosa y húmeda, Rodrigo y yo terminamos hablando de la muerte y de cómo nos gustaría recibirla. Retozábamos bajo un laurel frondoso, que escuchaba silente las ideas ligeras y los conceptos escapados en tropel, en un sencillo y espontáneo intento por desmitificar a la fatídica parca y quebrantar sus múltiples connotaciones, en una sociedad como la nuestra, donde a la muerte, por razones culturales y religiosas, se le teme…se le huye… se le tiene pánico…

Pero bien recuerdo que Rodrigo expresó su gusto por abril para morirse, y yo, conociéndole, pensé que era un asunto de poesía, sutileza y talante. Por mi parte, le repetí mis deseos de morir un diciembre en mi pueblo, en medio del fragor de una parranda, acompañado por amigos bohemios y trashumantes y por un ramillete de rameras de buena estirpe, sin que ello signifique el final de la bacánica orgía.

Por aquellas calendas, Rodrigo, con singular empeño, se dedicaba a la elaboración de una revista conmemorativa de su equipo del alma, Unión Magdalena, y además, sucumbía con frecuencia ante el sugestivo recuerdo de una monumental hembra venezolana, que le llamaba con especial ternura desde el azabache territorio del Teniente Coronel, Hugo Chávez Frías, por cierto, una caricatura incomprensible entre Bolívar y Castro.

Y pasaron los días… La Divina Providencia no quiso complacerme matándome aquel diciembre, pero me dejo prisionero por siempre en una silla de ruedas, mientras que el inspirado y fragante abril se llevó al bueno de Rodrigo… ¡sólo porque le dio la puta gana!

Ante la ocurrencia de este tipo de circunstancias, siempre me pregunto: ¿Por dónde andaba Dios y su inútil escolta celestial? Y en mi caso particular… ¿acaso merezco estar en el centro de tan mayúscula ordalía? ¿Qué hice?... ¿O qué dejé de hacer?

Al parecer, ser hombre significa sufrir desde el llanto del recién nacido, hasta el último gemido del agonizante. ¿Para qué sirve esa corriente caudalosa y sangrante del dolor humano?... ¡Dios!... ¿Dónde estás?... Prometo señor, desde mi dolida y lacerante rebeldía, que éste será mi último ruego: Concédeme por favor, la humilde y mística simplicidad de la fe…

¡Aleluya!... El criticado periodismo local mostró los dientes para implantar sonrisas en los rostros de anónimos magdalenenses


En la denominada ‘sociedad globalizada’ que nos ha correspondido vivir, certeramente visionada por McLujan, los medios de comunicación y en especial los periodistas, están llamados a jugar un papel muy importante en el desarrollo y esplendor de las comunidades, aunque a muchos les cueste reconocer la trascendencia incalculable de esta profesión, en ocasiones subvalorada, mil veces vilipendiada, pero de la que todos intentan valerse, siempre que las circunstancias así lo determinen.

El periodista de hoy debe ser un luchador social, que contribuya con frecuencia a mejorar la realidad de su entorno; que señale con dignidad, errores y situaciones anómalas que puede ayudar a mejorar, valido del incuestionable y no bien utilizado poder de los medios de comunicación, histórico caballito de batalla de unos y otros. El verdadero periodista debe ser vocero de los conflictos y las evidentes carencias de vulnerables comunidades, que ante las frustraciones sufridas a diario, provenientes de los estamentos políticos y de la clase dirigencial, comienzan a mirar al comunicador como soporte fundamental en la solución de sus más apremiantes necesidades.

Si el trabajo periodístico es realizado en un entorno donde prime la ética y la moralidad, la ciudadanía termina entendiendo que la fervorosa actividad comunicacional, puede resultar determinante en la construcción efectiva de desarrollo social, de verdadera democracia, y actuar con éxito en la defensa vehemente de los derechos del hombre, elemento básico e imprescindible en la edificación consistente y seria de la paz.

En la incomprensible aldea en que vivimos, vergonzosamente anclada en el tiempo, se volvió costumbre el ejercicio de una critica irrazonable y despiadada en grado sumo hacia los medios y los periodistas, a quienes exigen mayor participación y militancia comprometida en la denuncia de causa populares, en el entendido de que esa es una de las funciones básicas del periodismo actual… ¡Joden y joden!... ¡Gritan y blasfeman, según ellos, huérfanos de apoyo y solidaridad! Y repiten hasta la saciedad, en parques y cafetines, que los periodistas locales son lacayos de corruptos políticos y prehistóricos dirigentes; que son siempre frágiles y sobornables, incapaces e inoficiosos.

Pero como dicen unas cosas, deberían decir otras. Ya en los dolorosos estertores de diciembre, el redactor de El Tiempo en esta capital, Leonardo Herrera Delgans, un excelente comunicador, de claros ancestros cienagueros, pero con la indeseada pinta de seminarista cachaco y expulsado, hizo pública una lamentable situación, que afectaba a varias docenas de ancianos en el Departamento, a quienes hace ya muchos meses, de puro vacile, sin más allá y sin más acá, les bajaron sus dinosáuricas pero aún útiles dentaduras, con la promesa de que serían reemplazadas por modernas prótesis, fabricadas con materiales de última tecnología… Y hasta el sol de hoy…

La noticia, aparecida en el único diario nacional con el despliegue merecido, fue bien presentada, en un claro ejemplo de ágil reportería, por cierto, género central del periodismo. La información, seria y bien documentada, con buen soporte gráfico, lograba despertar en el lector distintas reacciones ante la crudeza del testimonio que contenía. Confieso que de la rabia inicial por la cipote vacilada que le pegaron al venerable grupo de ancianos, esparcido por el Departamento, pasé a la risa ingenua y espontánea, producida por la actitud franca del campesino que mostraba con envidiable desparpajo, el vacío crudo y pesimista de sus encías, que parecían huérfanas y humilladas por las extracciones efectuadas en medio de la prisa que genera el discurrir de campañas políticas, o hechas al calor de irresponsables implementaciones de programas sociales, en desesperados intentos por mostrar resultados, pobres y extemporáneos como las íngrimas encías que ahora lucen estos desafortunados magdalenenses, y que les obliga a ocultarlas con especial disimulo, en un comprensible acto de elemental vergüenza provinciana.…

Conocido el hecho, el arquitecto Omar Díazgranados, gobernador electo por esos días, se apresuró a tomar cartas en el asunto, y deben recordar, que fue uno de los temas tratados en el discurso de posesión, con la formal promesa de que la pronta solución del escabroso tema, tendría prioridad en su naciente administración. ¡Y al gobernador hay que creerle! Ahora ostentan una esplendorosa pero vacía sonrisa, de oreja a oreja, pletórica de esperanzas, y todo gracias a la correcta denuncia presentada por un periodista eficaz y autónomo, que sólo cumplía con su apasionado deber. Y todos callan ante la clara, rápida y positiva labor mediadora del periodismo raizal. Es el clásico silencio de los cómplices...

Si así no hubiere ocurrido, estos anónimos coterráneos a quienes debemos respeto y consideración, se hubieren llevado la vacilada del siglo, y presumo que bajo la débil sombra de sus ya raídos sombreros vueltiaos, se hubiese eternizado en sus arrugados y tostados rostros, la lamentable y hueca sonrisa que por ahora, todavía les avergüenza. En ese orden de ideas, y en honor a la justicia, resulta merecido un público reconocimiento a una gestión de los medios, de profunda humanidad y sentido social.

Este es un cuento como pocos, con un final acelerado y feliz, gracias a un periodista del patio, como quedó anotado, con cara de cachaco mamasantón, pero orgulloso practicante de un periodismo serio y al servicio indeclinable de la sociedad. ¡Aleluya!… El buen periodismo, por lo menos en esta ocasión, sacó sus efectivos dientes, para ponerles dientes también, a una carrandanga de magdalenense pobres y desprotegidos, víctimas de una broma de pésimo gusto: Les habían robado la bíblica resignación de sus dramáticas sonrisas...

sábado, 12 de enero de 2008

Los redactores de ‘Crónica Roja’, a diario pisotean dignidades y honras

Semillero de periodistas ‘Álvaro Cepeda Samudio’

Para comenzar, distinguidos estudiantes practicantes y periodistas en ejercicio, asignados al cubrimiento de temas judiciales, no insistan en autoproclamarse ‘redactores judiciales’. Es lamentable que nadie les haya explicado la verdadera connotación del concepto ‘Crónica Judicial’.

