sábado, 26 de abril de 2008

¿Al fin qué? ¿El ‘man’ era mala gente?

En Santa Marta, a pesar de todo, de “Barrio Samario”, de las “Águilas Negras”, de “Los Mellizos”, “Care’choque”, mi compadre Jorge Soto Daza y todo el vacile parafernálico que invade a diario a esta seductora parroquia, los acontecimientos delincuenciales forman parte de la ‘canasta familiar’ y se riegan como pólvora.

Cuando ello ocurre, todos fungimos como periodistas, porque aquí todos nos conocemos, y son muchos los lazos familiares y enredos de compadrazgo y amistad sólidamente establecidos. Aquí todo el mundo sabe todo. No deberían por tanto existir tan claras y lamentables contradicciones, entre notas periodísticas referidas al mismo suceso, en especial, de crónica roja, que tantas secuelas dejan cuando no reciben el tratamiento correcto.

La indebida situación ocurre con relativa frecuencia, pero ayer, el par de diarios locales, del que debemos sentirnos orgullosos, por el esfuerzo que representa, en una ciudad árida para la comercialización y displicente para el sostenimiento de empresas e industrias de cualquier tipo, nos ofreció el relato de un mismo hecho judicial, pero con versiones tan diferentes, que los lectores ‘quedamos azules’.

La única coincidencia radicó en el nombre y la edad de la víctima, Jairo Martínez Hernández, de 45 años. De ahí para adelante, los cronistas no parecen referirse al mismo hecho, tal es la diferencia de detalles, horas y circunstancias, con los que desordenadamente construyeron la noticia.

Es fácil advertir que las contradicciones comienzan con la identificación y naturaleza del árbol del que cayó ‘el loco Jairo’. Pero eso es lo de menos. Obsérvese que en HOY DIARIO, el suceso se presenta inicialmente en horas de la noche del jueves, según la ‘bajada’, y dos párrafos más adelante, los mismos lamentables episodios ocurren en horas de la mañana. Finalmente, Jairo Martínez, muere en la noche, en la Clínica Mar Caribe.

En la información que entrega EL INFORMADOR, el occiso cayó de un palo de coco. Esa diferencia no tiene peso en el contexto global de la información. Es un simple detalle accesorio. Pero sí resulta lamentable, que los correspondientes cuerpos de la información, estén plagados de abiertas contradicciones relativas a aspectos que podrían resultar trascendentales, en el curso de eventuales indagaciones.

Ante la justicia y la sociedad, no es lo mismo hacer alusión a un reconocido ‘voyeur’ de determinado sector, con claros antecedentes en tal sentido, según la afirmación de algunos vecinos, como lo consigna HOY DIARIO, que presentar el caso de un simple ‘cogedor de coco’, contratado para realizar dicha labor en un prestigioso plantel educativo de la ciudad, en especial, cuando en Colombia se debate en todos los niveles, la creación y endurecimiento de penas y sanciones para delitos de corte sexual.


EL INFORMADOR habla además de que el interfecto contaba con amplio reconocimiento como persona de bien, mientras HOY DIARIO presenta una desafortunada semblanza del occiso, basado en declaraciones de vecinos y moradores del sector, en apariencia, fastidiados por la inmoral actividad cotidiana de Jairo Martínez. Confieso que en mi caso hubiere titulado: “Cogedor de punta muere en su ley”… si del caso hubiere sido.

¿Era un voyeur? ¿O un esforzado trabajador de oficios varios? ¿El hecho sucedió en la mañana o en la tarde? ¿En Pescaíto o en el Colegio Diocesano? ¿Se desprendió de una altura de 20 metros o de sólo 7 metros? ¿Cayó por qué resbaló o cayó perseguido por un furioso enjambre de abejas? ¿Gozaba o nó del aprecio y la consideración de vecinos y conocidos?

El tema de las inexactitudes e imprecisiones en la información de ‘baranda judicial’, ha sido tratado en varias ocasiones en este humilde blog, que propende por el libre ejercicio de un periodismo ceñido a la realidad de los hechos y a la realidad circundante, sin ocasionar lesiones a la honorabilidad de nadie.

Si ‘el loco Jairo’ era o nó voyeur consuetudinario, es asunto que no nos corresponde dilucidar. Tan sólo podemos hacer un elemental llamado a quienes redactan este tipo de informaciones, para que lo hagan ceñidos a la verdad verdad y a la verdad sumarial, de forma que nosotros, los desprevenidos lectores, podamos crear juicios correctos, sin caer en conceptos precipitados, o con los que podamos hacer daño a la honra de personas que por una u otra razón aparecen involucradas en este tipo de noticias.

Los reclamos airados de familiares y amigos, que se presentan a diario en las direcciones de medios, deberían ser hechos a la Policía Nacional y en su pomposamente llamada Oficina de Prensa, entidad encargada, la mayoría de veces, de suministrar los datos que sirven para la confección de notas judiciales, en periódicos, emisoras de radio, televisión e internet. Tales entidades, generalmente orientadas por personas no capacitadas para esas funciones, día a día, pisotean derechos fundamentales y garantistas de la legislación colombiana.

Y si el cura se emborracha… ¿Qué se puede esperar de los monaguillos?...

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