miércoles, 16 de enero de 2008

Temeraria aproximación a la idiosincrasia del ‘hombre Caribe’ colombiano

Con frecuencia, por calles y callejuelas, de ‘pretil a pretil’, o mediante correo electrónico, anónimos y conocidos, me sugieren detectar, establecer y difundir diferencias entre costeños y ‘cachacos’, en mi opinión, una búsqueda trivial y baladí. Hay tantos cachacos buenos y malos, como costeños nobles y malparidos…

Pleno de la convicción de no contar con las herramientas científicas adecuadas, buscaré complacerlos, ante la reiterada y halagüeña petición, pero más que señalar diferencias, intentaré un perfil básico del hombre Caribe, en virtud de mi propia condición cultural. Los cachacos que hablen de los cachacos… Y como diría “El Cacique de la Junta,”… ‘ahí le va, compadre, ahí le va…’

Bien sabemos que Colombia es un país de países, por la diversidad en su relieve, flora, fauna, clima, y en especial, por su gente. Los aspectos señalados influyen en la determinación del color de piel, el acento marcado de las palabras, pero sobre todo, en los rasgos atinentes a la personalidad.

Si tuviere que recoger, en una sola palabra, el carácter del hombre de la Costa Norte Colombiana, me inclinaría por EXTROVERSIÓN, concepto no necesariamente referido a la parranda y a la bulla, sino enmarcado en una connotación más amplia. Esta manera de ser, la entiendo como la búsqueda permanente de diálogo, de ventilación, de necesidad y alegría de compartir con los demás nuestros propios entusiasmos, experiencias, sueños y preocupaciones

Por eso el hombre Caribe es comunicativo, deliberante y conversador; cuentero nato. Creo que la comunicación, sincera y espontánea, constituye para nosotros una necesidad esencial. En medio de este ‘bololó’ de lamentos y de tristezas en el que vivimos, la dialogicidad nos mantiene vivos. Si abandonáramos la palabra, sería como lanzarnos a los espinosos brazos del olvido.

La hospitalidad y la generosidad son también rasgos que nos distinguen del resto de núcleos poblacionales. Podría enumerar muchos otros, pero algunos muy puntuales seducen mi atención: La facilidad para crear nuevas palabras; el frecuente empleo de hipocorísticos, el uso recurrente de expresiones hiperbólicas; el relato de chistes y el rebautizo de amigos y desconocidos con oportunos apodos, características que conforman el amplio bagaje ‘mamagallístico’ del hombre costeño, animado sólo por la intención de extraer sonrisas.

Sin duda, esta flexibilidad o colorido en el habla costeña, convierte nuestras pláticas habituales en una actividad lúdica, como resultado de los mecanismos conversacionales que empleamos de manera rutinaria.

Como ya expresé, no soy partidario de localizar diferencias entre cachacos y costeños, pero no me resisto a entregar, la que en mi sentir constituye la gran diferencia entre unos y otros: Mientras los cachacos con sus adoradas mujeres ‘hacen el amor’, nosotros las levantamos a pura…

1 comentario:

ALVARO RODRIGUEZ AKLE dijo...

Hola Oscar, me recuerdas aquellas epocas de infancia y juventud en Plato, tierra caribe que nos viò crecer,especialmente la leyenda del hombre caimàn, un representaciòn del imaginario, la creatividad del hombre caribe, por que esta ha tenido valoracion universal.
Lo leido en tu articulo me obliga a reflexionar y efectivamente estar de acuerdo con hacer un pare en la prolongacion de la separacion entre cachacos y costeños, somo una region caribe que hace parte de un pais de regiones, y esto conlleva a una cultura del respeto en el entendimiento alegre, creativo sin estereotipos falsos que esconden la intencion de "dividir para reinar en el centralismo autoritario", responsable directo de mantener en el rezago nuestra region, pero imposible de castrarle la esperanza de una sociedad donde convivamos todos a l lo bien.