Estamos absolutamente familiarizados con la fantasiosa expresión. Nunca antes hubo una tan conocida… “Se venden minutos”. Es solo una ilusión creada por el reconocido espíritu de rebusque que nos caracteriza, pero muy lejos de la realidad.
Si ello fuere posible, muchos comprarían minutos por cientos de miles, a fin de hacerle pistola a la muerte, y prolongar así la llegada del fatídico momento de ‘estirar la pata’… Yo no los compraría para eso. Al fin y al cabo, la llegada de la muerte me importa un carajo.
Si ello fuere posible, muchos comprarían minutos por cientos de miles, a fin de hacerle pistola a la muerte, y prolongar así la llegada del fatídico momento de ‘estirar la pata’… Yo no los compraría para eso. Al fin y al cabo, la llegada de la muerte me importa un carajo.
La mayoría de avisos y letreros mal elaborados, -que por cierto generan un alto índice de contaminación visual- no especifica la clase de minutos que venden, de forma que cualquier existencialista enguayabado podría interpretar que son minutos de angustia, o una romántica jovenzuela creer que se trata de minutos de amor y amistad inmarcesible.
A su vez, una viuda llena de cirugías podría pensar que son minutos de juventud. Y volverse loca comprándolos todos… En fin… ¿Se ha preguntado usted cuánto vale comprar un año, a 200 pesos el minuto? La hora saldría en $12.000, y un día de 24 horas en $288.000, así que un año no bisiesto costaría $95´120.000. Menos de 100 millones, una cifra pendeja para cualquier ‘traqueto de mala muerte’, o para un burócrata de ‘uña larga’, incluso para cualquier periodista samario ‘bien informado’.
Vendedores de minutos hay hasta en los más inverosímiles lugares: en los parques, a la entrada de las iglesias, a la salida de los cementerios, en los ‘culeaderos’, a domicilio, en las calles, en los buses… ¡Coño! Por todos lados, ‘cuadro’…
A propósito: ¿Quién sería el hijueputa que inventó la telefonía celular? Debió ser un malparido cabrón. No es fortuito que la aparición del fastidioso artefacto, coincida plenamente con el raudo incremento de las estadísticas en materia de ‘cacho corrido’…
A su vez, una viuda llena de cirugías podría pensar que son minutos de juventud. Y volverse loca comprándolos todos… En fin… ¿Se ha preguntado usted cuánto vale comprar un año, a 200 pesos el minuto? La hora saldría en $12.000, y un día de 24 horas en $288.000, así que un año no bisiesto costaría $95´120.000. Menos de 100 millones, una cifra pendeja para cualquier ‘traqueto de mala muerte’, o para un burócrata de ‘uña larga’, incluso para cualquier periodista samario ‘bien informado’.
Vendedores de minutos hay hasta en los más inverosímiles lugares: en los parques, a la entrada de las iglesias, a la salida de los cementerios, en los ‘culeaderos’, a domicilio, en las calles, en los buses… ¡Coño! Por todos lados, ‘cuadro’…
A propósito: ¿Quién sería el hijueputa que inventó la telefonía celular? Debió ser un malparido cabrón. No es fortuito que la aparición del fastidioso artefacto, coincida plenamente con el raudo incremento de las estadísticas en materia de ‘cacho corrido’…
Lo cierto es que formamos parte de una sociedad esclavizada por el alcahuete aparato. En esta ciudad de sol radiante y blancas arenas, creo ser la única persona sin celular. Por tanto, soy mirado como un auténtico cavernícola. ¿Saben lo que me importa? Supongo que sí…
Antes, las mujeres miraban ciertos aspectos de su posible novio o consorte… Ahora, sólo se fijan en el celular que portan… Antes, los potenciales suegros preguntaban a sus futuros yernos sobre los recursos que asegurarían el bienestar de la novia. Ahora preguntan: ¿Ajá loco… y cómo estamos de celular? Si antes se decía que ‘por la maleta se conoce al pasajero’, hoy es ‘por el celular que se conoce al marrano’.
Antes, las mujeres miraban ciertos aspectos de su posible novio o consorte… Ahora, sólo se fijan en el celular que portan… Antes, los potenciales suegros preguntaban a sus futuros yernos sobre los recursos que asegurarían el bienestar de la novia. Ahora preguntan: ¿Ajá loco… y cómo estamos de celular? Si antes se decía que ‘por la maleta se conoce al pasajero’, hoy es ‘por el celular que se conoce al marrano’.
Así es el cuento de la venta de minutos de telefonía celular… No es muy legal… pero es muy colombiano…
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