viernes, 11 de enero de 2008

Sé que me quieren… y yo las quiero

El tema de los afectos es una cuestión esencial en el hombre. Tan esencial que creo que es por eso que nos cuesta tanto llegar a la "médula" del asunto.

La verdad es que somos seres incompletos, necesitados de los demás, de su reconocimiento, de su cariño, de su amor y de su manifestación en los afectos. Necesitamos una sonrisa, un gesto cariñoso, un abrazo para poder seguir. Una palmada en el hombro nos puede ayudar más que una sesión de kinesiología, o consolar más que mil palabras. Y, sin embargo, nos ponemos centenares de limitaciones.

Estas limitaciones pueden ser prejuicios, cuestiones culturales y hasta alguna traba sicológica que no nos permite expresarnos con autenticidad. Esto hace que seamos afectivamente inmaduros; nos hace sufrir nuestra soledad. Alcanzar la madurez afectiva es tarea que debemos proponernos todos los días, con absoluta perseverancia, por nuestra convivencia y bienestar.

Cuando el amor honesto y sincero se convierte en hábito, se habla entonces de un amor de amigo. El amor de amistad se coloca decididamente fuera del ambiente familiar y se aparta del color sexual. La confianza y el respeto llevan al amigo a mostrar su interés en el otro, a creer en él y en sus posibilidades de mejoría contínua. Podemos decir que los buenos amigos luchan por superarse en sus virtudes exigiendo comprensión y ejemplo. Es una lástima que dediquemos tan poco tiempo a la amistad.Tener amigos con quien compartir la vida es un regalo precioso que debemos cultivar y cuidar.

Se bien que no soy monedita de oro. Mi amigo Jorge Soto Daza, -el cronista del Tíbiri-Tábara- escribió una vez que la mitad me tiene rabia… y la otra mitad…me busca para lincharme. Quienes me conocen saben que eso me tiene sin cuidado. También sé que tengo dos excelentes amigas, a las que voy a nombrar, porque el amor y la amistad no me avergüenzan. Si además de Muñe cuento con ellas y su cariño, pocas cosas me hacen falta.

Juanita y Johana son esas amigas que todos deseamos. Yo las tengo, por lo que me considero afortunado. Claro que son periodistas… -algo malo debían tener-. Son, para mí, las dos caras de una moneda: La una, dulce, risueña y siempre maternal. La otra, de escandalosa carcajada, maliciosa y franca. Pero ambas encarnan el concepto de la amistad, como la practicamos en el Caribe.

Viven lejos de las rencillas, las intrigas y las murmuraciones propias del medio, en una aldea como Santa Marta, en donde todo se vuelve un cipote problema. Juanita y Johana: Un par de morenas que irradian amistad y nobleza; que luchan día a día por el fortalecimiento de sus respectivas familias. Ellas me encantan porque me encanta la sinceridad; porque le apuesto a la honradez profesional; al ejercicio prístino de una actividad llena de pasión como es el periodismo.

Ojalá que algún día, Lucho y Samir, sus respectivos consortes, tengan que decir lo mismo que yo: “¡Nojoda! Yo soy tan salado que hasta la Muñe me salió buena”…

No hay comentarios: