sábado, 12 de enero de 2008

Los redactores de ‘Crónica Roja’, a diario pisotean dignidades y honras

Semillero de periodistas ‘Álvaro Cepeda Samudio’

Para comenzar, distinguidos estudiantes practicantes y periodistas en ejercicio, asignados al cubrimiento de temas judiciales, no insistan en autoproclamarse ‘redactores judiciales’. Es lamentable que nadie les haya explicado la verdadera connotación del concepto ‘Crónica Judicial’.

En realidad, es el género destinado al comentario y análisis de los sucesos discurridos en los altos Tribunales de Justicia; por tanto exige un tratamiento especializado y cuidadoso. El periodista que cumple tales funciones, debe poseer conocimientos relativos a la mecánica procesal y a la terminología jurídica. Por ello es frecuente, que algunos medios extranjeros, prefieran a profesionales del Derecho, para la cobertura adecuada de esta importante franja, insólitamente menospreciada en ocasiones.

¿Ustedes creen, respetados periodistas, que por desglosar confusos boletines generados por las incapaces Oficinas de Prensa de las instituciones policiales, se les debe considerar cronistas judiciales? Lo que ustedes hacen, a duras penas, podríamos considerarlo Crónica Roja. Es decir, el relato un tanto especulativo de hechos sangrientos o catastróficos; o de casos de delitos comunes, generalmente contra la propiedad privada y el honor sexual. No son más que circunstancias con matices sensacionalistas, carentes de interés político, económico o cultural.

Resultaría extenso y tedioso, citar normatividades constitucionales y penales existentes en torno al tema de los derechos fundamentales, basados en el concepto de la dignidad humana, así como en la primacía de los Derechos Humanos respecto de los demás derechos.

Con el debido respeto, señores propietarios y directores de medios, debo recordarles que en ustedes radica la mayor responsabilidad, en el manejo frecuentemente equivocado que sus empresas otorgan a algunas fuentes periodísticas. A los trabajadores del periodismo, hay que exigirles responsabilidad e investigación, en el propósito de alejarlos del dañino periodismo telefónico y de la vergonzosa transcripción de faxes, con boletines y comunicados repletos de enormes equivocaciones gramaticales, de pésima redacción, de horrorosa ortografía, y de apabullantes faltas de lógica y de prosodia ¡Qué vergüenza!...

Señores que cubren ‘Baranda Judicial’: Ustedes, cada día se pasan por el forro principios elementales como la presunción de inocencia y el derecho al debido proceso, para sólo citar dos conocidas normas garantistas…. ¡Y no pasa nada!... Tienen a la mano una excusa que denota estolidez profesional: “Así estaba en el boletín de la Policía”… ¿Y qué? Qué policía ni que carajo. Ellos han sido entrenados para lidiar con bandidos y facinerosos de todas las layas… Pero ustedes fueron preparados para el ejercicio profesional del periodismo, actividad de la que deberían sentirse siempre orgullosos. ¿Qué tal si Edgar Allan Poe es informado en la eternidad, de la práctica imbécil y tendenciosa que muchos dan a la sección judicial?... ¿O si enteran de lo mismo en su descanso eterno, a Truman Capote, maestro insuperable de tan apasionado e incomprendido género?
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En ocasiones, antes del rendimiento de la denominada versión libre, se han difundido fotografías y establecido condenas, sólo porque necesitan alargar la nota judicial, quizá porque un atolondrado jefe de redacción, todavía cree que la bondad de una noticia radica en su absurda extensión. ¡No imaginan cuánto daño irreparable han causado a personas que ahora soportan el estigma del señalamiento público, porque un comunicador irresponsable, forzado por la hora de cierre y ante la falta de material, se dio a la tarea de escribir falsas versiones y darle rienda suelta a su ignominiosa imaginación.

De forma que las medidas establecidas para proteger al ciudadano que por alguna razón debe comparecer ante la justicia, son a diario pisoteadas por la voracidad insaciable del peor de los tribunales, el de la “opinión pública”, constituido por los adictos al regocijo de conocer pecados ajenos, falsos o reales, consignados en las páginas judiciales, invadidas de sentencias imaginadas y desmedidos vituperios contra personas judicialmente implicadas, que infortunadamente desconocen sus derechos…

A quienes soñamos con el predominio de un periodismo sensato, imparcial y justo, orientador correcto de la opinión publica, nos duele enormemente que los medios sean utilizados para difundir versiones no comprobadas, que sean focos de amarillismo, y más aún, que su hiperbólica voracidad, sea alimentada por venenosas informaciones, filtradas por funcionarios abusivos, seres despreciables que aprovechan sus cargos para divulgar falsas versiones, en busca de favores personales. ¡Ojo periodistas! El periodismo es más serio de lo que muchos de ustedes piensan

En parroquias como la nuestra, a los administradores de justicia no siempre les resulta fácil establecer barreras, tomar distancias, y hasta es posible que resulten influenciados en sus diversos fallos, por las consideraciones subjetivas prevalecientes en el entorno, y a las que, incomprensiblemente, los medios hacen un eco interminable.

Los periodistas judiciales deben responder la pregunta que se impone frente a las situaciones enunciadas: ¿Qué son ustedes: Periodistas o simples transcriptores de confusos boletines, realmente ilegales, inconstitucionales, ofensivos, irrespetuosos y galimáticos, emitidos por los estultos encargados de prensa de los organismos de seguridad?...

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