jueves, 26 de junio de 2008

¡Vaya!… ¡Qué valla!... la de Juan Valdez y su mula baya…

Hoy, bien temprano, ‘boté la piedra’… ¿o acaso la ‘voté’…? A quienes no somos comunicadores sociales profesionales, tecnólogos o técnicos, ni periodistas profesionalizados ni nada parecido; a quienes nunca hemos sucumbido ante la avalancha vergonzosa de Seminarios, Diplomados, Postgrados, Especializaciones, y toda esa amplia gama de mercachifles procedimientos pedagógicos, ofrecidos en el casi delincuencial ámbito de Internet; a quienes jamás hemos pasado por ‘la Academia’, ni siquiera a bordo de un taxi; a quienes no somos más que anónimos y fervorosos lectores, ávidos de información bien presentada, la recurrencia de crasos y elementales errores, -por eso imperdonables- en los medios de comunicación, nos afecta de manera visceral y considerable. Es por eso que hoy, ‘tengo la piedra afuera’

Bien conocida es mi vinculación sentimental con EL INFORMADOR, un diario que por su tradición democrática y su innegable y positiva labor en pro del bienestar departamental, merece el respeto y la admiración de los magdalenenses, más allá de las perniciosas diferencias políticas y de las disímiles versiones en torno a múltiples temas. Así que… ‘entre más amistad, más claridad’…

El último vacile de Currimbi
¡Yo tampoco quería que te fueras, querido Currimbi!… Y lo lamento más ahora, porque el obituario que consignaba tu partida, en este diario, significó también la referencia necrológica y arbitraria de la Ortografía, absurdamente sepultada por un descuido inexcusable, que ante la falta de responsable aparente, debe ser asumido y compartido por la empresa editorial y los profesionales de la comunicación a ella vinculados.…

Sin duda, la intención periodística era buena. El título, apropiado, oportuno y sonoro, sugerente de una comprensible carga emocional, típica de una región como la nuestra, pletórica de sentimiento caribe, en donde todos, -unos más, otros menos- vivimos impregnados de salsa y vallenato, en un goce indescriptible del más puro ‘vacile’ existencialista… ¿Cierto mi llave?...

En mi sentir, ‘el último adiós a Currimbi’, además de emocionado y efusivo, indeleble y doloroso, debió ser también, ‘ortográficamente correcto’… pero ‘la embarraron’… Mis entrañables amigos de EL INFORMADOR, la ‘embarraron bien embarrada’…

Por tanto, no resisto las ganas de recordarles la existencia de algunas palabras, llamadas ‘homófonas’, de similar sonido, pero de escritura y semántica diferentes, entre ellas, ‘vaya’, ‘valla’ y ‘baya’… Debo, además, invitarlos a emplear los diversos signos creados para satisfacer las innumerables necesidades lingüísticas encontradas a cada paso. Retitulemos la nota que origina mi sincero lamento: ¡Ay Currimbi!... ¡No te vayas!...

Si por acá llueve… por allá no escampa…
Pero si este monumental descalabro idiomático ocurrió por los lados de EL INFORMADOR, ‘la metida de pata del vecino de patio’, HOY DIARIO DEL MAGDALENA, no es menos escandalosa.
Para correctores y redactores del importante medio, es válido también el repaso anterior sobre palabras homófonas, y específicamente, ‘hay’, ‘ahí’, ‘ay’… El también desconocido autor de la nota, debió escribir: ¡Ay Currimbi… no te vayas!...

Resulta inconcebible confundir una elemental inflexión del verbo 'haber', con una expresión también elemental, que acompañada de los signos pertinentes, podría sugerir ‘dolor’, ‘alegría’ u otras sensaciones derivadas del respectivo contexto.