En realidad, es el género destinado al comentario y análisis de los sucesos discurridos en los altos Tribunales de Justicia; por tanto exige un tratamiento especializado y cuidadoso. El periodista que cumple tales funciones, debe poseer conocimientos relativos a la mecánica procesal y a la terminología jurídica. Por ello es frecuente, que algunos medios extranjeros, prefieran a profesionales del Derecho, para la cobertura adecuada de esta importante franja, insólitamente menospreciada en ocasiones.

¿Ustedes creen, respetados periodistas, que por desglosar confusos boletines generados por las incapaces Oficinas de Prensa de las instituciones policiales, se les debe considerar cronistas judiciales? Lo que ustedes hacen, a duras penas, podríamos considerarlo Crónica Roja. Es decir, el relato un tanto especulativo de hechos sangrientos o catastróficos; o de casos de delitos comunes, generalmente contra la propiedad privada y el honor sexual. No son más que circunstancias con matices sensacionalistas, carentes de interés político, económico o cultural.

Resultaría extenso y tedioso, citar normatividades constitucionales y penales existentes en torno al tema de los derechos fundamentales, basados en el concepto de la dignidad humana, así como en la primacía de los Derechos Humanos respecto de los demás derechos.

Con el debido respeto, señores propietarios y directores de medios, debo recordarles que en ustedes radica la mayor responsabilidad, en el manejo frecuentemente equivocado que sus empresas otorgan a algunas fuentes periodísticas. A los trabajadores del periodismo, hay que exigirles responsabilidad e investigación, en el propósito de alejarlos del dañino periodismo telefónico y de la vergonzosa transcripción de faxes, con boletines y comunicados repletos de enormes equivocaciones gramaticales, de pésima redacción, de horrorosa ortografía, y de apabullantes faltas de lógica y de prosodia ¡Qué vergüenza!...

Señores que cubren ‘Baranda Judicial’: Ustedes, cada día se pasan por el forro principios elementales como la presunción de inocencia y el derecho al debido proceso, para sólo citar dos conocidas normas garantistas…. ¡Y no pasa nada!... Tienen a la mano una excusa que denota estolidez profesional: “Así estaba en el boletín de la Policía”… ¿Y qué? Qué policía ni que carajo. Ellos han sido entrenados para lidiar con bandidos y facinerosos de todas las layas… Pero ustedes fueron preparados para el ejercicio profesional del periodismo, actividad de la que deberían sentirse siempre orgullosos. ¿Qué tal si Edgar Allan Poe es informado en la eternidad, de la práctica imbécil y tendenciosa que muchos dan a la sección judicial?... ¿O si enteran de lo mismo en su descanso eterno, a Truman Capote, maestro insuperable de tan apasionado e incomprendido género?
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En ocasiones, antes del rendimiento de la denominada versión libre, se han difundido fotografías y establecido condenas, sólo porque necesitan alargar la nota judicial, quizá porque un atolondrado jefe de redacción, todavía cree que la bondad de una noticia radica en su absurda extensión. ¡No imaginan cuánto daño irreparable han causado a personas que ahora soportan el estigma del señalamiento público, porque un comunicador irresponsable, forzado por la hora de cierre y ante la falta de material, se dio a la tarea de escribir falsas versiones y darle rienda suelta a su ignominiosa imaginación.

De forma que las medidas establecidas para proteger al ciudadano que por alguna razón debe comparecer ante la justicia, son a diario pisoteadas por la voracidad insaciable del peor de los tribunales, el de la “opinión pública”, constituido por los adictos al regocijo de conocer pecados ajenos, falsos o reales, consignados en las páginas judiciales, invadidas de sentencias imaginadas y desmedidos vituperios contra personas judicialmente implicadas, que infortunadamente desconocen sus derechos…

A quienes soñamos con el predominio de un periodismo sensato, imparcial y justo, orientador correcto de la opinión publica, nos duele enormemente que los medios sean utilizados para difundir versiones no comprobadas, que sean focos de amarillismo, y más aún, que su hiperbólica voracidad, sea alimentada por venenosas informaciones, filtradas por funcionarios abusivos, seres despreciables que aprovechan sus cargos para divulgar falsas versiones, en busca de favores personales. ¡Ojo periodistas! El periodismo es más serio de lo que muchos de ustedes piensan

En parroquias como la nuestra, a los administradores de justicia no siempre les resulta fácil establecer barreras, tomar distancias, y hasta es posible que resulten influenciados en sus diversos fallos, por las consideraciones subjetivas prevalecientes en el entorno, y a las que, incomprensiblemente, los medios hacen un eco interminable.

Los periodistas judiciales deben responder la pregunta que se impone frente a las situaciones enunciadas: ¿Qué son ustedes: Periodistas o simples transcriptores de confusos boletines, realmente ilegales, inconstitucionales, ofensivos, irrespetuosos y galimáticos, emitidos por los estultos encargados de prensa de los organismos de seguridad?...

¿Saben dónde está el primer ‘lead’ de la historia?

Semillero de periodistas Álvaro Cepeda Samudio

Los géneros periodísticos, como los literarios, son formas de expresión escrita que difieren según las necesidades u objetivos de quienes los elaboran. Durante siglos, antes del surgimiento del llamado lenguaje periodístico, se destacaron dos formas de presentar los hechos: el relato homérico, o sea la presentación de los hechos acorde con su importancia decreciente, colocando en los primeros párrafos lo más importante, y el relato cronológico, es decir, .según su aparición en el tiempo.

Concluimos que éstas son las dos grandes formas de expresión escrita que tuvo la literatura, desde la Antiguedad hasta el Renacimiento, cuando empezaron a surgir nuevas modalidades.

Los relatos homéricos de la antigüedad, presentan la fórmula que hoy, con algunas variantes, se denomina “pirámide invertida” y lead. Por tanto, resulta válido decir, que en el primer libro de la Biblia, el Génesis, se encuentra el primer lead de la historia: “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía ninguna forma., todo era un mar profundo, lleno de oscuridad… Y entonces Dios dijo: Que haya luz… y hubo luz… Después separó a la luz de la oscuridad. Es decir, hizo el día y la noche”… Y así sucesivamente, Dios dispuso las tareas de la creación del mundo en orden decreciente, tal como está consignado en el primer párrafo del Génesis, que viene a ser, señores estudiantes de Comunicación Social y amantes del periodismo, como anotamos, el primer lead de la historia.

Con el paso de los años, el estilo de relatar los hechos según su fuerza decreciente, fue cediendo ante los relatos cronológicos, que seguían con rigor el discurrir temporal, No importaba que el asunto más importante estuviese expresado al final del texto.

A pesar de ello, vale destacar que en algunas obras de Homero, como en la técnica narrativa de García Márquez, incluso en la primera oración del texto aparece el elemento más importante: “Este joven morirá al amanecer…”

En fin, señores, una vez más, “no hay nada nuevo bajo el sol”. Desde 1690, el alemán Tobías Peucer, estableció que en los textos periodísticos debían estar presentes las circunstancias de sujeto, objeto, causa, manera, lugar y tiempo, es decir, casi los mismos elementos de las denominadas cinco preguntas del lead del periodismo anglosajón que se impuso dos siglos después.

Como si fuera poco, Quintiliano, retórico hispano latino que vivió en el primer siglo de nuestra era, ideó un hexámetro interrogativo que servía para responder sobre las circunstancias en que sucedieron los hechos: quis, quid, ubi, quibus auxilis, cur, quomodo y quando (¿Quién?...¿Qué?... ¿Dónde?.. ¿Por qué?... ¿Cómo?... ¿Cuándo?...) La similitud con las famosas cinco preguntas de la escuela anglosajona de periodismo, está a la vista.
El relato cronológico, sin embargo, se impuso posteriormente y fue considerado como el ‘orden natural’ con el que debían expresarse las ideas, hasta bien entrado el 1800. Es curioso saber que en los inicios del periodismo, las noticias no existían como se conocen hoy. Eran relatos de temas diversos, contados de la manera más natural posible, y en estricto orden cronológico.

Según el brasileño José Márquez de Melo, con la invención de la imprenta no nació el periodismo, sino la publicidad y la propaganda. Sólo cuando se dan ciertas condiciones de libertad económica y de pensamiento, a principios de 1700, se puede decir que nace el periodismo como tal.

Demos un gran salto histórico hasta mediados de 1800, cuando se retoma bajo la forma de la pirámide invertida, la idea del hexámetro de Quintiliano, 17 siglos después de creado. Pese a ello, la agencia norteamericana “The Associated Press”, se ha atribuido la invención del reconocido método.

