miércoles, 2 de enero de 2008

¿Qué tiene de nuevo un año nuevo?


Siempre me he preguntado qué tiene de nuevo un año nuevo… Y siempre concluyo: ¡Nada! Pero la unanimidad existente en torno a la socorrida expresión, demuestra que los hombres sí podemos establecer acuerdos, -expresos o tácitos- de vez en cuando.

El nuevo año viene con los mismos doce meses del anterior, nominados de la misma forma; con las mismas deudas, las mismas fechas patrias y el mismo santoral… pero todo el mundo dice que es nuevo. ¡Pa’ joderlos!...

Sobre el origen, desarrollo y esparcimiento de tal denominación, algunos investigadores atribuyen la iniciativa, a mediados del siglo antepasado, al ciudadano plateño Adolfo Zambrano, propietario de uno de los mejores burdeles de la comarca. En efecto, el buen Adolfo se preocupaba por la renovación anual de su hermoso rebaño de coyas, y anunciaba con insistencia, por calles y callejones de mi pueblo, “año nuevo… coyas nuevas”, mientras ellas, a medio vestir, bailaban eróticas melodías compuestas por el cura de la región, un viejo y libidinoso ciudadano español, que fungía como representante comercial del más cercano antecedente de las “Chicas Águilas”. Por supuesto, ayer como hoy, la estrategia ha resultado súperefectiva.

¿Para qué sirve el año nuevo? Nadie responde. Por tanto, en relación con el tema, he debido formular mis propias hipótesis. Creo, por ejemplo, que el último día del año sirve para que muchos guevones, impregnados del estiércol sentimentaloide de la Nueva Ola del Vallenato, den rienda suelta a sus contaminadas lagrimotas, al recordar los intensos episodios pasionales en que resultaron involucrado, mientras caían, inexorables y despreciadas, las hojas de los calendarios colgados en las paredes de graneros cachacos y de talleres de morbosos mecánicos, que por cierto, tienen a Natalia París, como su patrona única, inamovible y celestialmente pornográfica.

La salida del viejo y la entrada del nuevo año, conforman el marco adecuado para hacer promesas, que obviamente, jamás serán cumplidas. “Te juro, Sandra, que este año no daré más chances a mis compañeras de la Universidad… Sólo tú montarás a mi brioso corcel mecánico”. Se escuchan también promesas realmente esperanzadoras: “Este año si mato a Julio”…Pero qué va…

Propongo, desde esta tribuna orbital, visionada por McLujan, que el 31 de diciembre sea considerado el Día Universal del Embuste. Claro que algunas promesas no deberían plantearse, ante la absoluta imposibilidad de cumplir con ellas: “Mija…este año si dejo la marihuana” o quizá “Tranquila mamita, no jodas tanto…este año nos casamos”.

Los años siempre terminan de la misma manera: Mientras las mujeres hacen sancochos o peligrosos pasteles donde deslizan sutiles agujas, marcados con pitica negra, en el válido intento de matar a la suegra en tan significativa ocasión, los hombres de dedican a mamar ron con amigos y compañeros sindicalistas, y claro, aprovechan para formular entre todos una simpática promesa, en mi sentir, plenamente justificada en muchos casos: “Camaradas, nuestra prioridad este año es la quiebra irreparable de la empresa”…

Por otra parte, mientras suenan los pitos y los locutores realizan una patética descripción del arribo del nuevo año, los reconocidos ‘lisos’, los atrevidos de siempre, arrancan a felicitar mujeres ajenas… ¡Coño! Comienza una inmamable abrazadera tercermundista… un besuqueo sin razón que parece no terminar, mientras la voz putañera del inmortal guarachero Aníbal Velásquez, destroza corazones mantequeros, repitiendo una y otra vez, sin ponerse ronco, “faltan cinco pa’ las doce”…

Y así, todos los años la misma vaina…

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