El dinámico y funcional desarrollo de la comunicación actual, respondiendo plenamente a lo vaticinado por McLujan, ha institucionalizado la figura del ‘Defensor’ en los distintos medios, con la sabia intención de reducir el irrespeto frecuente de comunicadores y columnistas, al desprevenido usuario. Mientras la quijotesca figura aparece por estos lares… ¿Quién podrá defendernos?... Los lectores somos ‘muertos sin dolientes’…

¿Ajá y entonces? En los casos referidos… ¿quién tuvo la culpa? Sin duda, ‘el tubo tuvo la culpa’…

jueves, 19 de junio de 2008

El discutible papel de los medios en los llamados “paseos de la muerte”… y otras cositas

Semillero de periodistas 'Álvaro Cepeda Samudio'

Algunos estigmas y creencias generalizadas, no son más que la injusta consecuencia de irresponsables y lacerantes aseveraciones, provenientes de parte afectada, tomadas en momentos y circunstancias inadecuados, e hiperbólicamente difundidas y ampliadas sin consideraciones previas, por los medios de comunicación, siempre ávidos de morboso sensacionalismo.

Los seudo reporteros que atienden estos lamentables eventos, -dolorosos en demasía- son azuzados por caricaturescos y sapientes jefes o directores, siempre refugiados en sus impenetrables y lúgubres reinos, lejos del riesgo impensable que implica el ejercicio digno y recto de la actividad periodística en nuestra Nación.

Es claro que ante la premura y el mortificante acoso de sus empleadores, los afanados reporteros ‘se ponen de ruana’ el ponderado principio del ‘equilibrio informativo’. Como en una ensayada comedia teatral, acuden al escenario de los hechos, abren micrófonos, activan grabadoras y encienden videocámaras, alardean de un inusitado y febril entusiasmo, y marcan territorio en el teatro de los acontecimientos, incluso a punta de codos y obscenidades, en aras de captar la reacción primaria y visceral de los padres o más cercanos familiares del fallecido, generalmente un infante de bajo estrato.

Minutos después, los distinguidos y respetables reporteros, casi siempre afectados por la urticaria que les genera el pernicioso ‘Síndrome de la Chiva’, trasmiten vía celular o mediante cualquier otro medio, -de los muchos que entrega la admirable tecnología de hoy- imágenes sin editar de histéricas y despelucadas madres, y difunden con incomprensible satisfacción, las patéticas declaraciones de padres impulsados por el más grande de los dolores: La muerte de un hijo, sin importar las circunstancias en que ocurra.

Triste, por decir lo menos, escuchar a ‘los muchachos de la prensa’, haciendo preguntas con ‘el deseo de la respuesta’, forzando a las cándidas ‘víctimas’ del momento, a decir lo que no piensen ni desean: “¿Pero ustedes van a impetrar una demanda contra el médico y esta entidad… cierto?” “¿O sea que a su hijo le dieron el paseo de la muerte?”

Con frecuencia, los tales ‘paseos de la muerte’ tienen su real causa en la insensatez de los mismos familiares, que una vez detectada cualquier sintomatología en sus niños, despreciando la medicina tradicional, formal, científica, acuden a los cientos de consultorios homeopáticos y esotéricos centros instalados en cualquier garaje, o consultan a la bruja de Gaira, la adivina de Bastidas, la pitonisa de Curinca, la bruja de Fonseca, al médico de San Juan, al indio Manuel María, o lo llevan a rezar donde la niña Juana, porque en el sentir de la abuela, ‘el niño seguro que está ojeado… ¡como es tan gracioso!’…


Es obvio que después del maratónico recorrido por tan excéntricos centros de medicina alternativa y de la cumplida asistencia a tratamientos diseñados por extravagantes estafadores del zodíaco, de la aplicación al pie de la letra de exóticos menjurjes y amarillentas lociones, el desenlace fatal resulte inexorable…

Entonces, en un acto indigno y deshonesto, de complicidad tácita o expresa, padres y familiares ocultan cínicamente el itinerario cumplido antes de llegar a donde debieron ir desde un principio… Ahora es el infortunado médico de turno quien está “en calzas prietas”, por culpa de padres ignorantes y de comunicadores que se toman funciones que no les son propias, y de manera irreflexiva, sindican, enjuician, condenan y penalizan en sus distintos medios, a honestos profesionales de la salud en sus diversas áreas.

Una vez terminado el ya familiar y dramático episodio ‘tercer mundista’, veremos en los horarios noticiosos, que una cámara nos muestra el bien presentado, pero en este caso inútil portal de alguna entidad prestadora de salud, y luego de escuchar una deplorable narración de los hechos, el informe cierra con un lamentable ‘close up’ de la madre adolorida y en comprensible trance semi epiléptico.