La evolución del periodismo lo llevó en tiempos más recientes, al nacimiento del llamado Nuevo Periodismo, con exponentes como el estadounidense Truman Capote, considerado como uno de sus creadores, y en América Latina, Gabriel García Márquez, máximo representante de las letras en Colombia. El tema del Nuevo Periodismo, sus características y sus principales forjadores y miembros, será motivo de una próxima columna en este blog, creado para quienes viven con pasión el ejercicio de la considerada “profesión más bella del mundo”.

El último de mis cartuchos

A José Alfredo, hijo y confidente

En medio de mis ostensibles limitaciones, unas comprensibles, otras no tanto, es claro que he vivido para mi familia. Ya son treinta años de inmaculada unidad familiar con Muñe, adornada por la existencia de nuestros cuatro hijos, por quienes hemos luchado a brazo partido, en pos de convertirlos en ciudadanos de bien, preparados para enfrentar una sociedad cada vez más intrincada y llena de monumentales escollos.

En cierta forma, la tarea está cumplida, gracias, entre otras cosas, a que los muchachos han entregado magníficos resultados en lo académico y en lo personal. Más que quererlos, tengo por mis hijos una desbordada admiración, que día a día, se fortalece y consolida. Los quiero por igual, como se espera que los padres quieran a los hijos. Pero quiero referirme a José Alfredo, que ya frisa por los veinte años, y es un orgulloso ingeniero mecatrónico, con méritos que me llenan de inmensa satisfacción.

José Alfredo es mi último cartucho, -el requesón, como dice mi madre- y he empezado a descubrir una serie de enormes similitudes entre nosotros, en una plena demostración de la maravilla genética. Claro que mi padre, empedernido y práctico mujeriego, siempre me dijo que seguridad sólo hay en la madre… que lo del padre es cuestión de fe. Así que él tuvo fe en 16 ocasiones, y con 12 distintas mujeres. Claro que papá no supo el cuento del ADN.

Debo decir, sin falsas modestias, -al contrario, pleno de orgullo- que Pepe Feyo, -como le llamo- es un formidable escritor natural, maestro precoz de la ironía, de la frescura, del desparpajo y de la sinceridad caribe, en un marco de corrección en la prosa y cuidado semántico, que me hace pensar en que muy pronto deberá decidir entre la Ingeniería y el Periodismo, y más adelante, pensar en la Literatura.

Pero esta feliz y lógica coincidencia, para Muñe es una escandalosa y aciaga posibilidad:. “Qué horror… ¿Periodista?... Y escribe como tú…. Ay Dios mío… Qué he hecho para merecer esta doble desgracia… ¡Nó señor!… Que ni se le ocurra… Él es un Ingeniero… Tánto esfuerzo para que Jose venga a salir con que le gusta el periodismo… Y si escribe como tú… menos…” Y sigue la perorata… Pero Muñe no sabe del encanto de las letras, del poder de la palabra. Será el tiempo, como casi siempre, el encargado de dirimir esta hoy naciente controversia familiar. Mientras, yo mantendré una prudente distancia, en el intento por garantizar transparencia e imparcialidad en el desarrollo del tema. (¿Podré hacerlo?)

Algún día les contaré el final de esta sencilla historia doméstica, que tiene como protagonistas a una madre porfiada y perseverante en extremo, y a un hijo autónomo y contestario, dedicado a la Ingeniería, pero amante y estudioso de Truman Capote, Tom Wolf, Ernest Hemingway, Álvaro Cepeda Samudio y otros que contribuyeron notablemente a la creación del Nuevo Periodismo. ¡Ánimo Pepe Feyo!...

Con palabras o sin ellas…

A Manolo

Una mañana malparida, el narrador despertó sin la sonoridad de sus palabras. De manera insólita, una romería de fonemas traidores se desgajaron de su alma y abandonaron su garganta, cual exótica y mustia caravana sin norte y sin razones.

Algunos creímos que pronto regresarían. Que le estaban ‘mamando gallo’ al relator alegre… pero nó. Las palabras, como las mujeres, son impredecibles… ¡Quien sabe por dónde andan las ingratas casquivanas!... Pero donde quiera que se encuentren, ya deben saber que su verdadero dueño es un valiente guerrero, que sabe sortear las adversidades.

Al fin y al cabo, sin ellas, el narrador alegre continúa bebiendo los efluvios amorosos de apasionadas hembras. Y además, su amado equipo, no hace méritos para que vuelva a escucharse su singular grito de gol y el popular estribillo que le acompañaba…. ¡Ánimo relator!...Yo, como tú, ahora no sé qué pensar de Dios y su supuesta infinita bondad.

Sin embargo, presiento que una de estas tardes marineras, tejidas con el verdor de la esperanza y el dorado de lo divino, comenzará a caer para ti una hermosa llovizna de vocablos, envueltos en brillante felicidad. Y luego, divisarás en el horizonte policromado, una catajarria de palabras bandidas, de andar cansino, que vuelven sumisas hacia ti, para no volar jamás a otra tormentosa peregrinación.

Esa tarde, seré yo quien grite con renovado júbilo… “Listo… se cayó el cordel… el que gana es el goza”…

“El Savoy”: Inmortal y mágico lupanar

A Odín Vitola Lerma, periodista y bohemio de fina estirpe, y dueño sempiterno de las noches azules de Santa Marta.

Un par de lustros atrás, terminó la existencia del que fuese el más importante burdel de la comarca plateña: El Savoy… Pero su recuerdo permanece indeleble en el corazón y en la próstata de miles de plateños, que dentro de sus pintarrajeadas paredes, se asomaron por vez primera al llamativo mundo del licor y el sexo, de la cabronería y el bíblico encoñamiento.

Las mejores mujeres de la vida, -ridículo eufemismo- en diferentes épocas, provenientes de Cali, Pereira, Magangue, Caucasia o Ayapel, llegaban atraídas por la bien ganada fama del lugar, de singulares características. Aquellas mujeres eran sicólogas naturales, de aire maternal, consejeras expertas y si era del caso, insuperables instructoras en el milenario arte del ajetreo sexual.

Los nombres de algunas de ellas, quedaron grabados a sangre y polvo en la bragueta de plateños que aún añoran con nostalgia a “La copetrán”, “La chammé”, “La corozo”, “La siete polvos”, pintorescos apodos que guardaron identidades jamás averiguadas. ¡Cuántas historias se escondieron detrás de los hoy inolvidables remoquetes!

Es, sin duda, una mancebía inolvidable. Las piezas de las meretrices estaban distribuidas alrededor de la amplia pista de baile, con dos tarimas, para la presentación de las mejores agrupaciones de la época. De sus puertas colgaban placas identificatorias de las numerosas especialidades ofrecidas por la casa: Sexo anal, trompetería; orgasmos múltiples, sadomasoquismo; masturbaciones, circuncisiones para viejos capullos, polvos en hamaca, y todo un extenso catálogo de sugerencias y técnicas sexuales para la siempre numerosa clientela.

¡Pero así son las vainas!... El avance tecnológico, con sus líneas calientes, canales pornográficos; polvos por Internet, la comodidad de los moteles; el nuevo concepto de putería, las campañas contra el Sida, su ya inadecuada localización y las lenguas trasnochadoras de vecinas mamasantonas, terminaron dándole jaque mate al legendario lugar, sin duda, en Plato, más importante que la alcaldía y más necesario que la casa cural.

Quedan muchos recuerdos y anécdotas de sus corpulentos y conflictivos cantineros, Benedicto, Juan “Visita” y el “Avispón verde”, historias que algún día contaré. Otro personaje ‘savoyano’ es la “Saravia”, cocinera inigualable, de sazón erótica garantizada, célebre por su ‘bistec de pato robado’, cuyo ilegal suministro estaba a cargo de sus hijos Manolo y “Chaschás”, frecuentes protagonistas de trifulcas callejeras en el sector de “Culebra”, una especie de Magdalena Medio, en la triste época que aún recordamos.

Este burdel fue también sitio predilecto para despedidas de solteros, como la ofrecida al “Babillo” Romano, que salió de El Savoy a las seis de la mañana de un sábado, acompañado de una excéntrica comitiva de coyas lagrimeantes y amigos enmaizenados, hasta el atrio de la vieja iglesia plateña, a cumplir con el sagrado compromiso de su matrimonio, luego de dos noches de frenética lujuria y bacánicas orgías.

La progresiva desaparición de lugares como El Savoy, implica también la extinción de una especie que llegó a tener, -aunque parezca mentira- una significativa representación social: Los cabrones, una legión de hombres apacibles y vividores, que esperaban con asombrosa parsimonia hasta cuando su cortesana terminara de cumplir con los deberes putañeros.

En este tema, hay que hacerles un merecido reconocimiento a cabrones de alta alcurnia como Lenín Alfonso Amarís y el gran Zamarro, creadores de una escuela de alta cabronería, con distinguidos alumnos y seguidores como Martín Suárez Caballero y Ricardo Barrios Pérez, reputados como los últimos y más brillantes exponentes de la cabronería contemporánea en la región de Plato.

Plateño que se respete… pasó por El Savoy. Negarlo sería como negar la madre. En su interior se libraron epopéyicas reyertas motivadas por promesas de amor incumplidas por bandidas borrachas y angelicales. Muchas de ellas fueron protagonizadas por “Cachito”, “El Yuca” y “El Negro Chicharrón” calificados apenas como aspirantes a cabrones, que se cansaron de repartir trompadas y vulgaridades, al son de trágicas rancheras y alegres vallenatos.

¡Qué lástima! Se acabó El Savoy… y se fueron las míticas hembras de airecillo maternal, llevándose el misterio de sus vidas y el dulce sortilegio de sus encantos. Jamás olvidaré el excitante sonido de misteriosas campanas de pasión, que escapaban de El Savoy para meterse en mi alma nostálgica y provinciana.

¡Qué vaina!... Todavía sueño con aquella hembra de risa cantarina, agridulce como el corozo y espontánea como el agua que brota de la roca, que una tarde se marchó, dejándome huérfano del doble milagro de sus turgentes senos. ¡Bendita seas mi adorada aventurera, promesera de amor y fantasías, que en mil amaneceres aplacaste mis desbordadas ansias juveniles!...

viernes, 11 de enero de 2008

Sé que me quieren… y yo las quiero

El tema de los afectos es una cuestión esencial en el hombre. Tan esencial que creo que es por eso que nos cuesta tanto llegar a la "médula" del asunto.

La verdad es que somos seres incompletos, necesitados de los demás, de su reconocimiento, de su cariño, de su amor y de su manifestación en los afectos. Necesitamos una sonrisa, un gesto cariñoso, un abrazo para poder seguir. Una palmada en el hombro nos puede ayudar más que una sesión de kinesiología, o consolar más que mil palabras. Y, sin embargo, nos ponemos centenares de limitaciones.

Estas limitaciones pueden ser prejuicios, cuestiones culturales y hasta alguna traba sicológica que no nos permite expresarnos con autenticidad. Esto hace que seamos afectivamente inmaduros; nos hace sufrir nuestra soledad. Alcanzar la madurez afectiva es tarea que debemos proponernos todos los días, con absoluta perseverancia, por nuestra convivencia y bienestar.

Cuando el amor honesto y sincero se convierte en hábito, se habla entonces de un amor de amigo. El amor de amistad se coloca decididamente fuera del ambiente familiar y se aparta del color sexual. La confianza y el respeto llevan al amigo a mostrar su interés en el otro, a creer en él y en sus posibilidades de mejoría contínua. Podemos decir que los buenos amigos luchan por superarse en sus virtudes exigiendo comprensión y ejemplo. Es una lástima que dediquemos tan poco tiempo a la amistad.Tener amigos con quien compartir la vida es un regalo precioso que debemos cultivar y cuidar.

Se bien que no soy monedita de oro. Mi amigo Jorge Soto Daza, -el cronista del Tíbiri-Tábara- escribió una vez que la mitad me tiene rabia… y la otra mitad…me busca para lincharme. Quienes me conocen saben que eso me tiene sin cuidado. También sé que tengo dos excelentes amigas, a las que voy a nombrar, porque el amor y la amistad no me avergüenzan. Si además de Muñe cuento con ellas y su cariño, pocas cosas me hacen falta.

Juanita y Johana son esas amigas que todos deseamos. Yo las tengo, por lo que me considero afortunado. Claro que son periodistas… -algo malo debían tener-. Son, para mí, las dos caras de una moneda: La una, dulce, risueña y siempre maternal. La otra, de escandalosa carcajada, maliciosa y franca. Pero ambas encarnan el concepto de la amistad, como la practicamos en el Caribe.

Viven lejos de las rencillas, las intrigas y las murmuraciones propias del medio, en una aldea como Santa Marta, en donde todo se vuelve un cipote problema. Juanita y Johana: Un par de morenas que irradian amistad y nobleza; que luchan día a día por el fortalecimiento de sus respectivas familias. Ellas me encantan porque me encanta la sinceridad; porque le apuesto a la honradez profesional; al ejercicio prístino de una actividad llena de pasión como es el periodismo.

Ojalá que algún día, Lucho y Samir, sus respectivos consortes, tengan que decir lo mismo que yo: “¡Nojoda! Yo soy tan salado que hasta la Muñe me salió buena”…

jueves, 10 de enero de 2008

El occiso, el interfecto y la víctima

Semillero de periodistas "Álvaro Cepeda Samudio"
Con frecuencia encontramos imprecisiones y desinformación en las noticias judiciales. Es lamentable que los redactores de este género, no posean un conocimiento elemental del tema que tratan diariamente. Para ello, no es menester ser abogado, ni experto en hermenéutica jurídica.

Es imperdonable que no sepan distinguir entre chantaje y extorsión, o entre delito y contravención, para sólo citar dos de las figuras penales más comunes en su cotidiano trajinar periodístico.

Si bien es cierto que las entidades penales mencionadas tienen algunos caracteres comunes, no es menos cierto que el uso indistinto de estos vocablos es un acto de irresponsabilidad. El tema se complica cuando se trata de instancias jurídicas, fallos y sentencias, casos en los que el desconocimiento es mayor.

Es deplorable también la redacción estereotipada que emplean, en muchos casos, circunscrita a la repetición textual del boletín policivo. Siempre será saludable para cualquier comunicador dedicado a la baranda judicial, un rápido vistazo a la crónica roja norteamericana de ayer y de hoy. En ella se han nutrido formidables escritores como Edgar Allan Poe y Truman Capote, que nos legaron muestras extraordinarias de su originalidad para confeccionar notas judiciales, génesis indiscutible de sus inolvidables cuentos de suspenso y misterio.

Vale recordar, que la redacción judicial colombiana, lustros atrás, era de excelente nivel, realizada por acuciosos periodistas pragmáticos con alma de sabuesos. Pero la actual, es una descomunal muestra de facilismo, característica funesta de las nuevas generaciones en los diferentes campos laborales.

El judicial es un género desaprovechado. La propia naturaleza del delito, permite al comunicador incursionar en lo humano y lo social, en lo trágico y lo patético, fortificando con ello su condición profesional.

Quienes a diario ofician como redactores de crónica roja en diferentes medios, podrían intentar un mayor desarrollo de crecimiento profesional, mediante la práctica de un periodismo con mejor trato gramatical, mayor conocimiento del tema, y en lo posible, un nuevo enfoque en la redacción del acontecer penal, literariamente atractivo, lejos de la miserable explotación comercial del dolor y de las vicisitudes ajenas.

lunes, 7 de enero de 2008

¡Gracias Lyda!... Una de tus ‘locuras’ me ayuda a vivir

El portugués y a veces comunista José Saramago, comenta que tánto nos cuesta la idea de que tenemos que morir, que siempre buscamos disculpas para los muertos. Es como si anticipadamente estuviésemos pidiendo que nos excusen cuando llegue la ocasión.

En este callejón sin salida al que me arrojó mi complicado cuadro de salud, he aprendido que debemos abrir el tiempo… desentrañarlo…ante el convencimiento, muchas veces, de que la muerte constituye una salida liberadora. Frente a tan hermosa y terrible seducción de los abismos, es confortable voltear la cabeza y descubrir un imaginario pasillo por el que veamos transitar a aquellas personas que de una u otra forma, sin saberlo o sabiéndolo, con su poderoso influjo hayan tenido que ver en el desarrollo de nuestras vidas.

Y cuando descubrimos uno de esos rostros, pensamos con Horacio: “Cada día es el último que para ti alumbra, y agradecerás el amanecer que ya no esperabas”. En mi amplio pasillo imaginario, cada vez que me asomo, aparece en primer plano la imagen de la periodista Lyda Peñalver, y voy a contar porqué.

Corrían los días de 1977. A la sazón, me desempeñaba como funcionario de la Secretaría de Agricultura del Magdalena. Mi vida transcurría entre la bohemia que nació conmigo un día de Santa Cecilia; mis funciones técnicas en la Granja Departamental, y las insalvables cantaletas de Muñe… por cualquier pendejada… por cualquier cosita…por nada…

Ahora siento que el dichoso momento en que Lyda Peñalver apareció en mi vida, representa la suma de varias circunstancias mágicamente dispuestas, para tener en el tiempo y el espacio consecuencias para mí, absolutamente afortunadas.

