El más remoto origen de los actuales concejos municipales lo encontramos en el Imperio Romano, donde existía una entidad que tenía por objeto el cuidado y embellecimiento de las calles y monumentos públicos. Sus integrantes, llamados ediles, ejercían ad honorem. Era, por tanto, una institución de carácter cívico.
En el caso nuestro, los Concejos Municipales instituidos en el ordenamiento colombiano con rango constitucional, tienen su origen en los Ayuntamientos Españoles que fueron trasplantados a las numerosas colonias hispanoamericanas de la época.Luego de varios intentos por establecer y aclarar las reales funciones de los Concejos, sólo hasta 1886 se determinó que en cada Distrito habría una corporación popular llamada Concejo Municipal y fueron señaladas sus atribuciones.
La reforma de 1968 definió a los concejos como “Corporaciones administrativas de elección popular” y limitó el número de sus integrantes a un mínimo de 6 y un máximo de 20. Nuestra actual ‘Carta Magna’, de 1991, amplió el número de sus integrantes.
El Concejo es el ente coadministrador de la ciudad, por lo que participa en casi todas las grandes decisiones políticas y administrativas. Verbigracia, aprueba el plan de inversiones, presupuestos de rentas y gastos y los distintos proyectos que el ejecutivo municipal tenga a bien presentar, además de las iniciativas propias de los mismos concejales.
Tiene también otras importantes facultades: Es el encargado de autorizar al alcalde para la celebración de contratos y determinar la estructura de la administración, necesaria para el control, preservación y defensa del patrimonio económico y cultural del Distrito. Así mismo, elegir Personero y Contralor distritales.
Es claro entonces, que todas las decisiones tomadas en la ciudad son debatidas, modificadas, reguladas y votadas en el Concejo Municipal. No es descabellado plantear, que el Concejo es el ‘Congreso de la ciudad’. Por todo ello, los concejales son, - en teoría- los primeros y más autorizados representantes de la comunidad. Es una verdadera lástima, que a la hora de elegirlos, no se tengan en cuenta factores como trayectoria, gestión comunitaria, conductas pública y personal, y menos el importante tema de la honestidad comprobada y evidente.
Existe un concepto unánime en torno al hecho de que hace mucho tiempo Santa Marta no tiene un buen Concejo. Habrá tenido, esporádicamente, miembros excepcionales, pero se trata de tener un ente con objetivos comunes. Al fin y al cabo, “una golondrina no hace verano”.
Los concejales han creído, históricamente, que su papel consiste en actuar como intermediarios de favores, en la búsqueda permanente de prerrogativas para favorecer intereses particulares, y por supuesto, los propios. Todo el mundo lo sabe. Y ellos más que nadie. Tanto, que alguna vez, en algún lugar de Colombia, en un acto sublime de sinceridad, un ilustre concejal expresó con vehemencia: “Nos eligen… pero no nos quieren…”
Pero hay algo realmente mortificante. ¿Dónde, cuándo y por qué nació el trato formal de ‘honorables’ para quienes muchas veces no son más que saqueadores de los dineros públicos y cínicos estafadores de la confianza ciudadana?... No podría decir ahora que todos son malos, pero tampoco puedo decir cuáles son los buenos…
Viéndoles reunidos, tratándose de ‘honorables’ entre ellos, en un ridículo y frecuente espectáculo de elogios mutuos, es imperativo recordar una función circense, con la fervorosa complacencia de las amañadas barras y hasta de un silente y cómplice periodismo, -con valerosas excepciones- que nunca o casi nunca, se atreve a cuestionar a la vergonzosa yunta formada por administraciones y concejos distritales.
Desconozco el procedimiento, pero… ¿Habrá un concejal honesto, sensato y realista, que mediante proyecto intente terminar con el desesperante e hiperbólico tratamiento de ‘honorables’ para los miembros de la más importante corporación pública dentro de un régimen democrático?... ¿Podrán los distinguidos periodistas encargados del cubrimiento de la actividad administrativa local, suspender dicho formalismo, por inmerecido y exagerado? Dejar de llamarles ‘honorables’, es un real acto de honorabilidad, señores comunicadores…
Entre otras cosas, como en Colombia hay un día para todos los gremios y actividades… ¿cuál es el día del concejal?... Si todavía no se ha establecido, escuchemos esta propuesta de un satírico poeta español:
Hay quien lo pide, aunque siembre
sin pretensión de cosecha
proponiendo como fecha
el 28 de diciembre.
Fecha notoria, ideal
que define al concejal
Fecha que hallo consecuente
porque no hay ni un concejal
que no se diga inocente
cuando el concejo va mal…
Y por si acaso, como dicen en mi pueblo, “tapón de hierro cola’o”…
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