Los muchachos de la prensa comienzan a relajarse. Creen haber cumplido con el sagrado deber de informar, fielmente ceñidos al rigor periodístico del que tanto les hablaron aquellos apergaminados e inefables profesores de sus costosas universidades.

Pero inexplicablemente, los entusiastas comunicadores, que aún recuerdan con singular nostalgia las interminables y trepidantes tertulias vividas en la alcahuete cafetería de la sede universitaria donde cursaron sus estudios, e impregnados todavía del aroma inmamable y petulante de ‘la academia’, y siendo como son, participantes frecuentes en vergonzosos y mercachifles eventos, llamados pomposamente Seminarios, Diplomados, Postgrados y Especializaciones, olvidan escandalosamente el más importante presupuesto del periodismo democrático y responsable: El equilibrio informativo.

Al médico involucrado no se le consulta, a pesar de su involuntario papel protagónico en la indeseada situación. No se le concede la oportunidad de defenderse. Los periodistas no indagan suficientemente, no ejercitan sus presumibles condiciones de sabuesos… Si lo hicieren, descubrirían que casi siempre, la responsabilidad de tan lamentables hechos debe ser atribuida al sistema de salud imperante, por su injustificable tramitología, y pocas veces a los médicos vinculados.

Mientras episodios como el descrito se desarrollan y esparcen en el intangible y etéreo ámbito de la radio y la televisión, - por cierto, los medios menos exigentes para el ejercicio periodístico profesional- en las estresantes salas de redacción de los diarios, algunos medianamente serios, otros un tanto menos, y unos terceros, entre divertidos y pintorescos, amarillentos y de fúnebre perfil, pisoteadores cotidianos de la honra y la dignidad ajenas, se efectúan acaloradas reuniones para debatir algunos aspectos relacionados con la más impactante presentación del hecho noticioso, atinente al fallecimiento de otro niño, ‘ad portas’ de cualquier centro de salud. Los esforzados e ilustres participantes, dicen terminar exhaustos después de tan exigente ejercicio intelectual.


Bien temprano, los fieles lectores de cada medio, encuentran titulares insólitamente coincidentes: “Otro paseo de la muerte”… ¡Genial! ¡Incomparable! ¡Soberbio! ¡Inteligente! Se agotan los calificativos para reconocer y alabar el portentoso ingenio y la originalidad de estos inmarcesibles y deslumbrantes trabajadores de la prensa.

Tanto, que después de aquel brillante y descomunal esfuerzo intelectual, se ha vuelto costumbre que los redactores y tituladores responsables de tan luctuosas informaciones, soliciten y se les conceda ‘ipso facto’, permiso remunerado por varios días, con la intención de facilitar el cumplimiento cabal y preciso de algunos procedimientos médicos estimados como imprescindibles, para la plena recuperación de aquellas circunstanciales víctimas del indeseable mal conocido como ‘surmenage’, es decir, una aguda y tormentosa ‘fatiga mental’, derivada del enorme esfuerzo realizado en conjunto, para darle forma definitiva al impecable y sabio titular.

En ninguna parte del mundo circula una noticia con mayor rapidez y eficacia que en nuestra querida aldea, la antiquísima Santa Marta, no precisamente porque los medios locales de comunicación posean modernísimas tecnologías y los más competentes e inquietos investigadores periodísticos, sino porque somos chismosos en esencia, eficaces, gratuitos y avezados difusores de malas noticias.

Una vez obtenido por la prensa el nombre del profesional de la medicina que atendió el caso, -casi siempre en la “Unidad de Urgencias’-, comienza una inconcebible y sádica bacanal en los sórdidos estudios de las emisoras. ¡La cacería ha comenzado! Una jauría de inefables periodistas, armados con la perversidad irreversible de dosis letales de concentrada maledicencia, lanza al aire sus más escondidos rencores y atávicos resentimientos, sin medir ni calcular las nefastas consecuencias de sus palabras y de sus controvertibles acciones.