No era de día ni era de noche. Yo caminaba por la Avenida del Libertador, y ante el llamado de un amigo, debí cruzar la calzada, integrándome, ipso facto, a una reunión de alumnos y profesores de Comunicación Social. No obstante residir sólo a cuadra y media de ésta Facultad, desconocía que allí funcionaras tal institución. Y así quedé en medio de una improvisada tertulia, que pronto creció, en la que se habló de folclor, política, deporte, putería, cacho y religión…

Jamás sabré de dónde brotó la imagen gitana y bohemia de una mujer, que sin preámbulo me espetó: “Oiga señor… yo soy Lyda Peñalver, periodista de Diario del Magdalena… Lo escuché hablar... ¿Le gustaría escribir para nosotros?"... y sin dejarme responder, añadió: "Lléveme los artículos al periódico… si no estoy, me los deja"… Y se largó con el autoritarismo que siempre le acompaña…

¿Escribir?... ¡Eche!... ¿escribir qué?... los parranderos no escribimos. Gritamos… lloramos… cantamos…pero no escribimos… era lo que yo pensaba en aquel momento… Y se fueron largando los días… admito que la insólita invitación me causaba inquietud, pero mi decisión se dilataba, quizá porque el inadecuado ritmo de mi vida por aquellos tiempos, me distraía engañosamente, al permitir que las madrugadas de domingo zarparan de mi corazón naves pletóricas de promesas y pecaminosos amoríos, en un derrotero de acordeones y cantos; en un incesante despojar de polleras almidonadas de deseos; en el ritual frenético y alcahuete del licor y el amor callejero…

Tan hedonistas circunstancias aplazaban mi aceptación al desafío lanzado por Lyda Peñalver, por cierto, un nombre para mi, encantador, por su sonoridad, exclusividad y fonología, como si hubiese sido creado por Delia Fiallo para asignárselo a una protagonista de sus historias.

Y por fin, una tarde de viernes, un acontecimiento fúnebre llamó mi atención. Papel y lápiz. Así nació Clepsidra, columna que durante varios años se mantuvo en la sección editorial de Hoy Diario del Magdalena. Un tanto incrédulo, envié el artículo y le fue guardado a Lyda en recepción. Dos días después, aparecía publicada “La última lágrima”, primera versión de Clepsidra. ¿No es una locura que sin haberme visto antes, sin saber de mí, y por encima de cualquier prejuicio, Lyda me hubiese invitado a escribir para su medio?... ¿No es una locura que yo, sin ninguna experiencia en tal sentido, hubiese aceptado el sorprendente requerimiento?

Y locura mayor, que dos semanas después, formara parte de la plantilla de Diario del Magdalena… y todo por la locura inicial de Lyda Peñalver. Frente a mi difícil condición de salud, creo que escribir, -aunque mal- le da sentido a mi vida. Escribir es la única opción para derrotar la languidez de mis horas, la intensidad de mis episodios depresivos. Resulta difícil encontrar otro oficio donde la subjetividad alcance expresiones tan extremas como en el acto de escribir.

Escribo para no morir de aburrimiento, o para no cometer un asesinato. Es una especie de bendita maldición que me permite seguir contemplando el ineludible paso de los días. Escribo para no morir del todo; para hacerle una trampa a la muerte; para esconderme de Muñe y su litúrgica vigilancia. Por cierto, meses atrás, en el Seguro Social me encontré con Lyda. Y con su típica amabilidad, me saludó con alborozo: “Hola Corma… ¿qué hay de tu vida?”... ¿Vida?... Como si yo tuviera de eso…

¡Qué bellas son las mujeres de mi generación!

En este tema soy taxativo, perentorio, dictatorial… Olvido mi talante democrático. Sólo hay una verdad: Las mujeres de mi generación son las mejores. ¡Y punto! Sus edades hoy fluctúan entre los cuarenta y los cincuenta años. He vuelto a ver algunas: bellas, serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, a pesar de unos cuantos cabellos teñidos, patas de gallo maquilladas o de esa afectuosa celulitis afincada en los muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales… tan hermosamente reales…

Hoy casi todas están casadas… o divorciadas y rejuntadas con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero… y al cuarto… ¡Qué importa! Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería, conservada como una ciudad amurallada, que en ocasiones especiales abre sus puertas a algún distinguido visitante.

¡Qué bellas son las mujeres de mi generación! Crecieron bajo el influjo de la música de los Beatles; asistieron al deslumbrante nacimiento del “boom” latinoamericano. Adoraban a García Márquez y a Cortázar. A Marilyn y a Elvis. A Sandro de América y a José Alfredo Jiménez. A ‘Cheo’ Feliciano y a Alfredo Gutiérrez.

Son herederas de la revolución sexual de la década del 60 y de las corrientes feministas que supieron combinar libertad con coquetería; emancipación con pasión; sexo con pastillas; reivindicación con seducción. Jamás vieron en el hombre al enemigo, pero les cantaban sus verdades. Comprendieron que emancipación era algo más que poner al compañero a lavar el baño, o a cambiar el rollo de papel higiénico, decidieron pactar para vivir en pareja, una forma de convivencia que todavía se critica, pero que ha dado excelentes resultados, y hasta hoy, ha demostrado ser un método insuperable.

Las mujeres de mi generación se adornaban con collares precolombinos; se aburrieron de a minifalda y dejaron por ahí, tirado al desgaire, flecos de su complaciente himen, una noche loca de viernes, después de bailar twist, tomar ron con Pepsi, y dejarse embrujar por alguien que les habló de Vargas Vila, Kafka, Nícola Di Bari, Gonzalo Arango…

En el fondo de sus bolsos, siempre había cajetillas de Camel y Lucky, un tabaquito de marihuana; el infaltable cartoncito de Microgynon, y casi siempre, un libro de Simone de Beauvoir. Si se aburrían de nosotros, nos herían con la voz inmortal de Héctor Lavoe, un auténtico clásico del periodismo y del despecho: “Tu amor es un periódico de ayer”

En los pasillos y cafetines de las universidades, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo, tomando tinto, perdiendo materias y cantando versos de Piero y su personaje ‘Juan Boliche’. A pesar de tanta belleza, supieron ser reinas bien educadas, sin caprichos ni egoísmos. Diosas con sangre humana, capaces de recibir a un amigo nostálgico y borracho, en el azul de una madrugada cualquiera, para calmar su ebria ansiedad, dejándole escuchar “Amada Amante” o “Mi canto sentimental”. ¡Qué bellas son las mujeres de mi generación!

El grito silencioso de unos ojos

María Dolores se vino de la Zona Bananera, trayendo en sus ojos las violetas de los amaneceres, y en sus cabellos, el aroma plural de su comarca: Hermosa, analfabeta y espontánea, como el agua que brota de la roca y baja de la Sierra.

Ahora el rostro moreno y temeroso de María Dolores, asoma entre las frutas que vende en un céntrico lugar de Santa Marta. El manto caluroso de la tarde desquiciada, llena su anonimato de un infinito y enigmático resplandor. Piensa en la soledad de su terruño, que abandonó porque “un grupo de hombres malos, como langostas, llegaban, arrasaban con todo, nos maltrataban, nos amenazaban, mataban y se iban”, según su dolida expresión de impotencia y coraje.

Mientras habla, mueve curiosamente sus manos, como si estuviera a punto de encontrar en el aire el comienzo furtivo de la felicidad. La tragedia de esta negra entristecida, es la misma de miles de personas, que debieron dejar sus casas y parcelas porque estaban en medio de un fuego cruzado que no conocía de virtudes ni de bondades.

María Dolores abriga la esperanza de que hoy la Zona haya recuperado, aunque sea parcialmente, la tranquilidad que la caracterizó durante décadas. Cuando salió de su pueblo, por los cuatro costados se escuchaban las tenebrosas pausas de la sinfonía del demonio, mientras la soledad se posesionaba como nueva y absoluta propietaria.

Dicen que todavía, algunas caprichosas grietas de las centenarias piedras de la Zona, emiten voces de ultratumba como serpientes espantosas; en el polvo de sus pocas calles, viaja el recuerdo absurdo de lo siniestro. De la serranía proviene un asombroso silencio que grita, envuelto en el canto de aves agoreras, llegadas para aplicar pinceladas de terror y desolación.

