jueves, 19 de junio de 2008

El discutible papel de los medios en los llamados “paseos de la muerte”… y otras cositas

Semillero de periodistas 'Álvaro Cepeda Samudio'

Algunos estigmas y creencias generalizadas, no son más que la injusta consecuencia de irresponsables y lacerantes aseveraciones, provenientes de parte afectada, tomadas en momentos y circunstancias inadecuados, e hiperbólicamente difundidas y ampliadas sin consideraciones previas, por los medios de comunicación, siempre ávidos de morboso sensacionalismo.

Los seudo reporteros que atienden estos lamentables eventos, -dolorosos en demasía- son azuzados por caricaturescos y sapientes jefes o directores, siempre refugiados en sus impenetrables y lúgubres reinos, lejos del riesgo impensable que implica el ejercicio digno y recto de la actividad periodística en nuestra Nación.

Es claro que ante la premura y el mortificante acoso de sus empleadores, los afanados reporteros ‘se ponen de ruana’ el ponderado principio del ‘equilibrio informativo’. Como en una ensayada comedia teatral, acuden al escenario de los hechos, abren micrófonos, activan grabadoras y encienden videocámaras, alardean de un inusitado y febril entusiasmo, y marcan territorio en el teatro de los acontecimientos, incluso a punta de codos y obscenidades, en aras de captar la reacción primaria y visceral de los padres o más cercanos familiares del fallecido, generalmente un infante de bajo estrato.

Minutos después, los distinguidos y respetables reporteros, casi siempre afectados por la urticaria que les genera el pernicioso ‘Síndrome de la Chiva’, trasmiten vía celular o mediante cualquier otro medio, -de los muchos que entrega la admirable tecnología de hoy- imágenes sin editar de histéricas y despelucadas madres, y difunden con incomprensible satisfacción, las patéticas declaraciones de padres impulsados por el más grande de los dolores: La muerte de un hijo, sin importar las circunstancias en que ocurra.

Triste, por decir lo menos, escuchar a ‘los muchachos de la prensa’, haciendo preguntas con ‘el deseo de la respuesta’, forzando a las cándidas ‘víctimas’ del momento, a decir lo que no piensen ni desean: “¿Pero ustedes van a impetrar una demanda contra el médico y esta entidad… cierto?” “¿O sea que a su hijo le dieron el paseo de la muerte?”

Con frecuencia, los tales ‘paseos de la muerte’ tienen su real causa en la insensatez de los mismos familiares, que una vez detectada cualquier sintomatología en sus niños, despreciando la medicina tradicional, formal, científica, acuden a los cientos de consultorios homeopáticos y esotéricos centros instalados en cualquier garaje, o consultan a la bruja de Gaira, la adivina de Bastidas, la pitonisa de Curinca, la bruja de Fonseca, al médico de San Juan, al indio Manuel María, o lo llevan a rezar donde la niña Juana, porque en el sentir de la abuela, ‘el niño seguro que está ojeado… ¡como es tan gracioso!’…


Es obvio que después del maratónico recorrido por tan excéntricos centros de medicina alternativa y de la cumplida asistencia a tratamientos diseñados por extravagantes estafadores del zodíaco, de la aplicación al pie de la letra de exóticos menjurjes y amarillentas lociones, el desenlace fatal resulte inexorable…

Entonces, en un acto indigno y deshonesto, de complicidad tácita o expresa, padres y familiares ocultan cínicamente el itinerario cumplido antes de llegar a donde debieron ir desde un principio… Ahora es el infortunado médico de turno quien está “en calzas prietas”, por culpa de padres ignorantes y de comunicadores que se toman funciones que no les son propias, y de manera irreflexiva, sindican, enjuician, condenan y penalizan en sus distintos medios, a honestos profesionales de la salud en sus diversas áreas.

Una vez terminado el ya familiar y dramático episodio ‘tercer mundista’, veremos en los horarios noticiosos, que una cámara nos muestra el bien presentado, pero en este caso inútil portal de alguna entidad prestadora de salud, y luego de escuchar una deplorable narración de los hechos, el informe cierra con un lamentable ‘close up’ de la madre adolorida y en comprensible trance semi epiléptico.

Los muchachos de la prensa comienzan a relajarse. Creen haber cumplido con el sagrado deber de informar, fielmente ceñidos al rigor periodístico del que tanto les hablaron aquellos apergaminados e inefables profesores de sus costosas universidades.

Pero inexplicablemente, los entusiastas comunicadores, que aún recuerdan con singular nostalgia las interminables y trepidantes tertulias vividas en la alcahuete cafetería de la sede universitaria donde cursaron sus estudios, e impregnados todavía del aroma inmamable y petulante de ‘la academia’, y siendo como son, participantes frecuentes en vergonzosos y mercachifles eventos, llamados pomposamente Seminarios, Diplomados, Postgrados y Especializaciones, olvidan escandalosamente el más importante presupuesto del periodismo democrático y responsable: El equilibrio informativo.

Al médico involucrado no se le consulta, a pesar de su involuntario papel protagónico en la indeseada situación. No se le concede la oportunidad de defenderse. Los periodistas no indagan suficientemente, no ejercitan sus presumibles condiciones de sabuesos… Si lo hicieren, descubrirían que casi siempre, la responsabilidad de tan lamentables hechos debe ser atribuida al sistema de salud imperante, por su injustificable tramitología, y pocas veces a los médicos vinculados.

Mientras episodios como el descrito se desarrollan y esparcen en el intangible y etéreo ámbito de la radio y la televisión, - por cierto, los medios menos exigentes para el ejercicio periodístico profesional- en las estresantes salas de redacción de los diarios, algunos medianamente serios, otros un tanto menos, y unos terceros, entre divertidos y pintorescos, amarillentos y de fúnebre perfil, pisoteadores cotidianos de la honra y la dignidad ajenas, se efectúan acaloradas reuniones para debatir algunos aspectos relacionados con la más impactante presentación del hecho noticioso, atinente al fallecimiento de otro niño, ‘ad portas’ de cualquier centro de salud. Los esforzados e ilustres participantes, dicen terminar exhaustos después de tan exigente ejercicio intelectual.


Bien temprano, los fieles lectores de cada medio, encuentran titulares insólitamente coincidentes: “Otro paseo de la muerte”… ¡Genial! ¡Incomparable! ¡Soberbio! ¡Inteligente! Se agotan los calificativos para reconocer y alabar el portentoso ingenio y la originalidad de estos inmarcesibles y deslumbrantes trabajadores de la prensa.

Tanto, que después de aquel brillante y descomunal esfuerzo intelectual, se ha vuelto costumbre que los redactores y tituladores responsables de tan luctuosas informaciones, soliciten y se les conceda ‘ipso facto’, permiso remunerado por varios días, con la intención de facilitar el cumplimiento cabal y preciso de algunos procedimientos médicos estimados como imprescindibles, para la plena recuperación de aquellas circunstanciales víctimas del indeseable mal conocido como ‘surmenage’, es decir, una aguda y tormentosa ‘fatiga mental’, derivada del enorme esfuerzo realizado en conjunto, para darle forma definitiva al impecable y sabio titular.

En ninguna parte del mundo circula una noticia con mayor rapidez y eficacia que en nuestra querida aldea, la antiquísima Santa Marta, no precisamente porque los medios locales de comunicación posean modernísimas tecnologías y los más competentes e inquietos investigadores periodísticos, sino porque somos chismosos en esencia, eficaces, gratuitos y avezados difusores de malas noticias.

Una vez obtenido por la prensa el nombre del profesional de la medicina que atendió el caso, -casi siempre en la “Unidad de Urgencias’-, comienza una inconcebible y sádica bacanal en los sórdidos estudios de las emisoras. ¡La cacería ha comenzado! Una jauría de inefables periodistas, armados con la perversidad irreversible de dosis letales de concentrada maledicencia, lanza al aire sus más escondidos rencores y atávicos resentimientos, sin medir ni calcular las nefastas consecuencias de sus palabras y de sus controvertibles acciones.

Así, después de entregar públicamente el nombre completo del profesional comprometido en el hecho, además de la nomenclatura de su residencia, los números de sus teléfonos y entidades donde labora, colocando su integridad en claro riesgo, en un acto de irresponsabilidad suprema y colosal, luego de ‘atizar el fogón’, validos de pobrísimos y estereotipados argumentos referidos a niños famélicos y desamparados, de aludir a las históricas zonas margínales de la ciudad, del cacareado mal trato suministrado en las entidades de salud, a pacientes llegados de los sectores más vulnerables de nuestra folclórica y colorida aldea, de resaltar y sobredimensionar las diferencias sociales, abren micrófonos a osados oyentes, que de inmediato asumen poses de versados periodistas, y pontifican con sorprendente cinismo y torpeza incomparable, sobre lo divino y lo humano.

A juzgar por la actitud de admiración reverencial y evidente solidaridad conceptual asumida por los moderadores y periodistas participante apretujados en cabina, cada vez que alguno de los obtusos miembros de tan lamentable y difamante cofradía del aire toma la palabra, para insultar cobardemente a quienes no pueden responder con la oportunidad ni la eficacia deseada, las profanas y disonantes intervenciones de estos ‘escondidos sabios de cuadra’, intelectuales de ‘poca monta’, insoportables ‘planificadores de billar’, son tomadas por los integrantes del panel, como verdaderas cátedras de Sociología y Antropología Cultural.

Así es. Los casi intangibles señores de la referencia todo lo saben… Conocen la solución definitiva de los más neurálgicos e irresolutos problemas de la ciudad. Se anuncian como los originales precursores de la Mayéutica… Claro que nadie, salvo los periodistas en cabina, entiende tan galimáticas y fastidiosas peroratas.

Como van las cosas, es posible que la heterogénea y risible masa integrada por los estultos, desastrosos y difamantes corresponsales de barrio, -casi siempre politicastros llenos de frustraciones y resentimientos- termine desplazando a los comunicadores del rol protagónico que les corresponde, -por derecho propio- en el cubrimiento, difusión, análisis y seguimiento de los hechos noticiosos.

En fin… es hora de que nuestros comunicadores comiencen a hacer un periodismo integral, serio, y ajustado a los principios y normas que hoy rigen universalmente el ejercicio de esta apasionante actividad, considerada por algunos, ‘la profesión más bella del mundo’… Y como dicen en Taganga, “el que se escame es porque es pesca’o”…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Exiges demasiado.Periodismo objeti
vo a unos gañanes que besan los -
pies del mandatario de turno.Que desconocen el sentido del periodis-mo investigativo.Ademas,siempre es-
tan hablando de la ultima parranda
y afeminando mutuamente sus nom-
bres.No hay en esta aldea un solo
profesional.

Anónimo dijo...

Oscarito te felicito.Gran articulo.
Pero ya conces bien a estos indi-viduos. No puedes esperar otra co
sa. Sencillamente es lo maximo que
pueden dar. Nisiquiera me causan
pena.Te sugiero que pongas alguna
distancia entre tu y esa ralea.