Así, después de entregar públicamente el nombre completo del profesional comprometido en el hecho, además de la nomenclatura de su residencia, los números de sus teléfonos y entidades donde labora, colocando su integridad en claro riesgo, en un acto de irresponsabilidad suprema y colosal, luego de ‘atizar el fogón’, validos de pobrísimos y estereotipados argumentos referidos a niños famélicos y desamparados, de aludir a las históricas zonas margínales de la ciudad, del cacareado mal trato suministrado en las entidades de salud, a pacientes llegados de los sectores más vulnerables de nuestra folclórica y colorida aldea, de resaltar y sobredimensionar las diferencias sociales, abren micrófonos a osados oyentes, que de inmediato asumen poses de versados periodistas, y pontifican con sorprendente cinismo y torpeza incomparable, sobre lo divino y lo humano.

A juzgar por la actitud de admiración reverencial y evidente solidaridad conceptual asumida por los moderadores y periodistas participante apretujados en cabina, cada vez que alguno de los obtusos miembros de tan lamentable y difamante cofradía del aire toma la palabra, para insultar cobardemente a quienes no pueden responder con la oportunidad ni la eficacia deseada, las profanas y disonantes intervenciones de estos ‘escondidos sabios de cuadra’, intelectuales de ‘poca monta’, insoportables ‘planificadores de billar’, son tomadas por los integrantes del panel, como verdaderas cátedras de Sociología y Antropología Cultural.

Así es. Los casi intangibles señores de la referencia todo lo saben… Conocen la solución definitiva de los más neurálgicos e irresolutos problemas de la ciudad. Se anuncian como los originales precursores de la Mayéutica… Claro que nadie, salvo los periodistas en cabina, entiende tan galimáticas y fastidiosas peroratas.

Como van las cosas, es posible que la heterogénea y risible masa integrada por los estultos, desastrosos y difamantes corresponsales de barrio, -casi siempre politicastros llenos de frustraciones y resentimientos- termine desplazando a los comunicadores del rol protagónico que les corresponde, -por derecho propio- en el cubrimiento, difusión, análisis y seguimiento de los hechos noticiosos.

En fin… es hora de que nuestros comunicadores comiencen a hacer un periodismo integral, serio, y ajustado a los principios y normas que hoy rigen universalmente el ejercicio de esta apasionante actividad, considerada por algunos, ‘la profesión más bella del mundo’… Y como dicen en Taganga, “el que se escame es porque es pesca’o”…

miércoles, 11 de junio de 2008

El tema de ‘el tema’… Un tema monotemático…



A mi díscolo amigo Edgar Salas, ‘Felipe, el hijo desobediente’…
Supongo que el mal uso y el abuso de la palabreja ‘tema’ llegaron del sur, de donde vienen casi todas las anomalías lingüísticas que tanto nos mortifican. Supongo también que su arribo fue facilitado por la ampulosa y antipática verborrea de futbolistas, técnicos y ‘calanchines’ del medio deportivo. Son los mismos que a ‘el chance’ lo convirtieron en ‘la chance’, y a ‘entrenamiento’ en ‘entreno’, como dicen hoy los deslumbrantes jugadores del Unión Magdalena.
‘Tema’ es la muletilla de moda por estos tiempos. Parece innecesario recordar el significado de muletilla, pero lo hago con el ánimo de dar más claridad a esta nota. ‘Muletilla’ es una palabra o frase innecesaria, repetida con insistencia en la conversación, por costumbre o como apoyo al hablar. Bueno, vale, o sea, ¿me explico?, son ejemplos de muletillas muy comunes. Es claro que son expresiones innecesarias, comodines, palabras abstractas, que no aportan significado. Sirven para todo, pero empobrecen la expresión oral.
En mi particular clasificación sobre personajes que usan y abusan de la palabrita ‘tema’, el primer lugar lo ocupa el alcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, - hijo de ‘capitana’ y nieto de ‘dictador’-, y siguiéndole muy de cerca, el flamante alcalde de Santa Marta, Juan Pablo Díaz Granados Pinedo, ‘Juanpi’ para sus amigos y periodistas más allegados, y por supuesto, para los concejales ‘de su sobaco’…
El verdadero cuento, respetado Juanpi, es trabajar por Santa Marta de manera efectiva y tangible. Y en ese tema, hay mucho que discutir…
Como es obvio, políticos de todas las layas, también se pasan el día con ‘el tema’ en la boca. El empobrecido término, resulta apropiado para ‘engatuzar’ a la gente. Para continuar jodiéndola.
Siempre con el debido comedimiento, sugiero al señor alcalde samario, que se aparte de la ‘moda temática’, y recuerde términos aproximados, que bien podrían resultar valederos, puesto que poca veces encontramos sinonimias exactas. Verbigracia, asunto, materia, trama, cuestión, argumento, contenido - idea, materia, motivo, sujeto... Claro que lo ideal es la supresión total de ‘el tema’… Hazlo por Santa Marta, Juanpi… te lo vamos a agradecer… ¡deja ese vacile y ponte a trabajar!…
Lo realmente preocupante no es que los funcionarios citados nos tengan ‘hasta la coronilla’ con ese ‘vacile’, sino que han encontrado un eco desbordado en los comunicadores sociales, especialmente, entre los dedicados a la radio y a la televisión.

Todavía, por fortuna, el ‘monotemático tema’, no ha logrado encajar en medios escritos. ¡Aléjalo, San Alejo!…

viernes, 6 de junio de 2008

Si en realidad los minutos se vendieran…


Estamos absolutamente familiarizados con la fantasiosa expresión. Nunca antes hubo una tan conocida… “Se venden minutos”. Es solo una ilusión creada por el reconocido espíritu de rebusque que nos caracteriza, pero muy lejos de la realidad.

Si ello fuere posible, muchos comprarían minutos por cientos de miles, a fin de hacerle pistola a la muerte, y prolongar así la llegada del fatídico momento de ‘estirar la pata’… Yo no los compraría para eso. Al fin y al cabo, la llegada de la muerte me importa un carajo.

La mayoría de avisos y letreros mal elaborados, -que por cierto generan un alto índice de contaminación visual- no especifica la clase de minutos que venden, de forma que cualquier existencialista enguayabado podría interpretar que son minutos de angustia, o una romántica jovenzuela creer que se trata de minutos de amor y amistad inmarcesible.

A su vez, una viuda llena de cirugías podría pensar que son minutos de juventud. Y volverse loca comprándolos todos… En fin… ¿Se ha preguntado usted cuánto vale comprar un año, a 200 pesos el minuto? La hora saldría en $12.000, y un día de 24 horas en $288.000, así que un año no bisiesto costaría $95´120.000. Menos de 100 millones, una cifra pendeja para cualquier ‘traqueto de mala muerte’, o para un burócrata de ‘uña larga’, incluso para cualquier periodista samario ‘bien informado’.

Vendedores de minutos hay hasta en los más inverosímiles lugares: en los parques, a la entrada de las iglesias, a la salida de los cementerios, en los ‘culeaderos’, a domicilio, en las calles, en los buses… ¡Coño! Por todos lados, ‘cuadro’…

A propósito: ¿Quién sería el hijueputa que inventó la telefonía celular? Debió ser un malparido cabrón. No es fortuito que la aparición del fastidioso artefacto, coincida plenamente con el raudo incremento de las estadísticas en materia de ‘cacho corrido’
Lo cierto es que formamos parte de una sociedad esclavizada por el alcahuete aparato. En esta ciudad de sol radiante y blancas arenas, creo ser la única persona sin celular. Por tanto, soy mirado como un auténtico cavernícola. ¿Saben lo que me importa? Supongo que sí…

Antes, las mujeres miraban ciertos aspectos de su posible novio o consorte… Ahora, sólo se fijan en el celular que portan… Antes, los potenciales suegros preguntaban a sus futuros yernos sobre los recursos que asegurarían el bienestar de la novia. Ahora preguntan: ¿Ajá loco… y cómo estamos de celular? Si antes se decía que ‘por la maleta se conoce al pasajero’, hoy es ‘por el celular que se conoce al marrano’.
Así es el cuento de la venta de minutos de telefonía celular… No es muy legal… pero es muy colombiano…