Las lágrimas de María Dolores pierden su transparencia, al recordar que en su natal Iberia, su corazón se deshojaba en el pecho rústico y honrado de su enervado amante. Era un amor bonito, insinuado en las pupilas, como el lejano perfume incubado en la raíz de un rosal. Pero una noche de septiembre sacaron de la hamaca al hombre de María Dolores, y como en los corridos mejicanos, la brisa trajo noticias de dramáticos balazos que se llevaron también parte de la vida de esta negra esplendorosa pero entristecida.

Y según cuenta, en el umbral de su rancho desvencijado, se desplomó sobre sus propias lágrimas. “No tienen compasión… usted no sabe cómo es la soledad; él era todo para mí…”. Los ojos expresivos de esta morena comienzan a claudicar. Es evidente que una carga infinita de recuerdos llega hasta su alma y regresa convertida en lágrimas extrañamente hermosas: son lágrimas de rabia y amor, sinceras y puras, como la brisa de la nevada. “No sé porque pelean… pero mataron a mi marido.”

Así es. Mujeres como ella pagan los platos que rompen los estamentos de una sociedad que se volvió indolente, abiertamente injusta y desequilibrada. Es prioritario construir y consolidar unas normas básicas de convivencia, que nos comprometan a todos, y sin las cuales no habrá instituciones democráticas ni Estado de derecho.

Cada día crece la necesidad de ejercitar una cultura de paz definida por el desarrollo de la tolerancia, la cooperación y la participación en todos los niveles: la gestión de la práctica democrática y nuevas formas de comunicación. Dios permita que la soledad de Iberia, el pueblito de María, no se repita. Dicen que por allá, hasta la luna se escondió para siempre…

¡Más que pecado, la lujuria es una virtud!

Los diccionarios y los tratados religiosos la definen como un vicio, que desde el siglo VI consiste en el apetito desordenado de los deleites carnales, sólo porque así le pareció a Gregorio El Grande, Sumo Pontífice por esos tiempos, y eso le ha parecido también a los más de doscientos papas que le han sucedido. (¿Y de la pederastia qué?)

Así pues, por obra y gracia del tristemente célebre mandatario católico, desde entonces existe la lujuria, en ejemplar convivencia con sus primos hermanos la ira, el orgullo, la avaricia, la envidia, la pereza y la gula. Y para meterles miedo a los fervorosos creyentes, los doctos jerarcas de la Iglesia, le zamparon a la listica mencionada, un apelativo atemorizante: Los siete pecados capitales. Es hora de que traten de enmendar el error, por lo menos en lo referido a la lujuria.

En lo personal, estimo que el hecho mismo de que el deseo sexual haya sido visto, hipócritamente, con malos ojos durante tánto tiempo, hace que uno se detenga a pensar porqué, sobre todo, tratándose del único pecado que produce placer.

Vale recordar que Gregorio El Grande, fue el primer religioso en ocupar la silla de San Pedro, sin ser hombre culto, ni filósofo, ni teólogo, como lo admiten los anales de la religión católica. Quizá esta condición que poco le favorece, haya incidido en su equivocada determinación. (Dicen que Goyo era medio coralibe, jugador de billar y periodista empírico, pero sagaz para la política, bueno para las alianzas, promesero y furibundo amigo de las posiciones vitalicias)

En todo caso, el deseo de placer es natural en quien lo experimenta. Si nadie resulta dañado en la práctica de esa necesidad; si nadie resulta ofendido por ella o presionado para compartirla, ¿cuál es el problema? Además, la noción de desorden es relativa. Lo que es desorden para unos… ¡no es desorden para mis primas!

Estoy convencido de la urgente necesidad de rescatar a la lujuria de las acusaciones de beatas y santurrones; liberarla pronto del juzgamiento de confesores envidiosos y de los cepos de los puritanos. Es hora de empezar a verla más como virtud que como pecado capital. Aunque para algunos constituya una transgresión de principios religiosos, la lujuria es, precisamente, uno de los mecanismos que nos hace diferentes de los animales, que tienen limitado su deseo sexual a períodos favorables para la procreación. En cambio para nosotros, cualquier tiempo es bueno.

Si mis reflexiones son equivocadas y en efecto la lujuria es un pecado capital… y si es verdad que los lujuriosos van al infierno… que Dios se apiade de Jaime Barbosa, ‘Jaba’, y de mi tío Edulfo Saumeth… ¡Hace rato huelen a carne chamuscada!... ¡Par de depravados!

Al final… todo el mundo se vale de Dios

Semillero de periodistas "Álvaro Cepeda Samudio"
En el crucero de la Santa Rita con la Campo Serrano, en esta bahía refulgente y hermosa que es Santa Marta, cada mañana se instala, como tantos otros, un vendedor de periódicos. Es un cachaco del común: flaco, desgarbado, los dedos y los dientes manchados de nicotina. Pero siempre me ha llamado la atención una especial característica de su puesto de venta: Pone los diarios sobre una mesita, cubiertos con par de grandes cartones. Aunque parezca mentira, no quiere que los transeúntes miren, ni siquiera de reojo, los titulares de los periódicos supuestamente exhibidos.

Una de estas mañanas, con tiempo suficiente, de buen genio, y con el deseo de transmitirle una sana observación, me detuve en su pequeña venta de diarios y revistas, obedeciendo a mi apasionado interés por esta profesión ajena, e intenté explicarle las razones por las que no debía tapar las primeras páginas de los periódicos.

Le dije, por ejemplo, que la portada es el más serio argumento de venta para los clientes ocasionales. Y sobre todo, le insistí en que de esa manera, se ‘tiraba’ el trabajo de quienes ejercitan el arte de titular, sin duda, un de los más venerables en el periodismo, practicado por directores de medios, editores, jefes de redacción y periodistas, que si bien es cierto, con frecuencia acuden a titulares obvios, en ocasiones se muestran geniales y nos dan claras muestras de chispa y malicia.

El hombre me miraba con absoluta indiferencia. Y yo seguía mi perorata: “La primera página de un periódico es para ser exhibida. Está pensada para eso. Debería saber que muchas veces, son los titulares los que atrapan a los compradores. Los cautivan…Por fin habló. Me dijo que a él le importaba un carajo lo que yo decía; que no le gustaba la familia ‘Miranda’. Que si algo le ‘saca la piedra’, es que se detengan en su puesto a gorrear periódico. “No los leen… leen los titulares”… le argumenté con sinceridad. Y me respondió, certero y tajante: “Los titulares son los periódicos. Si los quieren leer, que los compren.”

¡Coño! ¡Qué cachaco tan terco! Me armé de paciencia: “Usted se equivoca”… Y hecho el guevón resolví hacer otro intento con simulada calma: “Un titular muchas veces roza con lo sublime” y creyéndome un inspirado titulador por un minuto, le propuse: “Imagínese que hoy capturan al Mono Jojoy y lo extraditan de inmediato”… “Ajá… ¿y qué?”, me contestó desafiante el cachaco de esta historia. Respondí: “Que en lugar de titular con obviedad, Capturan y extraditan al Mono Jojoy, uno de los diarios titula: ¡Dios existe!... ¿No le parece formidable?... y usted con esos cartones oculta la genialidad de alguien que se ha esforzado por ser original, por cumplir eficazmente con su labor… ¿Se da cuenta?... Lo miré con aires de victoria…

Pero yo no sabía con quien estaba enredado. El porfiado expendedor de periódicos me miró ‘maluco’, sin duda, presa del fastidio que le producía la inusual objeción. “Yo sé que Dios existe”, dijo… “No necesito que pongan preso al Mono Jojoy para saberlo”

Y a renglón seguido, asumiendo una sorprendente postura filosófica, me lanzó la siguiente ráfaga: “Esa es mi creencia… sin embargo, el tema no ha sido explicado con claridad… si existe o nó existe… millones de personas desean que se resuelvan las dudas sobre el tema… ¿Se fija?... Titulares como el que usted dice, y como muchos otros, tengo que ocultarlos… ¿Qué me propone?... ¿Qué la gente se entere, gratis, que Dios existe?... ¿No cree que tan importante información vale por lo menos mil barras?

