Unos minutos en televisión, son suficientes para que los autoproclamados ‘voceros del Universo’ resuelvan y aclaren el día de cualquier televidente. Entregan certezas instantáneas para todo: Amor, trabajo, dinero, salud, suerte, familia… y en fin, para cualquier cosa, circunstancia o sentimiento.
Estos ridículos y sobre maquillados pregoneros del Universo, ofrecen cambiar la suerte del incauto que les entregue su atención. Basta con seguir las orientaciones contenidas en sus predicciones, y sobre el imbécil de turno, comenzarán a descender mil bondades,-dicen ellos- provenientes de enigmáticas galaxias.
Así, hacen el gran negocio. En el mercado de los buscadores de respuestas a un futuro incierto, encuentran al ingenuo perfecto, y por tanto, la oportunidad de aprovechar la demanda de un cándido público, consumidor insaciable de tan lamentables y estultos mensajes.
Tienen la cachaza de afirmar que la Astrología es una ciencia, y por tanto, se consideran ‘científicos cósmicos’… ¡Mandan huevo!... aseguran que sus pronósticos son elaborados a partir de la posición de los ‘cuerpos celestes’. Por la seriedad de estos vaticinios, nadie responde. Por cierto, hay para todos los gustos y exigencias. La oferta es generosa, verbigracia, los horóscopos multifacéticos: predicciones, prevenciones, consejos, remedios milagrosos e instantáneos, para un público ávido de respuestas, que busca terminar la incertidumbre de cada día.
La cartomancia televisiva se ha convertido en una sección fastidiosa, hecha para retrasados mentales. Brujas, quirománticos y adivinos, reunidos bajo el rótulo de ‘remediadores de todos los males humanos’, aprovechan la decadencia de credos y religiones occidentales y el desprestigio de los programas de solución de conflictos, para obtener, bajo la presión mediática, que ígnaros y legos se refugien en las manos de echadores de cartas y adivinos de todas las calañas.
La perversión y mala fe de esta catajarria de adivinadores, es más criticable en tanto va dirigida a un público muy particular: Personas desoladas por problemas económicos, conflictos laborales o preocupaciones amorosas; personas de escasa cultura, agobiadas por el presente, que ante la posibilidad de discernir el futuro, creen encontrar en ellos solución a todos sus problemas. Estos ‘personajes’ a menudo se rodean de objetos que refuerzan la imagen esotérica que pretenden proyectar, como pinturas y mensajes simbólicos que remiten al televidente al concepto de una vigorosa y mítica sabiduría.
A pesar del acelerado avance de la tecnología; de los logros del hombre en distintos espacios, y la creencia de que el espíritu de la razón había penetrado todas las esferas del conocimiento humano, insólitamente, hoy se fortalecen y consolidan los brujos y los adivinos en prensa, radio y televisión, como una muestra más del poder mediático sobre el individuo, de la manipulación de los más indefensos, por el poderoso brazo de la publicidad, la brujería y la religión.
Estos ridículos y sobre maquillados pregoneros del Universo, ofrecen cambiar la suerte del incauto que les entregue su atención. Basta con seguir las orientaciones contenidas en sus predicciones, y sobre el imbécil de turno, comenzarán a descender mil bondades,-dicen ellos- provenientes de enigmáticas galaxias.
Así, hacen el gran negocio. En el mercado de los buscadores de respuestas a un futuro incierto, encuentran al ingenuo perfecto, y por tanto, la oportunidad de aprovechar la demanda de un cándido público, consumidor insaciable de tan lamentables y estultos mensajes.
Tienen la cachaza de afirmar que la Astrología es una ciencia, y por tanto, se consideran ‘científicos cósmicos’… ¡Mandan huevo!... aseguran que sus pronósticos son elaborados a partir de la posición de los ‘cuerpos celestes’. Por la seriedad de estos vaticinios, nadie responde. Por cierto, hay para todos los gustos y exigencias. La oferta es generosa, verbigracia, los horóscopos multifacéticos: predicciones, prevenciones, consejos, remedios milagrosos e instantáneos, para un público ávido de respuestas, que busca terminar la incertidumbre de cada día.
La cartomancia televisiva se ha convertido en una sección fastidiosa, hecha para retrasados mentales. Brujas, quirománticos y adivinos, reunidos bajo el rótulo de ‘remediadores de todos los males humanos’, aprovechan la decadencia de credos y religiones occidentales y el desprestigio de los programas de solución de conflictos, para obtener, bajo la presión mediática, que ígnaros y legos se refugien en las manos de echadores de cartas y adivinos de todas las calañas.
La perversión y mala fe de esta catajarria de adivinadores, es más criticable en tanto va dirigida a un público muy particular: Personas desoladas por problemas económicos, conflictos laborales o preocupaciones amorosas; personas de escasa cultura, agobiadas por el presente, que ante la posibilidad de discernir el futuro, creen encontrar en ellos solución a todos sus problemas. Estos ‘personajes’ a menudo se rodean de objetos que refuerzan la imagen esotérica que pretenden proyectar, como pinturas y mensajes simbólicos que remiten al televidente al concepto de una vigorosa y mítica sabiduría.
A pesar del acelerado avance de la tecnología; de los logros del hombre en distintos espacios, y la creencia de que el espíritu de la razón había penetrado todas las esferas del conocimiento humano, insólitamente, hoy se fortalecen y consolidan los brujos y los adivinos en prensa, radio y televisión, como una muestra más del poder mediático sobre el individuo, de la manipulación de los más indefensos, por el poderoso brazo de la publicidad, la brujería y la religión.
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