Semillero de periodistas “Álvaro Cepeda Samudio”
El acceso de la mujer a profesiones y actividades históricamente desempeñadas por hombres, ha planteado en el ámbito hispánico, en la práctica, tres posibilidades para su denominación:
1.- Feminización del término masculino. Ej: La tenienta
2.-Comunización del término masculino. Ej: La teniente
3.-Androginización del término masculino. Ej: El teniente
Una voz de enorme prestigio gramatical, la de Manuel Seco, afirmaba rotundamente en 1972: “El femenino es presidenta, no presidente, como tenienta y no teniente”.
Ya es general el tratamiento la doctora, pero aún persiste el hábito de emplear la médico en lugar de la médica. En tal sentido, es lamentable que sean las mismas profesionales, las que promulguen la designación equivocada de sus dignas actividades, masculinizando sus títulos: neurólogo, abogado, ingeniero…
De tal circunstancia, podríamos decir que es un vestigio de la fase fálica, por lo que deberían ser, precisamente las periodistas, las más interesadas en usar, sin temores de ninguna índole, los femeninos correspondientes autorizados por la Real Academia. Verbigracia: catedrática, mandataria, jueza, edila, concejala, tenienta, torera, fontanera…
Lamento que los temores y la timidez para usar los femeninos correctos, persistan y atrasen el desarrollo de nuestra lengua. Hace tiempo que los diccionarios recogen en entradas únicas, arquitecto (ta) e ingeniero (ra), y con definiciones encabezadas por la fórmula ‘persona que’. No obstante, insisten en llamar arquitecto a la arquitecta, e ingeniero a la ingeniera.
Son muchas las personas que todavía hoy, se desconciertan y sorprenden ante el hecho de que las mujeres ocupen cargos o desempeñen funciones; o se dediquen actividades tradicionalmente reservadas a los hombres… y no saben cómo llamarlas. El Diccionario de la Real Academia, hasta 1992, establecía escandalosas desigualdades entre el masculino y el femenino de algunas palabras. Por fortuna, el último DRAE corrige sustancialmente la situación planteada. Es absolutamente recomendable acogernos a tales disposiciones.
Así las cosas, y retomando el ejemplo inicial, de las tres alternativas expuestas, provenientes de la praxis, la opción correcta es la primera… ¡Firme… tenienta!...
El acceso de la mujer a profesiones y actividades históricamente desempeñadas por hombres, ha planteado en el ámbito hispánico, en la práctica, tres posibilidades para su denominación:
1.- Feminización del término masculino. Ej: La tenienta
2.-Comunización del término masculino. Ej: La teniente
3.-Androginización del término masculino. Ej: El teniente
Una voz de enorme prestigio gramatical, la de Manuel Seco, afirmaba rotundamente en 1972: “El femenino es presidenta, no presidente, como tenienta y no teniente”.
Ya es general el tratamiento la doctora, pero aún persiste el hábito de emplear la médico en lugar de la médica. En tal sentido, es lamentable que sean las mismas profesionales, las que promulguen la designación equivocada de sus dignas actividades, masculinizando sus títulos: neurólogo, abogado, ingeniero…
De tal circunstancia, podríamos decir que es un vestigio de la fase fálica, por lo que deberían ser, precisamente las periodistas, las más interesadas en usar, sin temores de ninguna índole, los femeninos correspondientes autorizados por la Real Academia. Verbigracia: catedrática, mandataria, jueza, edila, concejala, tenienta, torera, fontanera…
Lamento que los temores y la timidez para usar los femeninos correctos, persistan y atrasen el desarrollo de nuestra lengua. Hace tiempo que los diccionarios recogen en entradas únicas, arquitecto (ta) e ingeniero (ra), y con definiciones encabezadas por la fórmula ‘persona que’. No obstante, insisten en llamar arquitecto a la arquitecta, e ingeniero a la ingeniera.
Son muchas las personas que todavía hoy, se desconciertan y sorprenden ante el hecho de que las mujeres ocupen cargos o desempeñen funciones; o se dediquen actividades tradicionalmente reservadas a los hombres… y no saben cómo llamarlas. El Diccionario de la Real Academia, hasta 1992, establecía escandalosas desigualdades entre el masculino y el femenino de algunas palabras. Por fortuna, el último DRAE corrige sustancialmente la situación planteada. Es absolutamente recomendable acogernos a tales disposiciones.
Así las cosas, y retomando el ejemplo inicial, de las tres alternativas expuestas, provenientes de la praxis, la opción correcta es la primera… ¡Firme… tenienta!...
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