A estas alturas del forzado diálogo, comprendí que me había metido en ‘camisa de once varas’… El cachaco se dio cuenta de que me tenía contra las cuerdas. Intuyó mi decisión de ‘tirar la toalla’, y arremetió: “Si usted pasa, mira y lee, Dios existe, no compra el periódico. La gente lo adquiere para disfrutar con las calamidades ajenas. La gente busca guerra, torturas, hecatombes, violaciones, atentados terroristas… Si Dios existe, eso no pasa… y si no pasa, yo no vendo periódicos”… ¡Coño!... El cachaco me tenía embolatado…

Ahora fue él quien me miró con destellos de victoria. Con estudiada indiferencia comenzó a prender un cigarrillo. Comprendí que debía poner ‘pies en polvorosa’. Miré hacia atrás: El hombre reía festejando su triunfo mientras dejaba escapar bocanadas de humo, que simulaban graciosas figuras marinas. Era un experto. Fue inevitable que recordara a Popeye… ¡Qué vaina!... El cachaco me jodió… Todavía me mortifica el recuerdo de su carcajada estrepitosa y arrítmica, petrificada en una hilera de dientes amarillos y dispares…

Escribir sobre el amor: ‘Cipote’ compromiso

Mi comadre Rocío Lacouture, ‘jodona’ como siempre, me encontró de sopetón y se aprovechó de mis circunstancias: Estremeció mi silla de ruedas, me mentó la madre; me empujo, me lavó; me tendió, y no me planchó por falta de un tomacorriente cercano.

Todo eso, al expresarme su inconformidad en relación con el tratamiento que he dado a algunos temas, que según ella, ‘deben ser manejados de forma mas prudente’… y de paso, me lanzó un reto: ‘Vea compadre… Escriba distinto, sin malas palabras… por ejemplo… -y de sus labios salió un hermoso desafío- ¡escriba sobre el amor!... y se fue… como se van todas las Lacouture: ¡Sin despedirse y cuando les da la puta gana!... quizá porque recuerdan el poder emanado de la célebre ‘bola de candela’, como es llamado un supuesto pacto con el diablo, obligado a proteger a la familia a cambio de la entrega de unas cuantas almas de amigos y empleados… Yo por eso…

¿Sabe qué comadre? A pesar de mi particular tristeza, por vivir en el intento de superar la adversidad que usted bien conoce, creo que yo si puedo hablar del amor. En mi caso, hablar del amor es hablar de Muñe. El amor,-o ella- es potencia integradora y sanadora. Es un estado surgido de la conciencia que cada día cobra más fuerza en nosotros, dispersando sus conductos más delicados y vehementes. Ya invadidos de amor, es cuando la vida adquiere su verdadero sentido, sin detenerse a pedir permiso, porque amar es el más profundo impulso vital de todos los seres vivos.

Es el amor, comadre, quien nos conecta al corazón del universo. Es una fuerza opulenta que otorga libertad y sabiduría; que nos sensibiliza y seduce para que entreguemos sin reparos, lo más hermoso de nuestra esencia en el curso del camino. Solo el amor nos brinda la oportunidad de transitar el sufrimiento con dignidad.

¡Nunca estamos solos! El amor nos escolta, incluso en momentos de desesperanza. Créeme ‘Chío’, que más allá de cualquier otra alternativa, a pesar de mi desgracia, quiero vivir en amor, con Muñe, en un estado inmutable… e inmortal.

El amor tiene la última palabra frente al desamor o la traición. Nos facilita percibir el aroma de lo invisible; nos muestra la función de la vida; pule nuestros sentidos para deleitarnos con sus acciones; florece lo devastado y es como un vallenato en tono menor.

Es por amor, comadre, que a cada uno de nuestros actos, le ponemos una chispa de locura recóndita que nos hace salir adelante. Y sobre todo, querida Rocío, el amor nos hace vivir en sincronía con Dios, con tu Dios…Y esa afortunada concordancia, es la que permite que tú y yo seamos tan buenos amigos, en este juego malparido y bacano de la vida… a pesar de lo mucho que me jodes…

Los estafadores del zodíaco

Unos minutos en televisión, son suficientes para que los autoproclamados ‘voceros del Universo’ resuelvan y aclaren el día de cualquier televidente. Entregan certezas instantáneas para todo: Amor, trabajo, dinero, salud, suerte, familia… y en fin, para cualquier cosa, circunstancia o sentimiento.

Estos ridículos y sobre maquillados pregoneros del Universo, ofrecen cambiar la suerte del incauto que les entregue su atención. Basta con seguir las orientaciones contenidas en sus predicciones, y sobre el imbécil de turno, comenzarán a descender mil bondades,-dicen ellos- provenientes de enigmáticas galaxias.

Así, hacen el gran negocio. En el mercado de los buscadores de respuestas a un futuro incierto, encuentran al ingenuo perfecto, y por tanto, la oportunidad de aprovechar la demanda de un cándido público, consumidor insaciable de tan lamentables y estultos mensajes.

Tienen la cachaza de afirmar que la Astrología es una ciencia, y por tanto, se consideran ‘científicos cósmicos’… ¡Mandan huevo!... aseguran que sus pronósticos son elaborados a partir de la posición de los ‘cuerpos celestes’. Por la seriedad de estos vaticinios, nadie responde. Por cierto, hay para todos los gustos y exigencias. La oferta es generosa, verbigracia, los horóscopos multifacéticos: predicciones, prevenciones, consejos, remedios milagrosos e instantáneos, para un público ávido de respuestas, que busca terminar la incertidumbre de cada día.

La cartomancia televisiva se ha convertido en una sección fastidiosa, hecha para retrasados mentales. Brujas, quirománticos y adivinos, reunidos bajo el rótulo de ‘remediadores de todos los males humanos’, aprovechan la decadencia de credos y religiones occidentales y el desprestigio de los programas de solución de conflictos, para obtener, bajo la presión mediática, que ígnaros y legos se refugien en las manos de echadores de cartas y adivinos de todas las calañas.

La perversión y mala fe de esta catajarria de adivinadores, es más criticable en tanto va dirigida a un público muy particular: Personas desoladas por problemas económicos, conflictos laborales o preocupaciones amorosas; personas de escasa cultura, agobiadas por el presente, que ante la posibilidad de discernir el futuro, creen encontrar en ellos solución a todos sus problemas. Estos ‘personajes’ a menudo se rodean de objetos que refuerzan la imagen esotérica que pretenden proyectar, como pinturas y mensajes simbólicos que remiten al televidente al concepto de una vigorosa y mítica sabiduría.

A pesar del acelerado avance de la tecnología; de los logros del hombre en distintos espacios, y la creencia de que el espíritu de la razón había penetrado todas las esferas del conocimiento humano, insólitamente, hoy se fortalecen y consolidan los brujos y los adivinos en prensa, radio y televisión, como una muestra más del poder mediático sobre el individuo, de la manipulación de los más indefensos, por el poderoso brazo de la publicidad, la brujería y la religión.

El verdadero concepto de cultura y su masificación

Hay quienes defienden a ultranza el dislate de que una persona culta es algo muy parecido a una enciclopedia andante con un título universitario bajo el brazo, por decir lo menos. Según tal estereotipo, tener cultura entraña saberlo todo. O hablar de disímiles asuntos filosóficos o literarios con la profundidad de un erudito. En fin, disertar sobre lo humano y lo divino a semejanza de un Diderot contemporáneo… ¡Qué equivocados están!

Cultura es un concepto mucho más amplio. Tiene en cuenta infinidad de matices que nada tienen que ver con cátedras ni con pergaminos. Cultura es todo lo que el hombre le aporta con su trabajo a la cotidianidad. No hay cultura plebeya ni cultura aristocrática. Existe la sabiduría humana, que no conoce de estirpes. Estos y otros conceptos no deben soslayarse a la hora de poner en práctica la noble tarea de masificar la cultura.

¿De qué serviría que mil o dos mil compatriotas supieran decodificar un mural de Picasso, o comprendieran cabalmente una obra de Beethoven, o interiorizaran las sugerencias de una película de Spielberg, si no se tiene en cuenta la real cultura de la mayoría?

Por masificación de la cultura debemos entender la voluntad de llevar el conocimiento correspondiente a todos los sectores de nuestra población. No hacer diferencia entre el supuesto intelectual y el aldeano. Darle valor de uso al filón cognoscitivo acumulado durante siglos de existencia.

Masificar la cultura es entregar a la gente lo que en justicia le pertenece, sin subestimaciones de ninguna índole. Con mínimo rigor, cualquiera tendría nivel para apreciar una obra de arte, porque educación y cultura son conceptos que van de la mano. Entreguemos a la cultura su verdadero sentido. No nos distraigamos en las sutilezas de la palabra; no perdamos fuerzas en falsas dicotomías. Empleémoslas en defender a toda costa lo que creemos; usémoslas en atajar cualquier disparate de los que pueden confundir un proceso con una consigna… De eso se trata.

