Mi amigo Víctor Polo Rodríguez, predicador audaz y andariego, me lo advirtió hace tiempo, frente a la barra estriptisera del Tíbiri-Tábara, mientras resistía el asedio pornográfico de una bailarina famélica y degenerada. Con su clásico tono litúrgico, influencia del inmortal Padre Martínez, su maestro por siempre, me espetó: “¿Sabes qué mi llave?...estás quedando solo…la historia está dejándote…te quedaste matriculado entre el nihilismo y el ateismo, y hoy tienes un desfase mayor que el Unión Magdalena… te lo dije mi llave”…
Ahora creo que sí. Estoy solo. Ni siquiera haciendo uso del legítimo derecho que asiste a los seres vivos, -incluidos los animales- para buscarse y agruparse con sus iguales, puedo encontrar a alguien para compartir mis viejas ideas filosóficas y religiosas. No encuentro a nadie. Para nada sirve la Internet… ¡Creo que soy el último malparido ateo sobre la tierra!
Sin embargo, guardaba la esperanza de que mi amigo Tony De la Cruz, mantuviera bien fundadas sus irreverentes convicciones. Partí raudo en su búsqueda por los viejos y escuálidos cafés del centro histórico, donde Tony acostumbra a comer prójimo desde bien temprano. Encontré una terrible verdad. Aquel día, mi amigo Tony y el inefable “Catagua”, experto disertador nihilista, habían marchado al Centro de Oraciones al que venían asistiendo. Justamente era el día consagratorio. Dicen que la emoción de ambos era incomparable… ¡Y cómo lucían con sus ropitas nuevas!
Comencé a admitir el fatal pronóstico del audaz predicador. Cierto es que había detectado entre compañeros ateos, un grado de adhesión a lo místico en cualquiera de sus numerosas variantes. Aunque me produjo sospechas, no creí que la situación fuera determinante. Los que no se declaraban abiertamente religiosos, se manifestaban creyentes de alguna tendencia: budistas, nigromantes, teósofos, cartománticos…
De tal forma que si quedan unos pocos ateos, los malparidos están callados como ostras, evidenciando su cobardía. ¿Dónde está esa actitud valerosa que arrancaba de los Presocráticos y se asentaba definitivamente en la Ilustración, declarando proscritas las supersticiones y aceptando al mundo visible como única realidad? ¿Qué pasó Tony?...
Nunca como ahora, se percibe un retorno exagerado al mundo de los terrores. Proliferan adivinos de todas las layas y sectas estrambóticas de sonoros nombres. ¡Eche!... ¿Dónde están los ateos? ¿Dónde se han metido esos manes? Me dejaron solo, cuadro…Comprendo que es muy difícil ser ateo y racionalista. Hay que cargar con la responsabilidad de los propios actos y sus consecuencias, sin poder culpar a destinos inevitables; a dioses vengativos; a cartas caídas al revés; o a la posición equivocada de los astros. Allá ustedes si quieren ser guiados por hechiceros apoyados en báculos de bronce, pontificando sobre una vida de la que nada entienden… ¡Chambones!
No debería uno, después de este episodio que es la vida, esperar castigos…pero tampoco recompensas. Entiendo por ello, que debe ser muy dura la verdad para quienes tienen su esquema mental estructurado sobre una educación inspirada en el premio y en el castigo. Escuchadme, ateos del mundo, si existen todavía: Se avecina una Edad Media peor que la anterior. La Nueva Inquisición, respaldada por la subespecie de los borregos, ahora armada con Internet y sutiles herramientas que no alcanzamos a imaginar, terminará con la heterodoxia. En todo caso, conmigo no cuenten. Me voy para Plato y de allá no me saca nadie.
Ahora creo que sí. Estoy solo. Ni siquiera haciendo uso del legítimo derecho que asiste a los seres vivos, -incluidos los animales- para buscarse y agruparse con sus iguales, puedo encontrar a alguien para compartir mis viejas ideas filosóficas y religiosas. No encuentro a nadie. Para nada sirve la Internet… ¡Creo que soy el último malparido ateo sobre la tierra!
Sin embargo, guardaba la esperanza de que mi amigo Tony De la Cruz, mantuviera bien fundadas sus irreverentes convicciones. Partí raudo en su búsqueda por los viejos y escuálidos cafés del centro histórico, donde Tony acostumbra a comer prójimo desde bien temprano. Encontré una terrible verdad. Aquel día, mi amigo Tony y el inefable “Catagua”, experto disertador nihilista, habían marchado al Centro de Oraciones al que venían asistiendo. Justamente era el día consagratorio. Dicen que la emoción de ambos era incomparable… ¡Y cómo lucían con sus ropitas nuevas!
Comencé a admitir el fatal pronóstico del audaz predicador. Cierto es que había detectado entre compañeros ateos, un grado de adhesión a lo místico en cualquiera de sus numerosas variantes. Aunque me produjo sospechas, no creí que la situación fuera determinante. Los que no se declaraban abiertamente religiosos, se manifestaban creyentes de alguna tendencia: budistas, nigromantes, teósofos, cartománticos…
De tal forma que si quedan unos pocos ateos, los malparidos están callados como ostras, evidenciando su cobardía. ¿Dónde está esa actitud valerosa que arrancaba de los Presocráticos y se asentaba definitivamente en la Ilustración, declarando proscritas las supersticiones y aceptando al mundo visible como única realidad? ¿Qué pasó Tony?...
Nunca como ahora, se percibe un retorno exagerado al mundo de los terrores. Proliferan adivinos de todas las layas y sectas estrambóticas de sonoros nombres. ¡Eche!... ¿Dónde están los ateos? ¿Dónde se han metido esos manes? Me dejaron solo, cuadro…Comprendo que es muy difícil ser ateo y racionalista. Hay que cargar con la responsabilidad de los propios actos y sus consecuencias, sin poder culpar a destinos inevitables; a dioses vengativos; a cartas caídas al revés; o a la posición equivocada de los astros. Allá ustedes si quieren ser guiados por hechiceros apoyados en báculos de bronce, pontificando sobre una vida de la que nada entienden… ¡Chambones!
No debería uno, después de este episodio que es la vida, esperar castigos…pero tampoco recompensas. Entiendo por ello, que debe ser muy dura la verdad para quienes tienen su esquema mental estructurado sobre una educación inspirada en el premio y en el castigo. Escuchadme, ateos del mundo, si existen todavía: Se avecina una Edad Media peor que la anterior. La Nueva Inquisición, respaldada por la subespecie de los borregos, ahora armada con Internet y sutiles herramientas que no alcanzamos a imaginar, terminará con la heterodoxia. En todo caso, conmigo no cuenten. Me voy para Plato y de allá no me saca nadie.
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