Eres especial. Definitivamente especial. Debo reconocerlo. ¿Cuántas veces he llegado en ‘temple’ o tambaleante ante ti, para terminar rendido y manso entre tus brazos? ¿Cómo podría definirte de manera plena? ¿Tal vez llamándote ‘alcahueta’?
Me has visto llorar y reír. Me has visto sobrio y me conoces borracho. Has sabido primero que todos de mis muchos fracasos y mis pocos triunfos. Nunca, nunca jamás te he escuchado un reproche. Me reconforta la sensación indescriptible de tenerte a mi lado. Y cuando no estás, te echo de menos. Has sido paciente y has estado dispuesta a complacer en silencio mis caprichos, incluso, sólo para la terca realización de impensables peripecias sexuales. ¡Gracias picarona! Hay días en los que no imaginas cuánto te extraño, aunque no te lo diga.
Siempre que te necesito estás ahí. No me fallas nunca… A propósito… Es hora de confesiones, nena querida… Forzado por las circunstancias, te he traicionado… No hemos podido estar juntos todas las noches… y bueno… tú sabes… entre la fatiga y el deseo, me sentí atraído por otras, y aunque quise evitarlo, no pude…
Dirás que soy traidor y malnacido. Pero como dicen mis primas plateñas, “la carne es débil”… y te fallé. Claro que yo nunca te he jurado fidelidad absoluta y eterna… Tampoco he pedido que me seas fiel para toda la vida. De hecho, yo también he sabido de algunos de tus deslices. Y jamás he reclamado. He comprendido que en estos casos, también fuiste empujada por las circunstancias del momento. Y tú te has dejado hacer, te has dejado llevar, te has dejado... usar.
Suena feo pero así es. Uno que otro ha llegado a casa y se ha metido contigo en la cama. Así que, por ese lado, yo diría que estamos empatados. Pero hoy, reflexionando, me he dado cuenta que tú siempre me has dado más que yo a ti. Admito que he sido egoísta. He ido por la vida sin darme cuenta de las cosas buenas que están a mi alrededor sin valorarlas adecuadamente.
Una joven mujer, que conquistó mi corazón apenas conocerla, ya me lo hizo ver: dijo que en ocasiones no sabemos valorar las oportunidades ni ver las cosa buenas que hay en derredor nuestro… hasta perderlas… A ella también la perdí… Cuando quise apreciarla, era demasiado tarde…
Espero no pase lo mismo contigo… Ahora que te veo, tranquila y en silencio, déjame abrazarte… déjame estar pegado a ti, en un abrazo indecible… casi perpetuo… Aprovecharé el momento para decir, públicamente, que te quiero mucho, almohada mía… almohada de mis sueños y mis intimidades…
Me has visto llorar y reír. Me has visto sobrio y me conoces borracho. Has sabido primero que todos de mis muchos fracasos y mis pocos triunfos. Nunca, nunca jamás te he escuchado un reproche. Me reconforta la sensación indescriptible de tenerte a mi lado. Y cuando no estás, te echo de menos. Has sido paciente y has estado dispuesta a complacer en silencio mis caprichos, incluso, sólo para la terca realización de impensables peripecias sexuales. ¡Gracias picarona! Hay días en los que no imaginas cuánto te extraño, aunque no te lo diga.
Siempre que te necesito estás ahí. No me fallas nunca… A propósito… Es hora de confesiones, nena querida… Forzado por las circunstancias, te he traicionado… No hemos podido estar juntos todas las noches… y bueno… tú sabes… entre la fatiga y el deseo, me sentí atraído por otras, y aunque quise evitarlo, no pude…
Dirás que soy traidor y malnacido. Pero como dicen mis primas plateñas, “la carne es débil”… y te fallé. Claro que yo nunca te he jurado fidelidad absoluta y eterna… Tampoco he pedido que me seas fiel para toda la vida. De hecho, yo también he sabido de algunos de tus deslices. Y jamás he reclamado. He comprendido que en estos casos, también fuiste empujada por las circunstancias del momento. Y tú te has dejado hacer, te has dejado llevar, te has dejado... usar.
Suena feo pero así es. Uno que otro ha llegado a casa y se ha metido contigo en la cama. Así que, por ese lado, yo diría que estamos empatados. Pero hoy, reflexionando, me he dado cuenta que tú siempre me has dado más que yo a ti. Admito que he sido egoísta. He ido por la vida sin darme cuenta de las cosas buenas que están a mi alrededor sin valorarlas adecuadamente.
Una joven mujer, que conquistó mi corazón apenas conocerla, ya me lo hizo ver: dijo que en ocasiones no sabemos valorar las oportunidades ni ver las cosa buenas que hay en derredor nuestro… hasta perderlas… A ella también la perdí… Cuando quise apreciarla, era demasiado tarde…
Espero no pase lo mismo contigo… Ahora que te veo, tranquila y en silencio, déjame abrazarte… déjame estar pegado a ti, en un abrazo indecible… casi perpetuo… Aprovecharé el momento para decir, públicamente, que te quiero mucho, almohada mía… almohada de mis sueños y mis intimidades…
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