La ‘nojoda’: Un colombianismo que sirve para todo… como la aspirina

Creo firmemente que la expresión ‘nojoda’ es el más grande milagro semántico. ¿Quién sería su inventor? Quienquiera que haya sido, ese anónimo filólogo merece la máxima distinción lingüística universal, por la polifuncionalidad del término, por su extraordinaria belleza fonética; por la fantástica permeabilidad que posee, y en fin, porque una nojoda bien tirada es una sublime melodía, capaz de resolver muchas situaciones enredadas.

En el caribe colombiano, la popular alocución sirve para todo… como la aspirina. Su significado es absolutamente circunstancial, derivado del momento emocional que se viva y de sus diferentes entornos. Así, puede significar sorpresa, dolor, estupefacción, valentía, pusilanimidad, imprudencia, sabiduría, ignorancia…

De forma que la simple adición de una nojoda, imprime a la frase que la antecede, una vigorosa carga explosiva, volviéndola categórica e inapelable. Por estas tierras, la nojoda es nuestra compañera inseparable. Pertenece al alma de los pueblos y su vigencia tiene un fuerte arraigo cultural, por encima de su inexistencia académica. En mi sentir, es un código mágico que facilita el proceso comunicativo, y lanzada con vehemencia, produce resultados milagrosos, por su maravilloso poder de persuasión.

No es de extraña por tanto, la nojoda alucinante y lujuriosa, que brinca desnuda en medio de una acalorada función erótica. O la nojoda sentimental, romántica y cuasi silente, brotada de los labios de un amante sudoroso, mientras desmonta de su complaciente corcel, al término de una apasionante fruición amorosa.

El modo peculiar de hablar costeño, está profundamente influenciado por la musicalidad, la sal y la pimienta, elementos aportados por la cuota africana en nuestro proceso de formación cultural. En esas características radica el éxito de la palabra en referencia.

Alario Di Filipo la incluye en su “Lexicón de colombianismos”, pero sólo en el sentido de ¡no moleste! y apenas apareció consignado en la vigésima primera edición del Diccionario de la Real Academia. No figura en diccionarios como el Larousse y el Salvat. Tampoco en el Diccionario Secreto, de José Camilo Cela, dedicado al análisis de gruesos vocablos.

En ocasiones me pregunto: ¿Qué sería de nosotros sin la nojoda?... Imagino que la vida sería tediosa y sombría, carente del brillo sonoro y lingüístico que dimana de tan útil expresión… ¡Viva la nojoda!...

domingo, 6 de enero de 2008

El vallenato de hoy: Una apología descarada al 'cacho' y a la 'mariconería'

Así es. Una malparida y nociva epidemia de canciones vallenatas pensadas para cachacos, maricas y ‘mantecas’, se ha tomado el gusto y el mercado de la música más importante del patrimonio folclórico nacional, con la complacencia de las casas grabadoras y de los medios de comunicación, acostumbrados a la ‘payola’, que a fuerza de moler música sin ton ni son, facilita la tergiversación del sentir musical de la mayoría.

Lo que está ocurriendo, es un absoluto irrespeto con nuestro folclor, sus raíces y su filosofía. Alguien debería responder por esta insólita masacre cultural. Vale la pena recordar la lamentable tendencia actual de la otrora gloriosa música mejicana, notablemente afectada por la figura de un gordito maricón llamado Juan Gabriel, cantautor de melodías preñadas de diabéticas expresiones, y con reconocido éxito comercial, mientras se silencian las auténticas rancheras, soportadas en elementos clásicos del machismo latinoamericano.

Lo anterior ha dejado espacio para el afianzamiento de la música norteña de aquel país, altamente peligrosa por su contenido apologístico del narcotráfico, del sicariato, del éxodo de indocumentados, el contrabando, la trata de personas y toda clase de manifestaciones delincuenciales.

En el vallenato podría ocurrir un fenómeno similar, si no se establecen oportunas talanqueras a la vergonzosa hemorragia de compositores y cantantes con evidentes muestras de mariconerismo en las letras e interpretaciones del más querido folclor colombiano.

Salvo honrosas excepciones, la canción vallenata de hoy es un culto exagerado a la sensiblería, sobrecargada de ridículos versos, con una estructura melódica repetitiva y un manejo elemental de la rima.

Hoy el compositor lloriquea, se arrodilla, gime por su infinito sufrimiento, evidencia su crasa estolidez, y lo que es peor, acepta y elogia el ‘cacho’ con inusitada resignación… ¡Coño!... ¡Quien pudiera creerlo!... El hombre costeño hilvanando versos de alabanza al hijueputa ‘cacho’.

Nuestro querido folclor, sentimental y bravío, está herido de muerte. Su alma se desparrama como un pulpo arponeado por malnacidos pescadores… ¡Qué lástima! La desbordada comercialización está terminando con su esencia y desviando sus objetivos. Hemos entrado a la lamentable etapa del ‘vallenato travesti’, caracterizado por el imperio de vocecitas atipladas y dulces y por una catajarria de compositores, agrupados en una vergonzosa fábrica de estiércol sentimentaloide.

sábado, 5 de enero de 2008

Ateos: ¿Por donde andáis?..¿Dónde estáis encaletados?..

Mi amigo Víctor Polo Rodríguez, predicador audaz y andariego, me lo advirtió hace tiempo, frente a la barra estriptisera del Tíbiri-Tábara, mientras resistía el asedio pornográfico de una bailarina famélica y degenerada. Con su clásico tono litúrgico, influencia del inmortal Padre Martínez, su maestro por siempre, me espetó: “¿Sabes qué mi llave?...estás quedando solo…la historia está dejándote…te quedaste matriculado entre el nihilismo y el ateismo, y hoy tienes un desfase mayor que el Unión Magdalena… te lo dije mi llave”

Ahora creo que sí. Estoy solo. Ni siquiera haciendo uso del legítimo derecho que asiste a los seres vivos, -incluidos los animales- para buscarse y agruparse con sus iguales, puedo encontrar a alguien para compartir mis viejas ideas filosóficas y religiosas. No encuentro a nadie. Para nada sirve la Internet… ¡Creo que soy el último malparido ateo sobre la tierra!

Sin embargo, guardaba la esperanza de que mi amigo Tony De la Cruz, mantuviera bien fundadas sus irreverentes convicciones. Partí raudo en su búsqueda por los viejos y escuálidos cafés del centro histórico, donde Tony acostumbra a comer prójimo desde bien temprano. Encontré una terrible verdad. Aquel día, mi amigo Tony y el inefable “Catagua”, experto disertador nihilista, habían marchado al Centro de Oraciones al que venían asistiendo. Justamente era el día consagratorio. Dicen que la emoción de ambos era incomparable… ¡Y cómo lucían con sus ropitas nuevas!

Comencé a admitir el fatal pronóstico del audaz predicador. Cierto es que había detectado entre compañeros ateos, un grado de adhesión a lo místico en cualquiera de sus numerosas variantes. Aunque me produjo sospechas, no creí que la situación fuera determinante. Los que no se declaraban abiertamente religiosos, se manifestaban creyentes de alguna tendencia: budistas, nigromantes, teósofos, cartománticos…

De tal forma que si quedan unos pocos ateos, los malparidos están callados como ostras, evidenciando su cobardía. ¿Dónde está esa actitud valerosa que arrancaba de los Presocráticos y se asentaba definitivamente en la Ilustración, declarando proscritas las supersticiones y aceptando al mundo visible como única realidad? ¿Qué pasó Tony?...

Nunca como ahora, se percibe un retorno exagerado al mundo de los terrores. Proliferan adivinos de todas las layas y sectas estrambóticas de sonoros nombres. ¡Eche!... ¿Dónde están los ateos? ¿Dónde se han metido esos manes? Me dejaron solo, cuadro…Comprendo que es muy difícil ser ateo y racionalista. Hay que cargar con la responsabilidad de los propios actos y sus consecuencias, sin poder culpar a destinos inevitables; a dioses vengativos; a cartas caídas al revés; o a la posición equivocada de los astros. Allá ustedes si quieren ser guiados por hechiceros apoyados en báculos de bronce, pontificando sobre una vida de la que nada entienden… ¡Chambones!

No debería uno, después de este episodio que es la vida, esperar castigos…pero tampoco recompensas. Entiendo por ello, que debe ser muy dura la verdad para quienes tienen su esquema mental estructurado sobre una educación inspirada en el premio y en el castigo. Escuchadme, ateos del mundo, si existen todavía: Se avecina una Edad Media peor que la anterior. La Nueva Inquisición, respaldada por la subespecie de los borregos, ahora armada con Internet y sutiles herramientas que no alcanzamos a imaginar, terminará con la heterodoxia. En todo caso, conmigo no cuenten. Me voy para Plato y de allá no me saca nadie.