martes, 1 de abril de 2008

En defensa del clítoris


Luego de la muerte de una jovencita de 14 años, en un centro hospitalario del sur de Egipto, tras haberle sido practicada la llamada 'ablación del clítoris', o extirpación radical del pequeño y grandioso botoncito del placer, -para hablar entre nosotros- las autoridades de ese país han prohibido definitiva y terminantemente esta vieja y aberrante práctica.

Esta barbaridad histórica, -la ablación- eufemísticamente llamada también ‘circuncisión femenina’, es practicada aún en casi todo el mundo árabe, sin distingo entre musulmanes y cristianos. Frente a los múltiples e irresistibles reclamos políticos y de la sociedad civil, provenientes de todas partes del mundo, las autoridades religiosas egipcias han pasado de exigir la ablación como una obligación ineludible, a considerarla un pecado mortal.
Sin embargo, como si se tratase de una ‘gran cosa’, los egipcios se jactan de poseer las mejores técnicas quirúrgicas, practicadas en quirófanos en solo diez minutos, por el módico precio de siete euros. Con batas blancas y aparentes medidas higiénicas, los facultativos de la nación de la esfinge habían logrado rodear a esta horrenda mutilación, de un cierto halo de legitimidad científica.

Cabe anotar, que la ablación se practica también en los países de Occidente, donde habitan colonias de origen oriental. El caso es frecuentemente tocado en los muchos programas referidos a la actividad hospitalaria, que nos presenta la televisión estadounidense. Es fácil presumir que seguirá practicándose en la clandestinidad, por miles y miles de fanáticos, atragantados con El Corán, y realizada por inmundos matarifes armados de cuchillas de afeitar, sometiendo a púberes y adolescente a los riesgos inmediatos que esto implica, sin hablar de lo que significa para la sexualidad de la mujer en su edad adulta.
Siempre he creído que la ablación es un atentado terrorista contra ese fantástico y complejo tramado de terminaciones nerviosas, que por algo y para algo está ubicado en tan estrategico lugar. ¿A qué imbécil se le ocurre atentar contra ese delicioso altarcito de placer y de goce? Nada garantiza que en un pueblo tan diverso, y en algunos aspectos tan primitivo, no siga prevaleciendo esta tradición que espanta y horroriza a las conciencias civilizadas.

Pero sin duda es un gran paso dado por los musulmanes, que ya comienzan a condenar la amputación del clítoris. Se trata de un órgano sagrado que sólo pueblos muy ignorantes, repletos de confusos conceptos religiosos, pueden considerar pecaminoso. Esos pendejos, -definitivamente- no saben de lo que se están perdiendo….por ‘huevones’.
Por cierto: Al clítoris, la imaginación popular le llama ‘pirigallo’. Tendría que ser ‘perigallo’, nombre de la orgullosa cresta que luce el pavo. ¿Se parece o no se parece?... En algunos casos, creo que sí… y bastante… ¡Coño! ¡Que viva el clítoris!...

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