A José Alfredo, hijo y confidente
En medio de mis ostensibles limitaciones, unas comprensibles, otras no tanto, es claro que he vivido para mi familia. Ya son treinta años de inmaculada unidad familiar con Muñe, adornada por la existencia de nuestros cuatro hijos, por quienes hemos luchado a brazo partido, en pos de convertirlos en ciudadanos de bien, preparados para enfrentar una sociedad cada vez más intrincada y llena de monumentales escollos.
En cierta forma, la tarea está cumplida, gracias, entre otras cosas, a que los muchachos han entregado magníficos resultados en lo académico y en lo personal. Más que quererlos, tengo por mis hijos una desbordada admiración, que día a día, se fortalece y consolida. Los quiero por igual, como se espera que los padres quieran a los hijos. Pero quiero referirme a José Alfredo, que ya frisa por los veinte años, y es un orgulloso ingeniero mecatrónico, con méritos que me llenan de inmensa satisfacción.
José Alfredo es mi último cartucho, -el requesón, como dice mi madre- y he empezado a descubrir una serie de enormes similitudes entre nosotros, en una plena demostración de la maravilla genética. Claro que mi padre, empedernido y práctico mujeriego, siempre me dijo que seguridad sólo hay en la madre… que lo del padre es cuestión de fe. Así que él tuvo fe en 16 ocasiones, y con 12 distintas mujeres. Claro que papá no supo el cuento del ADN.
Debo decir, sin falsas modestias, -al contrario, pleno de orgullo- que Pepe Feyo, -como le llamo- es un formidable escritor natural, maestro precoz de la ironía, de la frescura, del desparpajo y de la sinceridad caribe, en un marco de corrección en la prosa y cuidado semántico, que me hace pensar en que muy pronto deberá decidir entre la Ingeniería y el Periodismo, y más adelante, pensar en la Literatura.
Pero esta feliz y lógica coincidencia, para Muñe es una escandalosa y aciaga posibilidad:. “Qué horror… ¿Periodista?... Y escribe como tú…. Ay Dios mío… Qué he hecho para merecer esta doble desgracia… ¡Nó señor!… Que ni se le ocurra… Él es un Ingeniero… Tánto esfuerzo para que Jose venga a salir con que le gusta el periodismo… Y si escribe como tú… menos…” Y sigue la perorata… Pero Muñe no sabe del encanto de las letras, del poder de la palabra. Será el tiempo, como casi siempre, el encargado de dirimir esta hoy naciente controversia familiar. Mientras, yo mantendré una prudente distancia, en el intento por garantizar transparencia e imparcialidad en el desarrollo del tema. (¿Podré hacerlo?)
Algún día les contaré el final de esta sencilla historia doméstica, que tiene como protagonistas a una madre porfiada y perseverante en extremo, y a un hijo autónomo y contestario, dedicado a la Ingeniería, pero amante y estudioso de Truman Capote, Tom Wolf, Ernest Hemingway, Álvaro Cepeda Samudio y otros que contribuyeron notablemente a la creación del Nuevo Periodismo. ¡Ánimo Pepe Feyo!...
En medio de mis ostensibles limitaciones, unas comprensibles, otras no tanto, es claro que he vivido para mi familia. Ya son treinta años de inmaculada unidad familiar con Muñe, adornada por la existencia de nuestros cuatro hijos, por quienes hemos luchado a brazo partido, en pos de convertirlos en ciudadanos de bien, preparados para enfrentar una sociedad cada vez más intrincada y llena de monumentales escollos.
En cierta forma, la tarea está cumplida, gracias, entre otras cosas, a que los muchachos han entregado magníficos resultados en lo académico y en lo personal. Más que quererlos, tengo por mis hijos una desbordada admiración, que día a día, se fortalece y consolida. Los quiero por igual, como se espera que los padres quieran a los hijos. Pero quiero referirme a José Alfredo, que ya frisa por los veinte años, y es un orgulloso ingeniero mecatrónico, con méritos que me llenan de inmensa satisfacción.
José Alfredo es mi último cartucho, -el requesón, como dice mi madre- y he empezado a descubrir una serie de enormes similitudes entre nosotros, en una plena demostración de la maravilla genética. Claro que mi padre, empedernido y práctico mujeriego, siempre me dijo que seguridad sólo hay en la madre… que lo del padre es cuestión de fe. Así que él tuvo fe en 16 ocasiones, y con 12 distintas mujeres. Claro que papá no supo el cuento del ADN.
Debo decir, sin falsas modestias, -al contrario, pleno de orgullo- que Pepe Feyo, -como le llamo- es un formidable escritor natural, maestro precoz de la ironía, de la frescura, del desparpajo y de la sinceridad caribe, en un marco de corrección en la prosa y cuidado semántico, que me hace pensar en que muy pronto deberá decidir entre la Ingeniería y el Periodismo, y más adelante, pensar en la Literatura.
Pero esta feliz y lógica coincidencia, para Muñe es una escandalosa y aciaga posibilidad:. “Qué horror… ¿Periodista?... Y escribe como tú…. Ay Dios mío… Qué he hecho para merecer esta doble desgracia… ¡Nó señor!… Que ni se le ocurra… Él es un Ingeniero… Tánto esfuerzo para que Jose venga a salir con que le gusta el periodismo… Y si escribe como tú… menos…” Y sigue la perorata… Pero Muñe no sabe del encanto de las letras, del poder de la palabra. Será el tiempo, como casi siempre, el encargado de dirimir esta hoy naciente controversia familiar. Mientras, yo mantendré una prudente distancia, en el intento por garantizar transparencia e imparcialidad en el desarrollo del tema. (¿Podré hacerlo?)
Algún día les contaré el final de esta sencilla historia doméstica, que tiene como protagonistas a una madre porfiada y perseverante en extremo, y a un hijo autónomo y contestario, dedicado a la Ingeniería, pero amante y estudioso de Truman Capote, Tom Wolf, Ernest Hemingway, Álvaro Cepeda Samudio y otros que contribuyeron notablemente a la creación del Nuevo Periodismo. ¡Ánimo Pepe Feyo!...
1 comentario:
Jaja, como la Muñe lea este post si es verdad que se va a formar la perorata, pero bueno, ya estoy lejitos.
Otra cosa, despues de semejante presentación... el que no me conozca... que me compre.
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